Capítulo 22: Tú puedes ayudarlo

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Al día siguiente, el señor Park se fue de su casa avisándole a Jimin que volvería más tarde porque debía trabajar horas extras. El rubio solo asintió con una sonrisa y lo acompañó hasta la puerta.

Luego de conducir un rato, el mayor frenó en una cafetería y entró al local. En las últimas mesas, encontró a quien buscaba.

—Señor Park —saludó el joven, levantándose de su asiento.

—Jungkook.

Ambos se sentaron y ordenaron un poco de té.

—¿Qué sucede, señor? —tomó asiento el castaño, sus grandes ojos negros mostraban preocupación.

—Gracias por venir tan rápido. Iré al grano, es sobre Jimin.

—¿Qué le pasó? ¿Está bien?

—No, Jungkook, no está bien. Anoche tuvo una pesadilla, otra vez —suspiró.

—Pero usted había dicho que no tenía más pesadillas, ¿cierto?

—Sí, eso creía. Hacía más de tres meses que no tenía ninguna pesadilla —la desesperación con la que hablaba aquel hombre era casi palpable—. Pero anoche...

—¿Qué pasó anoche? —cuestionó dejando a un lado su taza de té. El señor Park negó con la cabeza.

—Me fui a acostar como siempre. Jimin había ido a su cuarto un rato antes y cuando pasé a verlo estaba dormido. Me acosté a dormir y desperté pasadas las cuatro de la mañana... con los gritos de Jimin —volvió a negar con la cabeza, intentando entender por qué le sucedía todo eso a su hijo—. Cuando entré a su cuarto, estaba acostado, llorando con los ojos abiertos y gritando. Encendí la luz, traté de calmarlo y cuando pudo sentarse me abrazó diciendo "perdón". Se disculpó conmigo una y otra vez —tomó aire y limpió una lágrima traicionera.

—Señor...

—No sé qué le sucede. Tengo miedo. No entiendo por qué le pasa esto, él siempre fue educado, tierno, generoso... Te pedí que vinieras porque ya no se qué hacer y siento que todo esto está destruyendo a mi hijo, poco a poco, día a día.

—¿Qué quiere que haga? —el castaño estaba dispuesto a hacer lo imposible por evitar que Jimin sufriera otra vez. El hombre mayor tomó las manos de Jungkook y lo miró con ojos llorosos.

—Yo... sé que quizás no está bien, que no deberíamos presionar a Jimin ni obligarlo a nada pero no se qué más hacer, estoy desesperado. Quería pedirte que le preguntes a mi hijo, directamente, qué sucede, qué lo pone tan mal.

—Señor Park... no creo que Jimin me cuente eso, muy seguramente crea que se lo contaré a usted.

—Por favor, Jungkook. Eres mi única esperanza, Tae está lejos y Jimin solo te tiene a ti.

El castaño guardó silencio, cerró los ojos y volvió a abrirlos. Ni siquiera necesitaba pensar su respuesta.

—Está bien, lo intentaré —la esperanza brillaba en los ojos de hombre frente a él.

—Muchas gracias, Jungkook, muchas gracias —sollozó agradecido—. Solo quiero que Jimin salga adelante y sea feliz.

Ambos permanecieron un rato en la cafetería, bebiendo sus tés y hablando de temas triviales, intentando alejar los recuerdos tristes.

Cuando comenzó a atardecer, el padre de Jimin se despidió del castaño y condujo hasta su casa. De alguna forma, sentía un peso menos sobre sus hombros; confiaba en el joven.

Jungkook se quedó sentado en su lugar, observando la calle, los autos, las personas... Era increíble cuántas personas pasaban junto a uno y nosotros sola las ignoramos, siguiendo nuestro camino, sin saber cuánto sufren, qué ocultan, qué necesitan. Tantas historias en el mundo... pero uno solo llega a conocer unas pocas a lo largo de su vida.
De cierta manera, uno elige a quién conocer, qué historia leer, en la vida de quién estar. Y Jungkook estaba dispuesto a formar parte de la historia de Jimin, si el rubio aceptaba estar en su vida.

Canta para mí [SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora