Al día siguiente:
Despierto algo dormida aun y no es para menos, anoche des el gran "defecto" de este departamento. Se escucha lo que hace el vecino que está a la derecha, en pocas palabras escuche a su "amiguita" pidiéndole varias cosas y no era precisamente comida...
Voy rápidamente hacia la ducha e intento despertarme con el agua que cae sobre mi espalda. Agradezco que hoy no tenga que ir a trabajar hoy, por menos podre ir a buscar las cosas que hacen falta para poder vivir de una manera digna, y en esa lista debería incluir tapones para los oídos.
Envuelvo mi cuerpo en una toalla, mi cabello en otra, y salgo del baño para irme a cambiar. Estoy a punto de quitarme la toalla de mi cuerpo cuando escucho el ruido del timbre «¿Quién es a esta hora?» Me pregunto y voy hacia la puerta. Al abrir, me encuentro al increíblemente considerado vecino con una enorme sonrisa en su rostro.
—Buenos días. — me saluda con su acento madrileño.
—Hola...— respondo con dudas.
—Me imagino que no tienes nada para desayunar. Si quieres eh... vístete y ven a mi piso. — propone sonriente.
—Desayuna con tu amiga mejor. — sentencio intentando sonar relajada.
—Ella se fue hace rato, te espero. — indica y se va.
Cierro la puerta cuando él desaparece, y me quedo parada allí sin entender absolutamente nada. Quiero suponer que intenta ser amable, pero tendré que tener mucho cuidado con él. No hay que ser un genio para darse cuenta que es el típico soltero mujeriego y yo definitivamente no seré una más en su lista de colección.
[...]
Una vez que ya estoy vestida y peinada, salgo de mi departamento y golpeo la puerta del suyo y él no tarda nada en abrirme.
—Bienvenida. — dice con entusiasmo y hace que pase para luego cerrar la puerta. Su departamento luce fantásticamente ordenado y muy bien decorado.
—Me encanta tu departamento... digo... piso. — me corrijo sin apartar mi mirada de todos los detalles que hacen de este lugar una especie de museo de obras de artes.
—Gracias. Digamos que estoy obsesionado con los cuadros de arte moderno y esculturas. — bromea.
—Me di cuenta...—
—¿Café? ¿Zumo de naranja? ¿Té? — me ofrece mientras va hacia la cocina.
—Café está bien. —
—¿Tocas el piano? — pregunto al ver un teclado en un rincón.
—Sí, pero no entra en este piso así que... debo conformarme con el teclado. — explica entre risas.
—Arte, arquitectura, y música... vaya combinación. — comento.
—¿Y tú? ¿Qué otra cosa te gusta además del marketing? — indaga mientras lleva las dos tazas de café a la mesa.
—Los caballos, el mar.... viajar... bailar...— contesto sin un orden especifico.
—Interesante... Lo del mar y los caballos está un poco más complicado, pero si quieres un día de estos te llevo a una discoteca muy buena que hay aquí cerca. — propone.
—Podría ser. — me limito a responder y me siento en una de las sillas que hay alrededor de la mesa mientras observo los pancakes que preparo. —¿Cómo es que llaman a esto aquí?— le pregunto señalando los pancakes.
—Tortitas. — responde entre risas.
—Me tocara aprender un nuevo español. — bromeo.
—Yo puedo enseñarte sin problemas, me caes muy bien. — propone mientras le echa el sirope a las tortitas.
—Y tú a mí, aunque no me has dejado dormir mucho. No sé si lo sabes, pero desde mi piso se escucha casi todo lo que sucede en el tuyo. — me atrevo a confesarle.
—Se lo advertí a Mónica, pero no me hizo caso. Te prometo que no vuelve a suceder. — dice como si nada.
—Samantha... Monica... o sea... perdón que te lo diga, pero eres todo un peligro con las mujeres. — le digo con toda honestidad.
—La vida es una sola. —
—Y veo que tú la vives como si fuera tu último día...—
—Me enamore una sola vez y no vuelvo a hacerlo, esa es mi razón. — se explica y me quedo totalmente sorprendida.
—Discúlpame, no debí juzgarte... –
—No te preocupes, estoy acostumbrado. Sabes creo que tú y yo nos vamos a hacer muy buenos amigos, eres igual de honesta que yo. — expone mirándome fijamente.
—Supongo que podemos intentar ser amigos. — rebato.
—¿Qué harás hoy? — cuestiona mientras seguimos desayunando.
—Ir de compras para que mi departamento sea un poco más habitable. — bromeo.
—¿Tienes auto? —
—No....—
—Si quieres te llevo donde necesites, hoy no trabajo. — propone.
«Supongo que no tiene nada de malo aceptar su oferta, ¿o sí?»
—Como dicen usted por aquí... vale. — acepto entre risas.
—Vale, terminemos de desayunar y te llevo. — propone y creo que es un buen hombre... Un poco excesivo con su ritmo de vida con las mujeres, pero conmigo está siendo muy amable.
«Quizás tenga razón y podemos ser muy buenos amigos...»
ESTÁS LEYENDO
Mi Vecino, El Mujeriego [TERMINADA]
RomanceRoció Buschiazzo, una mujer de 29 años se muda a la ciudad de Madrid por trabajo después de haber vivido en algunas cuantas ciudades del mundo. Lo que ella no sabe, es que el nuevo vecino que le toco no es como los otros tantos vecinos, él es un hom...