Había pasado la noche mirando el fuego crepitar en la chimenea de la mansión Wayne. Había llevado a Bruce allí y finalmente, cuando Alfred había terminado de acomodar a su señor para que descansase, parecía haber recobrado toda la fuerza perdida durante todos estos años. No habíamos intentado explicarle nada aunque él había preguntado en varias ocasiones quién era yo, y porqué llevaba un ridículo y sensual disfraz de gato.
Me negué a pensar durante todas las horas que el fuego fue mi único consuelo, mi único acompañante. Mi cabeza permanecía apoyada en el respaldo del sofá mientras escuchaba a Alfred hablar de lo maravilloso que era tener al señor Wayne de vuelta y agradecerme en miles de ocasiones que le hubiese encontrado. Él no parecía entender la gravedad de la situación. Bruce, al menos el que yo conocía, no estaba ahí. Aunque quizá sí se acordase de Alfred con el tiempo. Batman había desaparecido y con él mis esperanzas y las esperanzas de Gotham.
Mordí mi labio inferior antes de soltar un pequeño suspiro cuando el amanecer empezó a mostrarse en la ciudad. La batalla ocurrida anoche entre la policía y los villanos de Gotham no sería olvidada, ni mucho menos, y lo único que a mí me quedaba era intentar ponerme del bando del Batman metálico, con Gordon dentro, en busca de conseguir algo de paz, pero ¿en serio debía conseguirla? Gotham no había hecho prácticamente nada por mí, ni tan siquiera me había cuidado entre algodones como Wayne. Había sufrido pobreza, había sufrido pérdidas y lamentos y además, por otro lado, acababa de perder a la única persona en mi vida que podía llegar a entenderme, que moría poco a poco a la vez que yo lo hacía. Gotham me había arrebatado todas las posibilidades de supervivencia, ¿por qué iba a arriesgarme a salvarla? ¡Que le diesen a Gotham!
— Señorita Kyle, ¿nos acompañará en el desayuno?
Miré a Alfred con ganas de ser dura con él, pero no pude a pesar de necesitar sacar algo de toda la rabia que había guardado en mi interior durante demasiado tiempo.
— Creo que Bruce y tú tenéis mucho que hablar, Alfred y yo solamente entorpecería. Ya es suficiente estar con un solo desconocido, pero al menos, existen más posibilidades de recordar —me levanté del sofá y observé mi careta. Suspiré con pesadez y fijé mis ojos en el mayordomo—. Me alegra haberte devuelto a Wayne, Alfred. Espero que logres mantenerlo contigo esta vez —musité antes de ponerme la máscara.
— ¿Sucede algo, señorita Kyle? —preguntó antes de dar un paso vacilante hacia mí.
— Nada, Alfred. Creo que lo único que necesito es... un descanso —me encogí de hombros mientras caminaba hacia la puerta de la mansión.
— ¿Quiere que le diga algo al señor Wayne de su parte cuando despierte?
Me paré en seco durante unos instantes, cuadré mis hombros y terminé abriendo la puerta. Cuando la iba a terminar de cerrar tras mi espalda, miré hacia atrás con una pequeña sonrisa que intentaba ocultar mi tristeza.
— No, Alfred. Sería igual que perder el tiempo —le guiñé un ojo y terminé cerrando la puerta de madera detrás de mi espalda antes de caminar hacia un lugar seguro donde nadie me viese salir de esa mansión.Deambulé por las calles aún vacías. Gotham se estaba despertando. Mientras pasaba por ellas fui cogiendo algo de ropa, lo que más me gustase, igual que si fuese una tienda abierta solo para mí cuando eran las prendas secas de otras personas que las habían comprado con su esfuerzo. Me quité el traje y mi puse esa ropa en busca de poder pasar desapercibida si alguien me veía transitando a aquellas horas.
Me dirigí hacia un lugar más abandonado donde había más mendigos que población con hogar y les observé dormir a la intemperie dado que no tenían nada que pudiese abrirgarles. Un abrigo raído o un par de cajas en busca de algo de salvación de las bajas temperaturas, pero nada que pudiese llamarse hogar realmente.
Yo era como todos esos hombres, mujeres y niños. Tampoco tenía casa, era una inadaptada social que había jugado durante mucho tiempo a ese intento por ser otra persona, por ser una mujer importante en la vida de alguien. Había fracasado en mi juego. Seguramente, ahora que Bruce no recordaba nada de su pasado, encontraría a otra mujer, porque los sentimientos y el sufrimiento no eran iguales. Bruce no era igual. Ya no había nada que nos uniese.
Dicen que en el amor uno no debe jugar todas sus cartas, dicen que debe guardar una parte de sí mismo para no sufrir. No tienen idea alguna. No importa todo lo que te guardes para ti, todo lo que creas controlar el juego del amor, de la pasión y la seducción. No importa lo que disfrutes. No importa lo que consigas. Siempre llegará la partida en la que pierdas todo, lo poco o mucho que habías apostado y dolerá igual que si arrancasen la piel a tiras. Tampoco importa fingir que no importa, tampoco sirve creer que todo pasará. El sentimiento de dolor está ahí y aunque huyas, permanecerá contigo.
Me preguntaba si Catwoman seguía formando parte de mi vida porque yo así lo había querido o porque era lo único que me había dado una "vida" mínimamente de la forma que fuese. Ahora, solamente mirar mi propio traje me recordaba que no volvería a tener a mi compañero de juegos favorito.
Suspiré profundamente antes de llegar a una de las costas de Gotham. Me senté allí, observé el mar moviéndose de forma bravía y me pregunté a mí misma si tenía la valentía o si quería en realidad tomar el manto del murciélago como si hubiese sido mi culpa el que hubiese desaparecido de la faz de la Tierra.
Llegué pronto a la conclusión que si Gotham había sido egoísta y malvada conmigo, yo tampoco le debía nada y que lo único que haría sería vivir por y para mi propio beneficio, como siempre debía haber sido. Ahora era yo quien le declaraba la guerra a la ciudad.
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Rise of Gotham
FanfictionEl murciélago ha desaparecido y eso lleva a Selina a una encrucijada pues está dispuesta a mantener a flote la ciudad mientras regresa su justiciero, básicamente porque se niega a creer que Batman ha muerto.