No me importaba lo que el mundo pensase sobre mí. Nunca me había importado en realidad. Tampoco ahora que había salido enfadada igual que lo hubiese hecho cualquier niño pequeño. Ni tan siquiera había pensado en lo que podía haber creído Bruce sobre mí en ese instante, y me importase o no su opinión, tampoco iba a cambiar mi forma de ser. Había aprendido a funcionar de esa manera. Al que no le gustase tenía un maravilloso mundo por dónde estar sin que tuviésemos que cruzarnos y si volverse una adulta responsable significaba ser como esa estúpida, prefería seguir siendo como era, gracias.
Escuché las historias de Trevor quien se había puesto a jugar con el peluche que le había regalado. Él era feliz, siempre había querido uno y yo misma sabía que los peluches más feos son aquellos que no te roban nunca los abusones o con los que nadie quiere quedarse. Trevor era demasiado pequeño para cuidarse solo, aún, así que uno de los peluches más feos sería su mejor amigo durante mucho tiempo y a él, a pesar de todo, le encantaba.
Jugué con aquel pequeño hasta que las mandaron llamar para la cena y después, decidí salir del interior del edificio en busca de aire fresco pensando si sería buena idea sacar a Catwoman esa noche para poder realizar alguno de los trabajos más suculentos que estaban en lista de espera y que ningún otro ladrón sería capaz de llevar a cabo.
Me estiré una vez fuera, sintiendo el frío deslizarse por mi piel. Aún bajaban lo suficiente las temperaturas como para no ir en manga corta o con ropa demasiado veraniega a esas horas. Me sentía ligeramente mal, entumecida y cansada. La idea de desaparecer para siempre había vuelto a adentrarse en mi pensamiento con fuerza, pero no tenía forma humana de deshacerme de la presión que había nacido en mi pecho tras la ausencia del Wayne que yo conocía.
— Perdona...
Sabía quién era sin tan siquiera girarme. Resoplé y apoyando mis manos en mis caderas simplemente le miré sobre mi hombro.
— Si buscas que me disculpe con tu novia: uno, ella tiene boca para pedirlo y dos, no pienso hacerlo —contesté de forma tajante mostrando los dos dedos para que entendiese que no había más que hablar.
Negó frunciendo el ceño y se acercó a mí más de lo que hubiese deseado. No quería que Bruce estuviese tan cerca, no mientras ese físico no resulta completa y absolutamente detestable a mis ojos o que me resultase indiferente.
— No es eso. De hecho, creo que si alguien tiene que disculparse es ella. A mí no me parecía feo, ni mucho menos y... en fin, no tenía derecho —negó antes de ponerse a mi lado mirándome de forma demasiado intensa.
— Entonces, ¿qué, Wayne?
Soltó un profundo suspiro antes de negar ligeramente girándose hacia mí.
— Supongo que debo acostumbrarme a que todos sepan quien soy, ¿no?
— Suele pasar cuando eres el único hijo de la pareja más importante existente en Gotham hasta... bueno —desvié mi mirada sin querer recordar la muerte de sus padres, al menos, no quería ponerle palabras o evitar ser yo quien tuviese la mala fortuna que por decir algo más de lo debido lograse borrarle la felicidad que tenía y aunque, a fin de cuentas, no era nada más que un acto plenamente altruista me negaba a aceptar que lo hacía por algo más que no fuese porque eso era lo que quería Alfred también para él, una vida feliz y sin Batman, aunque yo deseaba a El caballero oscuro de vuelta a mi lado.
— Me... me siento fatal por no recordarles. Soy incapaz de hacerlo y siento envidia de todos y cada uno de vosotros por tener claras vuestras memorias cuando yo he perdido prácticamente todas —siseó casi con la mandíbula apretada.
— Sinceramente, no tienes nada que envidiarme. Sí, tengo mis recuerdos, pero no sé hasta qué punto tengo suerte, preferiría poder empezar una vida de cero, como tú. El pasado y sus recuerdos son una condenada mierda que te persigue por siempre —observé el horizonte.
— ¿Bruce?
La voz de la pelirroja llegó hasta nosotros y Wayne la observó mientras que yo permanecía todo el tiempo dándole la espalda o terminaría arrancándole las extensiones a puñados por el placer de escucharla gritar.
— ¿Te veré mañana?
La pregunta de Wayne me sorprendió y enarqué una de mis cejas antes de negar varias veces.
— Creo que no me verás en una gran temporada, Wayne. Tengo asuntos que atender —una pequeña sonrisa se deslizó por mis labios carnosos antes de guiñarle un ojo en el instante que su novia volvía a llamarle—. Ve, grandullón. Las chicas como esa no pueden estar ni medio segundo sin su hombre.
Y sin una sola palabra más pronunciada por parte de ninguno, nos miramos, me encogí de hombros y salí caminando en dirección a la carretera, en busca de un lugar donde estar, perderme y sumergirme o, quizá, donde poder encontrarme de nuevo. La decisión estaba tomada, siempre lo había estado. Con olvidarse por completo de mí me había sentenciado a huir de su lado hasta que no pensase, ni sintiese, ni quisiese nada de aquel hombre, el único que había visto en mí algo completamente diferente, algo que nadie volvería a encontrar a pesar de que mirasen mis ojos, esos ojos verdes que suplicaban a los suyos en un idioma que tan solo ellos habían logrado descifrar.
No, en esta ocasión el sacrificio me habían obligado a darle y ahora, a pesar de todo, no tenía gana alguna de aceptar la derrota por parte de la ciudad, pero el orgullo herido puede ser demasiado peligroso, para cualquiera y siento una gata de armas tomar, el futuro se tornaba bastante negro para todos aquellos que fuesen a conocer a Catwoman de ahora en adelante.
No importa el dolor, no cuando uno sabe que volverá a renacer como si nunca hubiese terminado herido. Y las penas de amor eran como cualquier otras, se curaban, ¿no?
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Rise of Gotham
FanfictionEl murciélago ha desaparecido y eso lleva a Selina a una encrucijada pues está dispuesta a mantener a flote la ciudad mientras regresa su justiciero, básicamente porque se niega a creer que Batman ha muerto.