Capítulo 29

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Su antebrazo paró mi ataque. Bruce estaba observándome igual que si temiese que algo peor a lo que ya estaba pasando fuese a llegar a suceder. No quería pelear. No deseaba hacerlo, pero debía, tenía que porque no le daba mi cuerpo ninguna otra opción posible. Golpe, tras golpe, tras golpe. Mi cabeza terminó dándose contra la ajena en un intento por despertar los instintos de Wayne para enfrentarse a la batalla.

— Selina, para... —su voz salió algo entrecortada pese a que un golpe como aquel podía habernos dejado a cualquiera de los dos bastante descolocados o ligeramente confusos.

Elevé una de mis piernas e intenté golpear su cabeza nuevamente, pero sus reflejos eran tan rápidos como los míos y había vuelto a evitar el golpe certero. Por eso, dando una pirueta hacia atrás, me subí en una de aquellas mesas con cientos de distintos artilugios que no me importó pisar o romper si se caían.

— Selina...

Una sonrisa se deslizó por mis labios antes de que volviese a saltar en su dirección. Sin embargo, algo ocurrió en mitad del salto. Me quedé estática y caí al suelo. Era como si hubiese recobrado la consciencia yo misma.

— Bruce...

Ambos nos miramos sorprendidos y Wayne se acercó tan rápido como pudo dispuesto a hacer lo que le permitiese en ese tiempo en que parecía volver a tener el control de mi cuerpo, pero fue igual que un parpadeo, porque cuando le tuve lo suficientemente cerca golpeé con tanta fuerza su mentón que le eché para atrás antes de soltar un maullido que daba a entender que me estaba divirtiendo a su costa.

— Señor...

— Alfred, te he dicho que te vayas.

Bruce se limpió la boca con el dorso de su guante pues había conseguido que una pequeña gota de sangre escapase de uno de sus labios. Volví a comenzar a pelear, intentando retomar el control de mi cuerpo que había desaparecido por completo. Yo no quería enfrentarme a Bruce y pese a todo no podía evitarlo, era casi como una necesidad vital.

La batalla duró tanto que ambos terminamos exhaustos. Durante ese tiempo, Alfred había estado intentando llamar la atención del murciélago tantas veces que lo había dado por imposible hasta que, estando ambos completamente agotados, un reloj se puso entre nuestros rostros jadeantes. En cuanto ese reloj desapareció, vi como la expresión de Bruce había cambiado considerablemente. ¡El tiempo! Nos habíamos olvidado del tiempo.

Hizo acopio de su fuerza y buscó aquel extraño artefacto dándose cuenta que prácticamente había desaparecido, que no se veía, que estaba fundiéndose perfectamente con mi piel. Había pánico en su mirada y también en la mía si no hubiese estado en esa especie de locura transitoria. Él me miraba casi al borde de las lágrimas, nunca había visto a Bruce estar así. ¿Por qué estaba así?

Miré ese pequeño artefacto, para luego llevar mi propia mano hacia él. Lentamente lo fui despegando de mi piel sin entender porqué algo así estaba logrando que Wayne estuviese al mismo borde de las lágrimas. Terminó saliendo, sin demasiados problemas, mostrando como poco a poco, ese al dolor que podía generarme, iba desgarrándose, soltándose de todas las terminaciones nerviosas a las que pudiese haber podido agarrarse.

Ambos nos miramos durante unos segundos. ¿Había sido tan simple? Eso parecía. Eso era todo lo que había que hacer y.... Fue entonces cuando sentí que algo no iba bien en mí. Comencé a marearme. Sentí cómo perdía el sentido sin tan siquiera tener posibilidad de avisar a nadie, tan solo desmayarme allí, frente a Bruce, quien lo último que fue capaz de pronunciar de manera que mi cerebro lo procesase fue mi nombre, en un grito desgarrador.

Una ventana se abrió de repente con la fuerza del viento. El rugido era incesante. Sin embargo, a duras penas si podía moverme. Quería estar tranquila, volver a estar en ese estado de inconsciencia donde todo parecía tener sentido aunque, en realidad, fuese lo más imposible de todo.

Sentí una mano sobre mi frente mientras alguien cerraba esa ventana que por el murmullo que empecé a escuchar, no era la primera vez que se abría de esa forma.

— ¿Aún no descansa, señor? —preguntó Alfred.

Bruce se limitó a soltar un suspiro mientras seguía acariciando mi frente, mi pelo y mi piel con tanta suavidad como le permitían sus emociones.

— Ha pasado una semana, Alfred. Una semana y aún no ha despertado. ¿Y si no vuelve a hacerlo? —preguntó con la angustia que comenzaba a ser palpable pues iba estrangulando una a una las letras que pretendían escapar de su boca.

— Lo hará, señor. Recuerde que ha hecho todo lo posible, pero nos han pedido tiempo...

— Selina me matará cuando se entere. Pero la sola idea de no volver a verla nunca no me dio más opción que esa —suspiró antes de depositar un beso en mi frente.

Noté cómo se levantaba de la cama y la manera en la que Alfred realizaba uno de sus más que famosos reproches en forma de sonido, un sonido que escapaba por la fuerza ejercida y la vibración de sus cuerdas vocales, no porque él hubiese abierto la boca para dejarlo pasar.

— Tan solo explíqueselo. No creo que sea una persona tan poco razonable.

En el momento que pude abrir los ojos, Batman estaba en la sala y no Bruce. Allí, vestido para la acción, observaba y tenía cuidado de que todos y cada uno de los pequeños detalles de su traje estuviesen en orden. Dejó que se ajustasen automáticamente algunos de ellos, pues tenía cierta inteligencia artificial, y quedaba realmente impresionante observarle vestirse, transformado en quien era para enfrentar a todos aquellos que Gotham había tomado como sus maestros de diabluras, como los Nerones de su generación dispuestos a quemar toda Gotham hasta los cimientos.

— ¿De qué tengo que enterarme supuestamente para querer matarte?

Batman me miró, en su rostro apareció una sonrisa genuina, sin embargo, cuando la ventana se volvió a abrir de golpe, una figura curvilínea, empapada por el agua, apareció con una sonrisa en los labios.

— De que ahora trabaja para mí —me informó Talia antes de que el murciélago pudiese pronunciar palabra alguna. 

Rise of GothamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora