Capítulo 7

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Jadeé suavemente cuando recuperé la consciencia. No sabía dónde estaba. Allí era prácticamente todo oscuro. Parecía un almacén, algo parecido y puede que abandonado. Sabía que el Espantapájaros podía desencadenar una gran locura en toda mi mente y volver todo lo que veía completamente irreconocible. Pero no, aquello no era Arkham, ni mucho menos.

Podía escuchar ruido, un ruido lejano que poco a poco iba acercándose como si fuesen subiendo su volumen a cada paso que diese o que estuviese dando yo misma. Me cercioré de que no era yo quien me movía sino el ruido que se acercaba. Mis pies estaban quietos, ni tan siquiera había podido terminar de erguirme del todo.

Llevé mi mirada al muslo que aquellas agujas habían profanado sin mi consentimiento. Minúsculos hilos rojos habían descendido por mi traje y estaban prácticamente secos. ¿Cuánto tiempo había pasado inconsciente?

Justo en ese momento los ventanales, más cercanos al techo que al suelo, se iluminaron con muchas luces de distintos colores. Parecía que había una fiesta al otro lado de la pared y que el ruido tan solo estaba amortiguado por el embotamiento de mi cabeza, o por la solidez inusitada de esas paredes.

Caminé hasta la pared más cercana del almacén y cuando abrí la puerta no podía creerme lo que estaba viendo. No... ese maldito día no.

— ¡Ciudadanos de Gotham! —decía entre risas el payaso—, bienvenidos a vuestro juicio final.

Su risa estridente se metió en mi cerebro como si pudiese destrozar cada una de la conexiones neuronales con aquella forma tan cruel de reír. No le importaba la vida de nadie, toda Gotham estaba en el más absoluto peligro. Aquello me hizo reaccionar recordando que yo misma había tenido que estar escondida para evitar el virus mutante letal del que Bruce me había hablado mientras investigaba lo que el Joker le estaba haciendo a todo el mundo en su ciudad.

Corrí entre el gentío que se dedicaba a ver y disfrutar a su manera de ese espectáculo tan horrible. Todos parecían irse retorciendo, deformando y transformándose en seres que tan solo tenían una mínima parte de su ser parecido al humano, a quienes eran realmente. Sus caras tenían esa horrible sonrisa que podía destrozar las mejillas a cualquiera, símbolo de su creador, el hombre con la sonrisa más escalofriante de todo Gotham.

Mientras corría fui consciente que tenía una pequeña mascarilla de plástico transparente que evitaba que respirase el mismo aire que todos los demás. No recordaba llevarla en ningún momento, por eso me escondía, como una rata a la que está a punto de cazar un gato muy astuto.

Observé a la carroza del payaso que seguía su camino sin importarle atropellar a aquellos que había proclamado como sus súbditos a la fuerza. Sus ojos de ese intenso verde estaban fuera de las órbitas y disfrutaba del espectáculo que estaba sucediendo a unos pasos de él donde toda la batfamily incluyendo a Batman peleaba sin descanso para llegar hasta él. Sin embargo, Batman... no parecía el Batman real.

— Selina... —su voz—, bajo la ciudad.

Y sin preguntar nada, fui rápidamente hacia el lugar donde ambos habían desaparecido tiempo atrás. No me importaba qué pudiese pasar. Si por alguna razón podía evitar que él muriese, si... pero aquello era tan solo un maldito engaño de El Espantapájaros que estaría disfrutando de todo mi pánico por la muerte de Bruce. No, no me importaba, no ahora, tenía que verle al menos una última vez.

Las azoteas fueron mi salvación para poder caminar más deprisa entre la gente aunque tuve que propinarle a más de uno una patada en esa mandíbula prominente y deforme que se les había quedado como uno de los efectos secundarios de la droga del payaso.

— Selina... te necesito —su voz volvió a sonar contra mi oído.

Entré en las entrañas de Gotham aprovechando una gran socavón que se había formado en mi batalla contra el Pingüino en los Narrows. Coleta había caído a un submundo bajo la superficie de Gotham del que había tenido que salvarle, ¿y si ahora Bruce estaba allí? ¿Y si había estado allí todo ese tiempo por mi culpa? El final del juego no había sido nada más que un acto que el Joker había perpetrado gracias a mi gran habilidad para meterme en líos.

Fui descendiendo mientras pensaba en la posibilidad de hacer mucho más rápida la caído simplemente saltando, enfrentándome a lo que hubiese allí abajo. Pero la voz de Bruce, igual que si leyese mis pensamientos, me lo impidió y por ese motivo fui descendiendo aprovechándome de mi facilidad para colocarme en todo tipo de posiciones sin el temor de un ser normal a terminar muerto por mirar siempre hacia abajo sin tener una sujección viable todo el tiempo en sus pies.

Mis ojos empezaban a ver el cuerpo del murciélago descendiendo con facilidad. Su agilidad siempre me había llamado la atención debido a que sus armaduras no suelen ser una segunda piel como mi propio traje, lo que impide el movimiento preciso, pero él sabía compensarlo.

Mis uñas se clavaron en una roca justo en el instante que del interior de ésta salieron unas planes, iguales a las de Hiedra que me agarraron muñecas y tobillos impidiéndome continuar, pero no ver el espectáculo.

De la nada apareció el Joker blandiendo dos cuchillos enormes que parecían los hermanos pequeños de una espada. Mi corazón dio un vuelco en el instante que veía como esos cuchillos terminaban deslizándose dentro del cuerpo de Batman, sobre la zona de sus omóplatos sin problema, igual que se corta la mantequilla.

Un grito desgarrador salió de mi garganta y pude ver ante mis propios ojos la muerte del murciélago.

Rise of GothamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora