Harry estaba tumbado junto a ____ mientras escuchaba los suaves sonidos de su respiración. La sentía cálida y suave contra él, y además notaba que estaba colmado de una extraña... felicidad. La cabeza la tenía apoyada sobre su brazo como si de una almohada se tratara y, aunque se le estuviera quedando dormido, Harry rehusaba moverse porque le gustaba sentirla acurrucada a su lado.
Él no era un tipo al que le gustara estar abrazado a nadie en la cama. Tras su matrimonio, nunca le había dedicado tiempo a esas partes más íntimas de hacer el amor. No es que no hubiera permitido que algunas mujeres se hubieran quedado a dormir en su casa, pero siempre había una clara separación, casi como si hubiera una barrera invisible entre ellas y él.
____ no le había dado mucha más opción en el asunto. Justo después de que Harry saliera de su interior y de que se hubieran relajado, ____ se había acurrucado a su lado y se había quedado dormida. Y él tampoco había hecho nada para cambiar ese hecho, sino que se había quedado ahí tumbado reflexionando sobre la volatilidad de su relación.
La culpabilidad lo atormentaba. Le había prometido que sería paciente y que la introduciría lentamente en los aspectos físicos de su relación, y no lo había hecho. Debería haber ido más lento y haber sido mucho más suave. Debería haberse asegurado de que tenía mucho más control sobre sí mismo.
Pero la pura verdad era que, desde el momento en que ____ había entrado en su apartamento, la urgencia primitiva de tenerla se había apoderado de él al instante. Nada de su encuentro sexual había sido lento o suave. Se la había follado con fuerza y con una urgencia que no podía siquiera explicar.
Le echó un vistazo a sus ojos cerrados, a su cabello enmarañado y a su redondeado pecho, que se hallaba firmemente pegado contra su costado. Harry se había imaginado que, tras haber saciado su inicial deseo sexual por ella, recuperaría el control sobre la aparente obsesión que tenía con la joven, que sería capaz de serenarse y de comportarse en esta relación de la misma forma que se comportaba en cualquier otra. Pero, si acaso, lo único que había logrado con el primer encuentro era aumentar la magnitud de su deseo. Tenía hambre de más. Ni mucho menos había disminuido su ardiente necesidad de ella tras haber hecho el amor. Harry la quería tener otra vez. Y, maldito fuera, pero la quería ahora.
Olvidadas se quedaban todas las promesas de introducirla lentamente en su forma de vida y de tomárselo con calma con sus exigencias. La quería atar y se la quería follar hasta que ambos se desmayaran. Quería hacer un millón de cosas con ella, y ninguna de ellas incluía el ir despacio o el introducirla con suavidad en nada. Lo único que quería era introducirse él en su interior, pero no iba a ser tan sencillo. Él se la quería follar con fuerza y bien profundo durante todo el tiempo que quisiera hasta que a ella no le quedara duda alguna de que era suya.
____ se movió a su lado e hizo un sonido adormilado mientras deslizaba el brazo por encima del pecho de Harry. Este bajó su propia mano y le acarició el brazo. La simple necesidad de tocarla lo estaba arrollando. Ella abrió los ojos con varios parpadeos y alzó la mirada hacia él. La visión aún la tenía medio borrosa.
-¿Cuánto tiempo he estado dormida?
-No mucho. Una hora quizá.
____ comenzó a incorporarse en la cama con cierta inseguridad acechando en sus ojos.
-Lo siento. No tenía intención de quedarme dormida. Probablemente sea mejor que me vaya.
Harry soltó un gruñido y volvió a tumbarla bruscamente junto a él. Su mano viajó por todas las curvas de su cuerpo y finalmente se posó sobre uno de sus pechos. No se iba a ir a ninguna parte. ¿Qué era lo que no había entendido sobre el hecho de que ella era suya? Ser suya no incluía que se fuera de la cama un minuto después de que el orgasmo se hubiera terminado.