Prólogo

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Gotham, dos años antes.

El murciélago había caído. Nadie entendía cómo ni porqué, ni yo misma sabía qué decirle a mi mente cuando suplicaba porque le diese una explicación lógica a toda la oscuridad que ahora reinaba en el mundo. Bajo el amparo de la engañosa luz, todos aquellos que habían deseado destruir cada parte del planeta habían logrado su cometido. Se habían infiltrado en las mentes de los poderosos, habían ganado tanto dinero y poder en tan poco tiempo que casi parecía imposible. El único que había sabido verlo a tiempo había sido Batman y... él lo había matado.

Dicha. Eso era lo que había corrido por sus diabólicas venas, pero cuando realmente se había percatado de lo que había hecho, cuando se había dado cuenta de que no había solución posible, él mismo fue quien pidió su ingreso en Arkham pues la locura que le hacía cuerdo le estaba abandonando para dejarle tan solo la cordura que le hacía demente. Ni tan siquiera se había permitido disfrutar del caos constante que reinaba en las sombras. No, él ahora se pasaba el tiempo susurrando esa odiosa retahíla de palabras sin sentido que tendrían significado en esa mente trastornada.

Gordon, Barbara y yo habíamos intentado hablar con él demasiadas veces, pero dónde antes estuvo la mente más brillante del mundo, ahora solo había un vacío inmenso y esas palabras que nadie comprendía, era un idioma diferente, algo que parecía haber descompuesto de tantas formas que ni tan siquiera su cerebro maltrecho había sabido decirnos a ninguno qué significaba aquello que estaba murmurando a cada rato. Yo iba a visitarle a menudo, intentaba comprender ese cántico pues él era la única clave que teníamos para traerle de vuelta si es que era posible.

Gordon había tomado el puesto de Batman descubriendo el verdadero temor. Ser Batman no era algo fácil y ahora le admiraba aún más que antes, pero a pesar de todos saber que el verdadero murciélago había fallecido, él no perdía la esperanza. Él sabía que estaba vivo en alguna parte.

La liga de la justicia no había pisado la ciudad desde que Batman la disolvió. No sabíamos nada de todos aquellos que se habían opuesto a la sinrazón que hizo a Superman y Wonder Woman pasarse al bando equivocado. Muchos dieron la Tierra por perdida, algunos "dioses" permitieron a los hombres confundirse y entonces el mundo supo que en la oscuridad siempre había estado la clave.

El Pingüino quien tenía a la ciudad comiendo de su mano, había dado justicia al murciélago, según sus propias palabras, regalando a la ciudad una estatua del mismo. Ese caballero alado que entre las sombras había preservado el bienestar del mundo siendo tan solo un hombre. Los primeros meses la estatua siempre había estado llena de flores, ahora, la única que iba a visitarla de vez en cuando era yo. Ver su rostro recreado en esa escultura me provocaba un intenso dolor, pero al mismo tiempo una gran paz, como si estuviese aún bajo su manto.

— ¿Me has echado de menos? —pregunté a la estatua mientras me sentaba a los pies de esta donde acostumbraba a estar un rato, hablando con él, como si tuviese sentido, como si él me estuviese escuchando—. He vuelto a ir a Arkham. Aún no sé qué significa esa dichosa frase tan extraña, pero descubriré qué es. Tenme paciencia. No todos somos tan inteligentes como tú —chasqueé la lengua molesta mientras sacaba de mi bolso un bocadillo. En esta ocasión me había hecho un simple sándwich de queso—. Gordon te manda saludos. No lo dice a viva voz, pero te extraña. Ahora él lleva un traje de altísima tecnología e intenta imitar lo que tú hacías con tus cachivaches. Seguro que te pondrías celoso de que el gobierno a ti no te hubiese dado todas esas cosas, pero, créeme, Gordon las necesita mucho más de lo que tú las necesitabas —tras desenvolver el sándwich di un mordisco notando que el queso estaba un poco resudado. Eso me pasaba por ir todo el día con el sándwich en el bolso—. Tus chicos se han ido de Gotham. Ya no queda ninguno. Solamente Barbara anda por aquí y... no es la misma desde... ya sabes. El payaso podía haber errado un poco su disparo, se lo hubiésemos agradecido todos. ¿Has estado bien? ¿Ha venido alguien a verte hoy? Seguramente Alfred sí lo hace, pero es aún más sigiloso que tú —volví a morder masticando tranquilamente mientras mis cabellos morenos se hacían una curiosa danza en el aire por la brisa que se había levantado—. He intentado ir a verle, buscarle, pero cada vez que llamo a la puerta de la mansión cualquier mínimo ruido del interior de la casa desaparece. Tienes que volver... Si no es por el resto del mundo que sea por él. Alfred... Alfred te necesita, Batman —musité apoyando mi cabeza en las piernas de la estatua para así mirar hacia arriba, observando su rostro del mismo color negro que el material del monumento—. Yo te necesito...

Rise of GothamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora