Capítulo 27

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Primer encuentro en San Valentín. (Parte III)

Lo más común era sentir el rechazo del murciélago. No obstante, disfrutaba de aquel sabor tan extraño de su boca, un sabor que seguramente estaba producido por algún gel que le protegiese o evitase que dejase cualquier tipo de ADN en alguna parte. Nadie podía saber quién se escondía detrás de la capa, pero estaba segura que lo más importante no era averiguar la identidad cuando se quitaba el disfraz, sino quién era Batman realmente.

La pequeña negación que pudiese hacer, rápidamente se transformó. Pude notarlo en la forma que sus dedos dejaban de intentar apartarme sino que me empujaban más hacia él. Me olvidé de todo lo demás, lo importante estaba sucediendo en ese momento. Mis brazos rodearon su cuello y nuestras bocas empezaron a suplicar una y otra vez que no nos separásemos. No querían tener que estar, al menos en lo que durase ese romance, sin tener los labios del otro sobre los ajenos.

Su lengua invadió mi boca. Le permití ser dueño de su sabor por un par de segundos antes de que mi propia lengua saliese al encuentro y de ese modo se abrazasen y acariciasen aumentando fácilmente la temperatura, grado a grado, en tan solo un parpadeo.

Busqué la manera de deshacerme de su traje manteniendo su anonimato tras la capucha y él hizo lo propio. Su cuerpo estaba tan gloriosamente trabajado que casi podía hacer hiperventilar a una mujer común. No obstante, yo no lo era y su físico no me paralizó, sino que me instó a seguir.

Mis guantes y los suyos desaparecieron, así que pronto pudimos notar la piel del otro contra las palmas. Jadeé como respuesta mientras cada milímetro de mi piel se despertaba por su calor. No había tenido a ningún amante antes que hubiese conseguido tanto con solo posar las palmas de sus cálidas manos en mi espalda. Era sorprendente el magnetismo que podía generar ese hombre. Batman atraía igual que la luz a las polillas, y podía asegurar que en esa ocasión me quería quemar sin importar lo que doliese.

Mi ropa interior también desapareció de mi cuerpo. Ambos empezamos a sumirnos muy lentamente en la locura de la pasión más absoluta. Me invadió en todos los sentidos, llenándome de una manera diferente, demasiado distinta para que no diese algo de miedo mezclado con ese placer incontrolable. Me moví sobre él, me cedió el control, me dejó gemir, retorcerme, gozar, hacerle enloquecer antes de que nuestros labios pronunciasen los gemidos propios de quien estaba a punto de llegar a la mayor de las glorias.

Su cuerpo tomaba el mío y el mío, hacía lo propio. Éramos el monstruo de dos espaldas sumidos en el deseo ajeno mientras lentamente todas nuestras corazas empezaban a derretirse por puro efecto de la pasión provocada.

Acabamos acurrucados bajo su capa. Ambos manteníamos nuestras identidades detrás de los disfraces, pero nos habíamos entregado de una manera diferente, más de lo que cualquiera podía haber imaginado aunque quisiésemos negárnoslo.

La noche aún nos envolvía. Su cuerpo caliente tan solo regalaba al mío una extraña sensación de paz. Estaba asustada, pero ansiaba disfrutarla hasta que me la terminasen arrebatando. Ninguno de los dos teníamos madera de pareja y dudaba que quisiese en algún momento serlo. Él no era nada más que la diversión en mitad de la noche, pero repetir esta experiencia era algo que no me hubiese pensado ni un solo segundo de ser posible.

— Tengo que irme —musité antes de quitarme la capa de encima del cuerpo.

Comencé a ponerme la ropa con agilidad sin importarme estar desnuda en la azotea de un edificio donde cualquiera podía ver mis atributos con tan solo mirar por la ventana de un edificio más alto.

Escuché un suspiro y él también se vistió. Ninguno de los dos habíamos dicho nada sobre lo que había ocurrido y cuando estaba terminando de subir las cremallera de mi traje, noté cómo la mano envuelta en aquel guante lleno de botones se apoyó en mi vientre bajo.

— Deja esa vida. Puedes ser mi compañera para ayudar a Gotham a salir del pozo en el que está metido —dijo con aquella voz de ultratumba que tanto lograba despertar en mi ser.

— Yo no soy como tú, Batman. A mí el resto de Gotham me importa lo mismo que yo le importo a Gotham: nada —me giré para fijar mis ojos felinos en los azules, ajenos, aún enmarcados por esa careta que tapaba gran parte de su rostro—. Te terminaría arrastrando hacia los robos. No estamos ni estaremos hechos nunca para ser compañeros. Yo no estoy en tu lado de la ley, sino en el contrario.

Le di un suave beso antes de separarme de su cuerpo dispuesta a salir de aquella azotea antes que él, pero cuando quise mirar hacia atrás, Batman ya se había ido. Esta vez fui yo quien dejó escapar un gran suspiro antes de saltar desde la azotea dispuesta a perderme en la ciudad con aún el sabor y el calor del murciélago por todo mi ser, con la satisfacción y el miedo de haber sido tan vulnerable como saciada en aquel encuentro pasional, y con el deseo de volver a encontrarle deslizándose por debajo de mi piel antes de percatarme que ambos nos habíamos marcado al otro para siempre aunque temía que su marca fuese borrable, fuese distinta, fuese una más tan solo.

Llegué hasta el hogar donde estaba quedándome esa temporada, un piso de una pareja ricachona que por el momento no estaban en la ciudad. Me acurruqué en las sábanas junto a algunos de mis gatos y quise conservar ese calor para siempre, ese sentimiento que pronto desaparecería cuando la realidad me hiciese aterrizar de nuevo y me enfadase porque él había logrado que no cometiese el robo que tanto había buscado. Maldito y sensual murciélago del demonio. Sin embargo, aunque no había robado el cuadro, puede que sí hubiese sido exacta con mis palabras y me hubiese llevado parte de su corazón conmigo. 

Rise of GothamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora