Capítulo 14

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Miré la espada de Talia. Era demasiado rápida con ese artefacto y, a diferencia de los baticachivaches que conocía de BatGirl, la katana me podía dejar con un adorable muñón en lugar de brazo, algo que por muy tentador que pudiese sonar, preferiría no tener que experimentar si podía tener la posibilidad de elegir. Cada una parecía estar tan alerta de todo lo que yo hacía que no había probabilidad de que si todas sus habilidades estaban al cien por cien, yo pudiese sorprenderlas a ambas. No obstante, tendría que confiar en mi velocidad de movimientos, mi agilidad y la destreza de gato que siempre me había salvado de muchos problemas aunque me había metido en otros.

El payaso se reía de manera incansable aunque ninguna nos habíamos movido demasiado, pero en su propia histeria habría encontrado algún tipo de chiste que le hiciese una gracia tan intensa, aquella que esperaba que terminase ahogándole. No necesitaba nada más que la suerte de que una gota de saliva se fuese por donde no debía.

Un ligero movimiento me hizo percatarme de las intenciones de la pelirroja y me pude girar lo suficiente para que uno de sus batarangs no terminase incrustado en alguna zona de mi anatomía. Talia aprovechó ese momento para lanzarse con su espada y tuve que ser tan rápida como nunca antes previo a buscar desestabilizar de alguna forma a alguna de las dos.

Mi pierna golpeó contra la de Batgirl antes de sacar de mi cintura mi látigo, mi fiel amigo que siempre iba a acompañarme en la batalla. Chasqueé éste último dejando que ese maravilloso sonido tan familiar para mí terminase rompiendo la propia risa del Joker que seguía observando la escena como un espectador hambriento de sangre.

Mi látigo atrapó el brazo de Talia y tiré de ella para lanzarla contra Batgirl en lugar de contra mí misma lo que sería, sin duda, una acción suicida. ¿Quién en su sano juicio se pondría a unos centímetros a una mujer que estaba completamente armada hasta los dientes con una espada tan afilada que a duras penas si encontraría impedimento en mi cuerpo para quitarme un cachito?

Con ambas una al lado del otra, comprobé que tan solo saldrían de ese endemoniado trance si les quitaba lo que fuera que les estuviese borrando la sesera y la capacidad para decidir por ellas mismas lo que querían o no querían hacer.

Observé los dispositivos mínimamente. No era capaz de encontrar cable alguno, ni tampoco si habría algún problema quitándoselos de cuajo. Cualquiera sabía que solamente hacía esto por él. Por mí me hubiese dado completamente igual que se quedasen descerebradas, pero a pesar de todos los problemas que hubiese tenido con cualquiera de ellas, Bruce no hubiese querido que sufriesen transformándose en muñecas sin ningún tipo de voluntad. Por motivos como esos terminaría dándole una paliza a Batman en cuanto volviese a verle. Por su culpa tenía consciencia de hasta mis propios enemigos.

En ese momento, fue igual que si ambas hubiesen leído mi mente, se pusieron a atacarme juntas. Puñetazos, patadas, golpes a diestro y siniestro e intentos claros de hacerme mucho daño, pero que mucho daño con sus artefactos del demonio. Bufé por el enfado que tenía y luego saqué mis garras mandando al diablo. Wayne las apreciaría igual aunque les faltase un trozo y mejor suyo que mío, desde luego.

Clavé mis garras en el brazo de Talia justo antes de que su espada rozase mi pómulo. Nuestros ojos se encontraron y después, gracias al reflejo del filo de su espada pude observar sin problema cómo otra arma de Batgirl se dirigía hacia mí. Esperé pacientemente a que estuviese tan cerca que no pudiese cambiar su trayectoria y luego me moví tan rápido como fui capaz mientras la sangre de Talia recorría mis garras para que terminase esa arma impactando en aquel piloto verde que le anulaba la facultad de pensar por sí misma. Sus ojos parpadearon y aunque se dio cuenta de dónde tenía mis garras por lo que parecía a punto de lanzarme el peor de sus ataques, nos separamos para sacar a Batgirl de ese trance también.

— No, no, no... mi pequeña Alicia. ¡Responde lo que te ordeno!

Talia se giró con cara de pocos amigos hacia el Sombrerero y terminó por partirle el gorro en dos antes de inclinarse hacia él.

— Reza porque no te encuentre más tarde, pequeñajo, porque si lo hago no saldrás vivo.

El sombrerero empezó a saltar y a gritar enfurruñado pidiendo a su Alicia y mientras le quitaba a Batgirl aquel aparato, el minúsculo ser obsesionado con una mujer, como la mayoría, terminó estampado contra la pared. Talia se había encargado de propinarle una buen patada ahí donde más le doliese. Después de eso se había girado hacia el payaso dispuesta a arrancarle la cabeza, pero Harley se interpuso entre medias.

— Esto ya ha dejado de ser divertido. Cortáis la fiesta demasiado rápido. ¿Es que no sabéis divertiros? —refunfuñó mientras tiraba hacia arriba ese botón con el que me había amenazado antes. Cada vez que caía en su mano rezaba, en vilo, porque ese botón no fuese pulsado—. ¡Sigue siendo demasiado pronto!

El payaso se levantó y dando al botón con el que me había amenazado, mostró que una parte del escritorio donde estaba se desprendía permitiendo el acceso a nuestra vista de una sofisticada arma. Era una de sus bombas, esas que nunca podías saber si eran de broma o por el contrario tenían un explosivo real que mataría a todos en kilómetros a la redonda.

— Y por saltaros las normas... recibid vuestro castigo —empezó a reír de nuevo mientras se agarraba a una especie de cable que parecía haber estado allí todo el tiempo—. Si no lo hacéis... —volvió a reír.

No necesitó que esa frase tuviese sentido. Si no lográbamos desconectar esa bomba Bruce terminaría muerto, eso significaba que... ¡Bruce había estado todo el tiempo cerca de aquí! Mientras la esperanza brillaba en mi interior, el payaso escapó dejando a Harley en el interior de Arkham porque preocuparse por ella no era algo que fuese a hacer en la vida. 

Rise of GothamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora