-Harry, tengo que entregarle estos documentos a John para que pueda echarles un ojo antes de que nos vayamos a París. También tengo que ir a recoger los planes de marketing que tiene. He pensado que podría traer algo de comida y así podemos comer en el despacho.
Harry alzó la mirada para ver a ____ de pie cerca de su mesa con ojos llenos de interrogación. Él comprobó su reloj y vio que efectivamente ya había pasado la hora del almuerzo. Él y ____ habían estado trabajando toda la mañana para preparar su viaje a París esa tarde.
Parte de él estaba tentado de mantenerla secuestrada en su despacho, donde podía verla y tocarla a todas horas, y mandar a alguien a que fuera a buscar su almuerzo. Era una urgencia que tuvo que reprimir con vehemencia.
Incluso tras pasar el fin de semana entero con ella en la cama, consiguiendo que ambos terminaran muertos de cansancio, aún no tenía suficiente de ella.
-Está bien. Pero no te vayas muy lejos. La tienda de delicatessen de la esquina está bien. Ya sabes lo que me gusta.
____ sonrió, los ojos le brillaron de una manera insinuante al escuchar su comentario. La pequeña provocadora sabía exactamente lo que le gustaba, y al detalle. Y como no se fuera ahora mismo, Harry no iba a poder hacer nada para frenar sus instintos.
-Vete -le dijo con una voz ronca que denotaba necesidad y deseo-. Si no dejas de mirarme de esa forma, nunca llegaremos a París.
La suave risa de ____ llenó la estancia y sus oídos al tiempo que se giraba y salía de la oficina. Harry experimentó un momento de pánico cuando cerró la puerta tras ella y lo dejó solo en la ahora vacía oficina.
No era lo mismo cuando ella no estaba ahí ocupando el mismo espacio que él. Era como si hubieran aparecido nubes en un día plenamente soleado.
Volvió entonces a fijar su atención en la información que tenía delante; se negaba a quedarse mirando el reloj a la espera de que volviera.
Eleanor lo llamó por el telefonillo, lo que logró sacarlo de su estado de concentración, y él frunció el ceño.
-¿Qué pasa, Eleanor?
-Señor, la señora Styles está aquí y quiere verle. En... Lisa Styles.
Harry exhaló todo el aire que tenía en los pulmones y cerró los ojos. Ahora no, por el amor de Dios. ¿Se había vuelto loco todo el mundo? Su padre estaba persiguiendo a su madre, y, ahora, Lisa estaba ahí rondándole otra vez. Ya le había dejado claro la última vez que se había presentado en la oficina que no tenía ningunas ganas de volverla a ver, y que nunca, jamás, volverían a reconciliarse.
Quizá no había sido tan claro como había pensado.
-Dile que entre -soltó Harry con mordacidad.
Obviamente iba a tener que explicarle las cosas de forma que no se le escapara ni una coma.
Un momento más tarde, Lisa abrió la puerta y entró. Estaba perfectamente maquillada y no tenía ni un pelo fuera de sitio. Pero bueno, ella siempre había tenido una apariencia perfecta y había actuado de manera impecable.
Harry entrecerró los ojos cuando vio que llevaba puestas sus alianzas, anillos que él le había dado. Ver el recordatorio de cuando estaban juntos y la poseía lo hizo disgustarse.
-Harry, tenemos que hablar -le dijo.
Ella se sentó en la silla frente a la mesa de Harry sin esperar a que él la invitara a hacerlo o a que la echara de la oficina.
-No tenemos nada de que hablar -le dijo con moderación.
Ella frunció el ceño y la primera señal de emoción se reflejó en sus ojos.
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