9. El accidente

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Capítulo

Viene caminando con una expresión serena en el rostro con las manos metidas en las bolsas del pantalón, trae un bolso enganchado en uno de sus hombros y al verme medio sonríe para luego darle un vistazo al suelo. Seguidamente, levanta su cabeza y me observa de un modo penetrante y a la vez extraña.

La rabia se sumerge dentro de mí que al instante lo fulmino con la mirada y me doy la vuelta. De forma rápida quitó las pocas lágrimas que aún tengo marcadas en mis mejillas y continuó con mi vista en el lago.

Era a la última persona que quería ver.

—No deberías estar aquí —escuchó que dice con su voz ronca acercándose a la roca.

—Eso a ti no te importa —añado molesta y orgullosa girando mi cabeza hacia él, quien se encuentra mirando el lago y detallo cómo exhala una risita y niega con la cabeza.

—¡Eres imposible princesa! —sus ojos se clavan en los míos y por un instante siento que puedo perderme en esa mirada tan profunda, así que agachó mi cabeza.

—¿Qué haces aquí Damián? —cuestionó bajito casi en un susurró enrollando mis brazos alrededor de mis piernas—. No vengas a molestarme porque no estoy de ánimos.

—No pretendo hacerlo —lo miro por el rabillo del ojo y frunce el ceño—. De verdad lamento mucho todo lo qué pasó con mi abuela —sonaba tan sincero que hasta le creí.

Claro, su abuela es la bruja de la directora.

Suspiró fuertemente al recordar la manera tan injusta en cómo ella se comportó conmigo, que de inmediato agarró mi bolso y bajo de forma diligente de la roca dispuesta a salir de ese lugar.

—¡Espera! —me jala del brazo de manera suave, y en ese momento experimenté un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo. Detallo su agarre y poco a poco voy levantando mi cabeza para mirarlo.

Él se queda callado por unos segundos hasta que quita su mano de mi brazo.

—Esto es tuyo —saca algo de la bolsa de su pantalón para entregármelo y quedo sorprendida al ver de lo que se trataba.

—Mi pulsera de amuleto —susurró súper anonada—. ¿Pero, co-mo... como es posible? —le preguntó y en su rostro se le dibuja una pequeña sonrisa intercalada. Y ese pequeño gesto me permitió entender todo. Por supuesto que él sabía quien era yo, siempre lo supo desde el principio.

¡Uy no! La cólera que siento en estos momentos es...

—¡Siempre supiste quien era yo! —espetó muy ofendida—. ¿Y por qué carajos hiciste cómo que no me conocías y te comportaste como un idiota? — gritó indignada mientras lo golpeó fuertemente en el hombro tanto que sufrí un dolor insoportable en mis nudillos, Asustada, agitó mi mano y observó como caen gotas de sangre.

¿Cómo es esto posible?

Quedó en shock aún sin poder creer lo que acaba de pasar. Damián de inmediato saca una camisa color gris de su bolso y la enrolla con cuidado en mi mano.

—Vamos te llevo a la enfermería —dice sumamente preocupado.

—Me duele muchísimo —expresó quejándome del dolor—. No entiendo cómo pasó yo...

Rápidamente, él sostiene mi brazo y me agarra la mano. Después, me impulsa a correr.

Me estaba muriendo del dolor no aguantaba mi mano derecha y la camisa que tenía enrollada a causa del viento se me iba a caer. Damián corría muy rápido, por lo que se me dificultaba ver por donde pisaba. Así que me solté de su agarré para acomodarme la camisa sobre mis nudillos y sin percatarme en ese momento me tropecé y caí en una piedra golpeándome la rodilla.

Sangre Heredera [#1] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora