Capítulo 34

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Salí de Arkham unas horas más tarde. El ventrílocuo había dicho más de lo que seguramente debía, pero me importaba poco qué le ocurriese. Su locura era imposible de curar y no era Batman para irme preocupando por todas las personas aunque, en cierto modo, lo hacía. Casi parecía imposible no dejarse llevar por ese condenado estilo protector.

Wesker había salido detrás de mí con su insufrible marioneta en la mano. Scarface era de esos personajitos tallados o dibujados que daban escalofríos solo con verles. Me preguntaba cómo podía ser tan horrible sin tan siquiera pretenderlo, pero era aún peor cuando le dejabas en las manos de ese vejestorio porque tenía voz, le daba la personalidad y el don de la palabra. Todos sabíamos que era parte de él, de sí mismo, pero el bobo de Wesker aún creía que esa parte de su propio ser le controlaba siempre, como si no hubiese nada más poderoso. ¿Era el amo y el sumiso de una misma relación?

— Esto no ha quedado así, furcia. No voy a perdonarte que hayas puesto tu asquerosa garra en mi cicatriz —dijo el pequeño muñeco de madera moviéndose casi como si no tuviese a otra persona allí dándole vida.

— ¡Cállate, montón de termitas!

Dejé de prestarle atención en cuanto empecé a caminar. Tenía clara una cosa y es que no podía ni debía dejar todo eso tal y como estaba. El ventrílocuo me había dado las claves de todo lo que necesitaba saber y ahora era el turno para que todo ese sin sentido terminase de una maldita vez. Aún me sorprendía hasta dónde llegaban seres como aquellos, quienes estaban detrás de todo lo que había pasado, pero me asombraba aún más la paciencia que tenía el hombre que se ponía siempre una máscara para mantener a tantas y tantas personas vivas en aquella ciudad que jamás se lo agradecería suficiente. También podía comprender a Todd, ese condenado rebelde que había terminado por ir arrancando vidas a diestro y siniestro aunque eso estuviese ligado a todos los traumas de la vida que había tenido que pasar siendo Robin y teniendo a tanta maldad a su alrededor. Era fácil dejarse llevar y ser consumido por la oscuridad.

— ¿Señorita Kyle?

Me sorprendió escuchar la voz de Penny One. Alfred debía estar siempre como un fantasma detrás de todos los que conformaban a la Batfamily y yo no me acostumbraba aún a tener a Pepito Grillo en mi oído a todas horas, siempre trabajaba mejor sola.

— Es de mala educación escuchar conversaciones ajenas —dije como si tal cosa mientras volvía a estirarme.

Un suspiro escapó de los labios del mayordomo antes de que escuchase como la preciosa moto que había dejado a unos metros de distancia, se erguía y empezaba a moverse sola hacia mi posición. ¿La moto también tenía control remoto como el batmóvil? Desde luego que Bruce tenía un plus en todos sus juguetes, no podía negarle que funcionalidades había para dar y regalar.

— Si pulsa el botón azul, aparecerá una pantalla que indica dónde debe dirigirse.

— Déjame adivinar. No ha sido nada complicado lograr encontrarle.

— Efectivamente, señorita Kyle.

Asentí mientras pasaba una pierna por encima de la moto y después una sonrisa se deslizaba por mis labios.

— ¿Irá?

— A riesgo de tener que parafrasear a nuestro amigo en común, ¿crees que tengo otra opción? Puede que la sangre fría de tu señor logre hacer que los huesos de todos terminen en una cárcel, pero mi sangre caliente me pone de muy mala leche y ahora mismo tengo unas garras que lo único que desean es arrancar pedazos del cuerpo de un ser en concreto —dije casi con musicalidad como si matar a alguien fuese algo que yo hiciese todos los días.

Di al botón que me había dicho. Una pantalla apareció, tenía la forma perfecta para ser igual que un GPS y me indicaba el lugar por el que tenía que ir. Solo faltaba la voz robótica de hombre o mujer diciéndome a cada cuantos metros tenía que girar hacia un lado o al otro.

— Sabe lo que le dirá.

— También sé lo que él haría, pero ni soy él ni tengo ganas siquiera de intentar contenerme, Penny One.

Volvió a resoplar mientras que arrancaba la moto en dirección a ese pequeño emblema del murciélago que estaba colocado en el mapa de la pantalla. La velocidad del vehículo de dos ruedas aumentaba con facilidad y podía hacer cualquier movimiento extraño, por lo que sabía que no estaba siendo controlada por Alfred, al menos, hasta ahora. Mis manos aferradas a los mangos de la moto y mi cuerpo inclinándose de un lado al otro, me permitían mandar al diablo todo el tráfico que hubiese en las carreteras de la ciudad, dirigiéndome a la sede de empresas Wayne, allí donde cualquier otro no hubiese ido a ocultarse, pero estábamos hablando de una persona masoquista donde las hubiese.

Dejé la moto aparcada justo en la entrada del edificio. Me bajé con la elegancia que me caracterizaba y saqué las garras dispuesta a empezar a jugar desde el minuto uno.

— ¿Penny One?

— ¿Sí, señorita Kyle?

— Si no te gustan los gritos, los golpes y escuchar la muerte lenta al otro lado de la línea, creo que será mucho mejor que apagues la comunicación hasta que todo esto termine. No soy como él y esto se va a poner muy feo.

— Seguiré por aquí si me necesita —dijo antes de que escuchase un chasquido, muy leve, que indicaba que la comunicación directa, al menos, había sido cerrada.

— Bien, ahora vamos a encontrarnos de una vez por todas. Tenemos una cuenta pendiente.

Molesta como pocas veces había estado, tenía claro que él sería el primero de la lista de todos aquellos que se cobrarían mi venganza. No me importaba lo que hubiese puesto Wayne de pretexto para no hacerlo antes, para permitirle que intentase recuperar esa cordura que no podría alcanzar porque le habían destrozado desde que era un niño. Después de mi venganza tenía claro que alguien más ocuparía su lugar, pero todos descansaríamos sin El espantapájaros. 

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⏰ Última actualización: Aug 10, 2020 ⏰

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