Capítulo 12

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La noche solía ser el principal amigo de cualquiera que desease realizar cosas poco lícitas. Las reglas impedían que alguien se saliese con la suya a simple vista, y la mayoría nos escondíamos con la oscuridad de la caída de la noche. Sin embargo, ésta estaba resultando ser demasiado larga incluso para mí. Mis músculos estaban agarrotados y las temperaturas no ayudaban.

— Señorita Kyle, ¿me recibe? —la voz de Alfred me sorprendió hasta el punto de haberme olvidado por completo que llevaba uno de los intercoumunicadores del murciélago.

— Sí, Alfred, alto y claro. ¿Qué pasa? —le pregunté con el ceño fruncido antes de saltar hacia el edificio de enfrente notando mis mejillas completamente congeladas.

— De ahora en adelante le pediría que me llamase PennyOne, señorita Kyle. Es mi nombre en clave.

El carraspeo que acompañó a sus palabras casi me hace entornar los ojos en la mayor muestra del mundo de desconcierto. Los hombres y sus egos resultaban ridículos, yo misma estaba permitiendo que me llamase señorita Kyle cuando lo más usual hubiese sido que me llamase Cat o Catwoman por si las filtraciones patéticas, pero había pocas personas en toda Gotham que no supiesen quién era yo. De hecho, había perdido la cuenta de cuantos de mis pisos habían saltado por los aires gracias a la mafia, con los que me solía divertir jugando.

— Vale, PennyOne, ¿qué quieres?

— ¿Está segura de esto? Ambos deseamos encontrarle, pero dudo que él estuviese excesivamente contento si supiese a las dificultades a las que tendrá que enfrentarse sola.

No había duda de que era padre, de que aunque no había sido padre de su hija durante mucho tiempo, sí lo había sido de Bruce, cuidándole hasta en los momentos que el hombre que conocía desaparecía para transformarse en Batman, en un ser que estaba tan cerca del delito como de perder la cordura. No había demasiado que me diferenciase de él, salvo que yo sí había cruzado la línea del delito más de una vez y volvería a hacerlo tantas veces como desease.

— ¿Suele responderte esa clase de preguntas, PennyOne?

Escuché un suspiro al otro lado de la línea. Sabía lo que eso significaba. Batman le ignoraba o apagaría el intercomunicador para que no le molestasen con ese tipo de tonterías. A veces, la prudencia estaba muy reñida con todo aquello que teníamos que hacer para sobrevivir y tener un Pepito Grillo al otro lado de la línea no ayudaba demasiado a no pensar.

Entendía su preocupación. Lo más fácil es que me ocurriese algo, que nada de todo esto saliese bien, pero si no lo intentábamos jamás descubriríamos dónde estaba Batman y esta condenada ciudad lo necesitaba incluso más que nosotros mismos.

¿El plan? Tender una trampa al payaso era exactamente igual que perder el tiempo, así que no había más remedio que volver a meterse en Arkham, allí donde reinaba el caos para saber qué era lo que sabía Enigma. El principal problema era que ahora la policía estaba sumamente ocupada con ellos y no sabía hasta qué punto podría pasar desapercibida aunque fuese una de mis habilidades. Desde luego a las napias de Croc sería imposible engañarlas, pero si había la suficiente sangre criminal y policial derramada ya, no tenía porqué percatarse de un olor más.

Talia aún seguía en el interior. Se había puesto en contacto conmigo gracias a una de sus guerrilleras dentro de la mansión Wayne y finalmente, habíamos aceptado volver a trabajar mínimamente juntas para encontrar a Bruce. Además, Alfred se había encargado de intentar llamar a los miembros de la batfamily, pero la mayoría parecían estar apagados o fuera de cobertura. Bueno, en realidad, una forma sutil de decir que no contestaban porque no les apetecía. La supuesta muerte del murciélago no había sido algo fácil de llevar para nadie de todos los que le conocíamos. No obstante, yo no apreciaba ni lo más mínimo esa idiotez de dejar la ciudad. Seguramente Bruce tampoco hubiese dado palmas con las orejas, pero dependiendo del momento podía haber sido bastante más magnánimo de lo que yo sería. La de latigazos que les daría para ver si despertaban a la realidad no estaba escrito.

Entrar en Arkham antes había sido lo suficientemente fácil como para saber de sobra que me habían dejado pasar. Ahora, esperaba que todo ese enorme jaleo entre policías y villanos me ayudase para penetrar en el hospital sin temor a ser degollada antes de llegar a mi meta.

Gracias a Alfred había averiguado más fácilmente dónde poder poner fin de un solo movimiento a todas las cámaras del lugar. Parecía que cuando entraba Batman tenía un botoncito secreto para que no se pudiese grabar gran cosa de lo que hiciese.

El sonido de las espadas llegaba a mis oídos sin problema. Entrar en el asilo había sido mucho más sencillo de lo que esperaba. No obstante, no pude evitar pensar que me lo estaban poniendo demasiado sencillo.

Además del ruido de batalla, de los gritos, también se escuchaba una risa en una parte del edificio a la que yo estaba dirigiéndome. Busqué el camino más seguro hacia esa risa que me ponía los vellos de punta y terminé deslizándome por uno de los lugares más estrechos que había visto en mi vida, pero me había permitido adentrarme en la sala, en algo parecido a una pequeña ala contigua y nadie se había percatado de mi presencia a simple vista.

— ¿Crees que todo saldrá bien, pastelito?

Un momento, esa era Harley y estaba hablando con el Joker. Era al único al que llamaba así. Intenté buscar un lugar que me permitiese tener contacto visual, mínimo para saber quiénes estaban en esa sala hablando tan alegremente, sin embargo, cuando logré echar un ojo a la escena, allí no había Joker alguno. Harley estaba sentada encima de un escritorio y sentado en el sillón estaba Enigma. ¿Había cambiado de novio? Me sorprendería tal acción, pero agradecería que se hubiese dado cuenta de lo enfermiza que era su relación con ese condenado payaso.

La risa estridente salió del interior de la garganta de Enigma y sus labios se curvaron en una sonrisa, de esas amplias y malignas que parecían su seña de identidad.

— Por supuesto que sí. De hecho ya tenemos nuevamente a la gatita en casa... 

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