Ver a Harry dirigir a la dependienta era una experiencia desconcertante para ____. Se decidía entre todos los vestidos seleccionados con increíble precisión, desechando rápidamente los que no le gustaban y seleccionando los que sí.
Francamente, era la primera vez que ____ iba de compras sin tener ningún poder de decisión sobre lo que quería. De hecho, era Harry quien asumía esa responsabilidad. Y aunque era raro, resultaba fascinante al mismo tiempo.
Obviamente Harry tenía buen ojo para saber lo que le favorecía a una mujer. También era evidente que no tenía ni el más mínimo deseo de que ella llevara nada que dejara demasiado al descubierto, aunque sí muy sugerente. De hecho, había escogido varios vestidos que eran alucinantes y ____ se moría de ganas de probárselos y ver cómo le quedaban. Pero no se podían comparar en nada al vestido que había llevado en la gran inauguración.
Cuando se probó el vestido que Harry le había elegido para llevar esa noche, ____ casi se desmayó ahí en medio al ver el precio en la etiqueta. Era obsceno. Intentó no pensar en ello mientras se miraba en el espejo, pero era como si una señal de neón estuviera ahí gritándole el precio que marcaba la etiqueta.
De todos modos, se lo tendría que devolver a Harry. El vestido le quedaba de maravilla; le resaltaba la figura y el color de la piel. Era de tubo entallado, de un intenso color rojo, y, además de ajustársele perfectamente a las caderas, también se le ceñía en las piernas hasta unos cuantos centímetros por encima de las rodillas. No tenía mangas, y tampoco era escotado. Le dejaba los brazos completamente desnudos pero nada a la vista por delante ni por detrás.
____ nunca vestía de rojo, y a lo mejor era porque lo conside raba demasiado... atrevido. O descarado. Pero daba igual, porque el vestido en ese color le quedaba fabuloso. Parecía una sirena sexual. Aunque el vestido no fuera escotado, al ser tan ajustado, le dibujaba perfectamente la forma redonda de los pechos.
Se la veía... sofisticada. Y eso le gustaba. La hacía sentirse como si de verdad perteneciera al mundo de Harry.
-____, quiero verlo.
La voz impaciente de Harry se coló dentro del probador. ____ estaba sorprendida de que simplemente no la hubiera desnudado en medio de la tienda. La dependienta había cerrado la boutique para él y solo estaban ellos dos dentro del establecimiento. Por la cantidad de dinero que le estaba pagando, no le extrañaba que la mujer estuviera impaciente por obedecer sus deseos.
Abrió la puerta del probador y, vacilante, salió para que la viera. Harry estaba sentado en una de las cómodas butacas que había justo enfrente y los ojos le brillaron de inmediato cuando su mirada se posó sobre ella.
-Es perfecto -dijo-. Te lo pondrás esta noche.
Se giró y llamó con la mano a la dependienta, que se dirigió hacia ellos.
-Encuéntrele unos zapatos que vayan con este vestido. Ya puede poner también el resto de los vestidos que hemos estado eligiendo para ella, añadir los que considere que le quedarán bien y enviarlos a mi casa.
La mujer sonrió.
-Sí, señor.
Entonces bajó la mirada hasta los pies de ____.
-¿Qué número tiene usted, señorita Crestwell?
-Un treinta y siete -murmuró ____.
-Creo que tengo los tacones perfectos. Iré a buscarlos.
Un momento más tarde, la dependienta volvió con un par de zapatos con los tacones plateados que parecían tener unos doce centímetros. Antes de que ____ pudiera decirle que de ninguna de las maneras se iba a subir a esos zapatos, Harry frunció el ceño.