La oscuridad envolvía la habitación de Jimin casi por completo; débilmente, la luz de la luna se colaba a través de las cortinas sin llegar a iluminar el rostro del rubio.
Afuera, las nubes intentaban ocultar la luna mientras las gotas de lluvia caían con fuerza como queriendo limpiar la maldad de aquella ciudad. Las estrellas aparecían y desaparecían cada tanto, inmóviles en el firmamento, manteniendo su brillo constante a lo lejos.
El silencio se deslizaba a través de las habitaciones en la casa. El padre de Jimin descansaba en su habitación con su alarma lista para despertarlo en algunas horas.
Mientras tanto, Jimin se removía incómodo en su cama. Una vez más, los recuerdos acudían a él en forma de pesadillas. Su voz atrapada en su garganta lo asfixiaba.
Siempre era lo mismo: un hombre aparecía junto a él, en su habitación, había voces susurrando y alguien llorando. En su pesadilla se sentía débil como una presa, no importaba cuánto intentase correr o esconderse porque nunca ningún lugar servía.
Caricias que detestaba, besos que lo callaban, manos que lastimaban su cuerpo y rompían su alma... Quería gritar, correr, escapar. Solo quería dejar de soñar porque el hecho de saber que eso sólo sucedía en su cabeza no lo consolaba de ninguna manera.
La desesperación crecía en su interior cada vez que se esforzaba por abrir los ojos y no podía. Quería gritar y su garganta se cerraba, intentaba moverse pero su cuerpo estaba paralizado; el miedo lo paralizaba.
Un pinchazo en la espalda, el dolor extendiéndose por cada célula de su organismo y al fin pudo abrir los ojos.
Yacía en su cuarto, acostado sobre la cama. No podía ver nada a causa de las lágrimas que no dejaban de salir, empapando su almohada, pero distinguía la oscuridad de la noche y la lluvia cayendo. No sabía qué pasaba pero tenía miedo de moverse.
De inmediato la puerta de su cuarto se abrió y un relámpago iluminó la habitación. Deseperado, su padre encendió la luz y corrió a su lado tomando sus manos.
—Jimin, Jimin, hijo, soy yo. Soy papá —hablaba preocupado.
Por más que el rubio deseaba decir que todo estaba bien, su cuerpo decía lo contrario.
—Jimin, no grites más, estoy aquí. Todo está bien, no te dejaré solo. Respira.
Las manos del señor Park temblaban al sujetar a su hijo. La lluvia caía a montones, acompañando las lágrimas del joven. La garganta de Jimin ardía y solo entonces supo que todo ese tiempo había estado gritando. Cerró la boca y tosió, su padre lo ayudó a beber un poco de agua y tomó asiento en la cama.
—Jimin, por favor. ¿Estás mejor, hijo? —con cuidado limpió las lágrimas que caían por las mejillas del rubio.
Jimin se quedó observando el rostro de su padre, quieto, en silencio. Quería decir que estaba bien pero no podía, tenía un nudo en la garganta y aún sentía miedo. Solo negó con la cabeza abrazando al hombre frente a él mientras comenzaba a llorar.
—Perdón, perdón. Perdóname —repitió en medio de su llanto.
—No, no. Perdóname tú a mí, hijo. Eres lo que más amo en este mundo, siempre te cuidaré.
Jimin solo pudo negar con la cabeza, abrazando más fuerte a su padre, pensando en que aquella promesa había sido rota hace años pero aquel hombre no lo sabía.
El señor Park se quedó toda la noche con Jimin, acostado a su lado, abrazándolo y contándole lindas historias hasta que la respiración del rubio se calmó.
El hombre mayor tragó en seco, sintiendo como si una roca aprisionara su corazón e inevitablemente las lágrimas cayeron por sus mejillas y las quitó con rapidez. Respiró hondo e hizo a un lado los pensamientos de autoreproche que tenía para sí mismo. Se sentía un mal padre por no saber qué era lo que ponía tan mal a su hijo. Se sentía un mal padre por no haber estado para Jimin cuando debía, quizás hasta hubiese podido evitar que pasara lo que tanto mal le había hecho a su hijo.
No podía pensar en nada más. Quería ayudar a Jimin y era caoaz de dar cuelquier cosa para que su pequeño hijo no tuviera nunca más esas pesadillas, pero el mundo no funcionaba así. Lo único que él podía hacer era aferrarse a la esperanza de que Jimin saldría adelante, que su hijo no estaría solo porque tenía a un padre que lo amaba más que a nada, un mejor amigo que lo consideraba su alma gemela y un chico castaño que era capaz de hacer cualquier cosa para verlo sonreír.
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Canta para mí [SIN EDITAR]
FanfictionCuando el odio de su familia logra destruir sus sueños, Jungkook comienza a trabajar en un supermercado. Sintiendo el peso de las mentiras sobre sus hombros, intenta huir de su pasado que poco a poco lo consume. Jimin es un joven bailarín contemporá...