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Después de un arduo día de trabajo y de ponerme al corriente con todos los detalles del proyecto que me ha confiado mi jefe, finalmente llego el tan ansiado momento de entrar a mi nuevo hogar, uno que comparto con el hombre que me roba la razón a cada instante. No hago más que poner un pie dentro del departamento y un exquisito aroma a lo que me parece que es salsa de tomate invade mis sentidos —buenas noches— digo sonriente y es que apenas paso el hall de la entrada y me hayo frente a la sala que se conecta con la cocina en este concepto de espacio abierto, lo veo a él en la cocina con un delantal negro que lo hacer parecer un sensual concursante de MasterChef.

—Buenas noches hermosa— me dice volteando a verme y sonríe —iría a darte un beso, pero se me quemara la salsa— informa haciéndome reír.

—Siempre puedo ir a ti— rebato de inmediato y después de dejar mi bolso sobre el sofá, voy hacia la cocina —mira que soy una mujer con mucha suerte eh... un hombre que cocina no se encuentra todos los días— bromeo y él suelta la cuchara de madera por un instante para darme un beso de esos que te hacen sentir en casa nuevamente.

—He vivido mucho tiempo solo, créeme que tuve que defenderme en el arte culinario— explica divertido mientras que observo a mi alrededor.

—Ya veo... pero ¿Qué tipo de pastas estas cocinando? — averiguo.

—Pollo a la parmesana, ya el pollo esta empanizado y frito, solo me falta ponerle la salsa de tomate, el queso mozzarella y meterlo en el horno por unos minutos mientras que se hacen los fideos— me informa como todo un experto en la materia.

—Vaya... arquitecto, cocinero, músico, cantante, bilingüe... y otras cosas más que prefiero no decir en voz alta para que nadie más se entere... realmente me gane la lotería— bromeo.

—El último punto fue el que más me intereso, ¿Qué cosa quieres que no se entere el resto de la gente? — me pregunta pícaramente mientras que vuelve a mezclar la salsa.

—Excelente amante...ese es el último punto— confieso y la sonrisa que tiene ahora en su rostro me contagia.

—Me alegra saber que te hago feliz en todos esos ámbitos— comenta con ese toque de sensualidad que solo él puede tener.

—Ya ves...— digo y hago una pausa mientras que apoyo mis caderas contra la encimera y lo miro —amor, cambiando de tema, tengo que contarte algo— comienzo a decir y tan solo espero que se tome todo esto bien.

—Te escucho— indica y me mira expectante.

—Mi jefe me ha puesto a cargo de un proyecto bastante importante— empiezo a explicarle y sonríe.

—¡Felicidades! Siempre me voy a alegrar de tus logros y lo sabes, ¿no? — señala haciéndome sonreír.

—Gracias y si, lo sé... lo que pasa es que debo ir a San Francisco en dos días con mi jefe, serian solamente dos días, pero no tengo otra opción— le informo.

—¿Crees que me voy a enojar por eso? — me pregunta esta vez mirándome.

—No lo sé, quizás te moleste que deba ir con mi jefe— comento.

Él se queda en silencio un corto instante y apaga la hornalla de la estufa para después mover la salsa de ahí y gira para verme a los ojos —cariño... no voy a ser yo quien sea la piedra en el zapato para tu carrera, quiero que lo sepas porque puede que haya parecido un psicópata por seguirte hasta aquí, pero no lo soy— bromea y reímos —queda claro que nos amamos, ¿no? — me pregunta y asiento —bueno, entonces si nos amamos debemos confiar uno en el otro, de eso se trata el amor, al menos eso creo—

—Claro que es así— le interrumpo.

—Entonces, si nos amamos estas cosas no tienen por qué ser un problema, solo te voy a pedir que te cuides porque hay demasiado loco suelto en este mundo y no quiero que nadie te haga daño, solo eso, ¿sí? — me pide y de todas las reacciones que llegue a pensar que él podía llegar a tener, esta es la más hermosa de todas.

—¡Te amo! — le digo y sin que se lo espere, cuelo mis brazos por encima de sus hombros y me acerco para besarlo.

—Y yo te amo a ti, demasiado para no querer verte feliz— murmura sobre mis labios. A cada minuto que paso a su lado y cada pequeña cosa nueva que descubro de él, me hace darme cuenta que no fue un error aceptarlo nuevamente en mi vida, es como si todo lo que vivimos en España nos hubiera hecho crecer como pareja, o al menos tener un poco más claro que es lo que queremos de esta relación. El Bruno que conocí aquella tarde desde el balcón de aquel piso ha quedado muy lejos, frente a mi tengo a un hombre maduro, romántico e inteligente que me hace sentir segura de cada paso que vamos dando en esta relación, y definitivamente eso no tiene precio —¿te parece si cenamos y después celebramos esa noticia como se debe? — me propone y sonrió.

—Me parece genial— respondo con picardía y como siempre él puede hacer que cualquier día termine de la mejor manera.

Mi Vecino, El Mujeriego [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora