Un año más tarde.
Volver al hogar puede ser una aventura trepidante, es cierto, pero también puede ser una pesadilla para todo aquel que tenga la carga en su pecho por haber dejado ese hogar. La causa seguía siendo la misma. Estaba convencida de que no había cambiado nada en aquel sitio que había visto morir tantas partes de mí, incluyendo la única en la que creía que podía haber un mínimo de esperanza, una paz para un alma atormentada como la mía y la de Bruce; pero hasta eso me había quitado.
No obstante, era mi hogar. Tenía esa necesidad de regresar, de observar esas gárgolas en los edificios más emblemáticos, de sentir el temor y la peligrosidad a cada paso dado, más aún si el murciélago no estaba. Creía que aquella ciudad se autodestruiría por sí sola, pero no parecía haber tanto mal acechándola y no había tal oscuridad al recorrerla que llegase a resultar claustrofóbica.
Era sorprendente que todo siguiese en pie, que los gothamitas no se hubiesen destruido entre ellos, o que los lunáticos a los que Batman había tenido que enfrentarse siempre hubiesen podido mantenerse a raya. Había subestimado a Gordon, o al menos, eso creía que había hecho.
Justo en ese momento escuché un ruido a mi espalda. No le di importancia. Nadie podía llegar a hacerme daño si escuchaba algún arma aproximarse, pero lo que no sabía es que había otras muchas formas de hacer daño, formas muy diferentes. Por ese motivo, cuando me di la vuelta para enfrentarme a aquel ruido, noté como las maletas cayeron de entre mis dedos hasta que se estrellaron solas contra el suelo.
Allí, frente a mí, estaba la viva imagen de Batman. Debía pensar con claridad. Tenía que ser uno de sus batiniños, pero era tan... tan parecido a él. Su gesto se endureció, su mandíbula se apretó y aquellos ojos me observaron de una manera que casi creí imposible volver a ver. No, no, en absoluto, él no era uno de sus batiniños, era él, era Batman, el auténtico, era Bruce...
— Bienvenida a Gotham... de nuevo.
El corazón me iba a mil por hora. ¿Sabía quién era o era algo que había intuido solamente? ¿Se acordaba de mí? No quise hacerme ilusiones, no porque sabía lo que dolía el terminar descubriendo que no eran nada más que castillos de humo hechos en el aire por uno mismo, siguiendo sus propios deseos, deseos que no debían, que no podían hacerse demasiado poderosos como para que lograsen apartar a uno del camino de la razón.
— Gracias, murciélago —respondí con sequedad y me incliné para volver a recoger mi maleta antes de darme media vuelta regresando hasta mi apartamento.
— Dudo que puedas quedarte donde antes, Selina. Hace unos meses todo se puso demasiado complicado y ese edificio terminó en ruinas. Quise impedirlo, pero no llegué a tiempo de salvar a todos —admitió estando nuevamente a un paso de mí, en mi espalda. Había podido sentir su cálido aliento rozando mi nuca al hablar, el perfume de todos esos ungüentos que usaba para no dejar ni una sola prueba de adn en ningún sitio llevando ese traje estaban abrazándome con una fuerza sobre humana, pero lo principal, lo que había conseguido que mi corazón latiese a una velocidad aún más rápida que antes era que me había llamado por mi nombre.
— Perfecto. Tendré que buscar otro lugar... —sentí sus dedos enguantados envolviendo mi muñeca, por lo que tuve que pararme en seco. Nunca, en mi vida, me había sentido tan vulnerable frente a un hombre, y seguramente todo se debía a que él, bueno, él parecía haber vuelto del todo después de que le había perdido creyendo que era para siempre.
— Selina...
Su voz, esa voz grave se deslizó por toda mi anatomía despertándola de un letargo en el que no sabía que había estado. Noté su pecho, ese pecho cubierto por la armadura de kevlar, contra mi espalda. Estaba frío, pero sabía que habría calidez en cuanto ese condenado material desapareciese. Sus brazos me envolvieron y apretaron contra su anatomía haciendo que quisiese desfallecer en ese mismo instante, porque si todo eso era producto de mi mente, el despertar sería aún más doloroso.
Después, pasados varios segundos, en aquella parte tan desierta de la ciudad, fue también su capa la que me envolvió regalándome ese calor tan familiar, esa fragancia a Batman, a Bruce, a oscuridad y justicia, a salvación y locura, a paz... a mi paz.
— Quédate en la mansión —susurró muy bajo, tan solo para que yo lo escuchase.
Asentí despacio y me di la vuelta entre sus brazos hasta que mis ojos volvieron a encontrarse con ese azul, ese maravilloso azul de su mirada, ese azul único, diferente, sin manchas ni marcas de otros colores intentando sucumbir o hacer suyo ese océano. Era un azul imposible, un azul profundo, sorprendente, majestuoso, limpio y puro. Un azul que no escondía nada y a la vez lo escondía todo. Ese azul que me había hecho delirar entre sus brazos y que ahora volvía a hacerlo. Ese azul que me envolvía y me regalaba la única compañía que necesitaba.
Fue rápido mi movimiento. Mis labios atraparon los suyos en un beso que él no negó. Sus manos apoyadas en la parte baja de mi cintura me atrajeron a él con todas las fuerzas que le suplicaba su ser, ese hombre que se escondía bajo la máscara, ese hombre que me necesitaba tanto como yo le había necesitado a él.
El beso se hizo cada vez más intenso, más necesitado. Aquellos tres años alejados, aquellos tres años sin besos, sin sentirnos, habían sido igual que clavarse agujas en los ojos, en todas y cada una de las terminaciones nerviosas y debajo de la suyas, encontrar cada día una nueva tortura y que esta no tuviese fin pues era imposible acostumbrarse a ese dolor, a estar sin él.
Cuando nuestros labios se hubieron separado, con un simple toque a un botón, apareció el batmóvil y sonreí sabiendo que como buen caballero con todos sus modales pese a ir dando mamporros a diestro y siniestro, me llevaría a su hogar.

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Rise of Gotham
Fiksi PenggemarEl murciélago ha desaparecido y eso lleva a Selina a una encrucijada pues está dispuesta a mantener a flote la ciudad mientras regresa su justiciero, básicamente porque se niega a creer que Batman ha muerto.