Capítulo 4

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El crepitar del fuego parecía ser el único sonido que rompía el silencio de aquella enorme mansión. Había estado otras veces allí, quizá demasiadas, pero siempre había algo entre las paredes que la hacía lucir deslumbrante, aunque tétrica. Ahora, tan solo era tétrica. La falta de Bruce era más que evidente.

El anciano que descansaba con taza en mano en el sillón frente al que yo me había sentado, me miraba, pero sin verme realmente. Me había percatado que no había dado ni un solo sorbo a su té caliente a pesar de todo el tiempo que había estado preparándolo a conciencia, con las gotas precisas de leche, con una cucharada cuidadosamente llena de azúcar moreno, no blanco, como si no se permitiese el lujo de disfrutar de algo más dulce, como si poner azúcar blanco al té fuese desperdiciar la verdadera esencia de aquellas hierbas que uno podía terminar odiando sin demasiados problemas. Mis ojos estaban fijos en él, en la forma de su rostro. Alfred jamás había sido alguien sin ninguna arruga en sus facciones, pero ahora parecía haber envejecido más de veinte años de un plumazo, era igual que si hubiese perdido su fuerza vital, que se limitase a existir sin vivir realmente.

— Alfred... —mi voz sonó suave, intentando no provocarle ningún susto por si había olvidado mi presencia frente a él.

— ¿Sí, señorita Kyle? —preguntó tras parpadear un par de veces dejando de observar algún punto fijo fuera de nuestro plano terrenal.

— He estado en Arkham —comencé dejando la taza de té que él me había dado en las manos a un lado— y creo que Enigma sabe algo de todo esto.

El rostro de Alfred se ensombreció y finalmente dio un sorbo al té que se le estaría quedando ya frío.

— Dígame, ¿hay algo que no sepa ese hombre? Ni estando en Arkham podíamos evitar que tuviese en sus manos el control de Gotham si lo deseaba —suspiró apesadumbrado.

— Alfred, ¿ha ido a Arkham? Me refiero tras la...

— ¡No lo diga! —me cortó rápidamente alzando una de sus huesudas manos antes de respirar para calmarse—. No lo diga, por favor.

Justo en ese momento cualquiera se hubiese podido dar cuenta de que si otra persona ponía palabras concretas al estado de Bruce significaba que él no podía retraerse en la espera de que estuviese haciendo otro viaje más con el que pudiese seguir enfrentando a todos sus enemigos alrededor del mundo. En esa fracción de segundo pude comprobar el verdadero dolor que estaba sintiendo el mayordomo.

— Está bien —le concedí—. Pero dígame, ¿ha ido?

Negó despacio y supe que se habría pasado los primeros días, semanas y meses metido en la Batcueva en un desesperado intento por encontrar una mínima señal que dejase la estela o algún movimiento del murciélago, pero era evidente que no había tenido suerte en su larga búsqueda.

— ¿Por qué debería haber ido, señorita Kyle?

— Al lado de la celda de Riddler, hay otro "enfermo" como quiere que se les llame el doctor Strange, pero es una persona que está realmente perturbada y desde... el suceso, no ha habido un solo día que no haya dejado de pronunciar una frase concreta todo el tiempo, del derecho, del revés, en idiomas desconocidos y en los de otros planetas. Temo haber llegado tan tarde que haya tergiversado tanto la frase que sea prácticamente indescifrable...

— ... pero no para Riddler —terminó mis pensamientos Alfred—. No obstante, ¿qué podría ser esa frase que tuviese tanto interés para usted, señorita Kyle?

— Si no he metido extraordinariamente la pata y mis deducciones son correctas, podría llevarme hasta el paradero de Bruce —pronuncié tras unos segundos en completo silencio.

Justo, en ese instante, fui capaz de ver como si se tratase de algo sucediendo a cámara lenta, la forma en la que la taza de té y su contenido iban lentamente cayendo en picado hasta que la taza de una finísima porcelana antigua se hizo pedazos contra la alfombra. 

Rise of GothamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora