Al día siguiente:
Irnos a dormir prácticamente sin cruzar palabras es algo que no esperaba en nuestros primeros días de convivencia, entiendo que este molesto conmigo por lo que hablamos anoche, pero tampoco creo que fuera para que termináramos así de molestos. Me giro en la cama buscando abrazarme a él para hacer las paces, pero no lo encuentro a mi lado de la cama.
Me levanto un poco para mirar a mi alrededor y me doy cuenta que su ropa esta tirada en el suelo y la puerta del baño está cerrada. Salgo de la cama y al acercarme un poco más al baño, escucho el ruido de la ducha.
—Amor...— digo y golpeo la puerta, pero él no responde. Insisto una vez más y al no escucharlo, me decido por abrir y entrar al baño. Lo veo duchándose a través de la mampara de cristal y la imagen en impresionantemente sexy.
Aprovecho que esta con sus ojos cerrados y me quito el camisón y la ropa interior rápidamente para después ir y meterme a la ducha. Lo abrazo por la espalda tomándolo por sorpresa y siento como el agua caliente cae sobre mí y luego él me mira. —no me gusta que estemos enfadados. — le digo sin soltarlo.
Lo escucho respirar profundamente y lleva sus manos sobre las mías a la altura de su abdomen. —a mí tampoco, pero es que no quiero perderte... no quiero terminar una vez más con el corazón roto. — me dice y sin poder evitarlo, apoyo mi rostro sobre su espalda.
—Yo tampoco quiero perderte...— murmuro y de alguna manera, él se las ingenia para darse la vuelta para que quedemos frente a frente.
—¿Entonces? — pregunta enredando sus dedos en mi cabello totalmente empapado.
—Entonces... solo déjame pensarlo nada más que eso. — le pido y me pongo de puntitas de pie para poder pasar mis brazos por encima de sus hombros y acercarme a besarlo.
—¿Me tendrás con esta incertidumbre? — me pregunta sobre mis labios y sonríe.
—No seas tan ansioso... mejor disfrutémonos, ¿sí? — propongo y comienzo a bajar una de mis manos por su pecho y voy más hacia el sur hasta llegar a su hombría y hacerlo reír.
—Tramposa...— me dice en un tono amenazante que está lleno de sensualidad y no puedo más que reírme.
—Para nada guapo... solo juego tú mismo juego. — advierto y justo en el instante que creo tener las riendas de la situación, sus fuertes manos se ubican en mis muslos y me levanta en el aire como si yo no pesara nada para así llevarme contra la pared.
—Entonces, vamos a jugar juntos. — me dice y antes de que pueda decir cualquier palabra, el me besa con tanta urgencia que solo me queda responder a su beso y a la manera que sus manos me tocan mientras me aferro a él.
Estos somos nosotros, besos desesperados, caricias sin censura, cuerpos quemándose y esa jodidamente perfecta manera que tiene de entrar en mí y hacerme delirar. Soy presa de sus envestidas y entre todo lo que me hace sentir, me doy cuenta que intenta convencerme de absolutamente todo... de que somos perfectos el uno para el otro, que vivir juntos no es un error y que casarnos tampoco lo seria, pero ese tipo de compromiso va un poco más allá del sexo tan maravilloso que tenemos.
Nuestros gemidos junto al agua que cae sobre nuestros cuerpos crean una melodía única en esta especie de reconciliación por llamarlo así... nuestros besos con sabor a agua queman y sentirlo piel con piel es arrollador... —no te detengas. — le pido entre besos y su esmero es aún mayor cuando me hace sentirlo aún más.
—Te amo. — murmura sobre mis labios.
—Yo a ti...— consigo rebatir y mis uñas se aferran a su espalda cuando voy sintiendo toda esta locura dentro de mí.
—Joder...— dice totalmente agitado y con su cuerpo temblando.
—Si...— digo incoherentemente y no nos queda más que dejarnos llevar juntos en un orgasmo que nos hace ver lo perfectos que somos juntos...
Él apoya su frente sobre la mía mientras intentamos recuperar el aliento y sonríe —¿lo ves? — me pregunta —no podemos estar lejos uno del otro...— sentencia y solo se me ocurre besarlo una vez más.
—No me presiones amor...— le pido y sonrió sobre sus labios queriendo que sepa que todo estará bien.
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Mi Vecino, El Mujeriego [TERMINADA]
RomanceRoció Buschiazzo, una mujer de 29 años se muda a la ciudad de Madrid por trabajo después de haber vivido en algunas cuantas ciudades del mundo. Lo que ella no sabe, es que el nuevo vecino que le toco no es como los otros tantos vecinos, él es un hom...