La mañana del trece de octubre Jungkook había despertado tarde. Muy tarde.
—No es cierto —exclamó desahuciado al ver sus jeans favoritos manchados con comida.
Rápidamente, el castaño se colocó un jean celeste, una remera blanca y sus botas.
Miró el reloj: las doce con cuarenta y dos minutos. Tenía exactamente dieciocho minutos para llegar a la panadería y retirar el pastel que había encargado para Jimin. Tendría que correr.
Cuando faltaban cinco minutos para la una de la tarde, Jeon dobló en la esquina y corrió hasta la tienda, encontrándose con un señor bajando la persiana del lugar.
—¡Espere! Por favor, encargué un pastel para hoy —gritó agitado observando el rostro serio de aquel hombre.
—Ya cerramos, pase mañana.
—¿Qué? No puedo, es para un cumpleaños —el hombre retomó su tarea de bajar la persiana—. Escúcheme, por favor, es para alguien muy importante para mi. Corrí más de veinte cuadras para poder llegar y aún faltan dos minutos para la una.
—Pues la próxima vez madruga, niño —habló serio, dejando caer aquel trozo de metal delante de Jungkook.
El castaño apoyó su frente en el frío metal y habló.
—Por favor, es para alguien muy especial. Fue hace unos meses pero yo... estoy enamorado. Todavía no sé cómo decirle lo que siento porque tengo miedo de estropear todo. Quiero que vea lo mucho que me importa y ni siquiera planee un cumpleaños genial, solo un pastel, pizza y películas.
Jungkook guardó silencio, esperando que algo sucediera, pero nada pasó. Sintiéndose un fracasado, tragó el nudo de su garganta y comenzó a caminar hacia su casa. El ruido de una puerta abriéndose llegó a sus oídos.
—Entra —habló el hombre, asomándose por la pequeña puerta de la persiana.
Con cuidado de no golpearse, Jeon entró a la panadería y caminó hasta el mostrador.
—¿A qué te dedicas? —preguntó secamente el hombre.
—Trabajo en un supermercado, como cajero.
—¿Es para la chica que te gusta? —volvió a preguntar, medio burlándose, al ver la decoración del pastel: glaseado rosa con forma de conejitos y un gran corazón blanco en el medio; las decoraciones eran delicadas y Jungkook había comprado velas con brillos porque Jimin decía que parecían see polvo de estrellas.
—Chico —corrigió el castaño, manteniendo su cabeza erguida cuando el hombre frente a él lo miró sorprendido.
—Entiendo —terminó de guardar el pastel y le entregó el recibo a Jungkook.
—Muchas gracias —hizo una reverencia y se dirigió a la puerta. El hombre, que podría haber sido el dueño del lugar o solo un empleado, abrió la puerta y volvió a hablar.
—No dejes que las personas te digan a quién amar. El corazón no juzga porque no ve: solo siente la honestidad de los actos y el amor. Estoy seguro que ese chico amará el pastel.
—Gracias —susurró sorprendido.
Al llegar a su casa, el castaño guardó el pastel en la heladera y comenzó a limpiar el departamento. El señor Park dejaría a Jimin en su departamento a las cinco, así que tenía cuatro horas para ordenar todo, bañarse, decorar el lugar, servir la comida y envolver su regalo.
Pasadas las dos de la tarde ya había terminado de limpiar todo así que comenzó a decorar el lugar.
Jungkook había comprado varios globos de colores que tenían impreso un lindo patrón de estrellas, los infló con helio y dejó algunos pendiendo en el techo del lugar, otros en los muebles de la sala, en la cocina, en el balcón y en su cuarto. Las girnaldas no eran de menor importancia por lo que las pegó en cada puerta, ventana y pared.
Una vez terminada la decoración de la casa, procedió a encargar la pizza y un poco de helado. Seleccionó un par de películas y preparó algunos platos, vasos, bebidas y bolsas de snacks.
Faltando poco más de una hora para la llegada del rubio, Jungkook entró al baño. Su cabello castaño goteaba sobre su espalda húmeda, su piel tenía aquel suave aroma a menta que le encantaba; solía ser un poco sensible a los aromas, por lo que usaba cremas, champús y perfumes con aromas suaves.
Con una toalla en sus caderas y otra sobre los hombros, abrió el armario. Luego de pensarlo bastante, tomó un jean negro, una camiseta gris y una chaqueta marrón. Se colocó su ropa interior, un par de medias y terminó de vestirse justo a tiempo para abrir la puerta y recibir la comida que había ordenado.
Colocando todos los trozos de pizza en los platos, los dejó sobre la mesada que separaba la cocina del comedor; guardó el helado en la heladera y acomodó su ropa por tercera vez.
—Todo está listo —comentó girando la cabeza, escudriñando cada rincón del lugar.
De repente, al observar un pequeño imán en la heladera, recordó algo.
—No es cierto...
Corrió a su cuarto y rebuscó en el fondo de su armario: una bolsa con globos de colores estaba bien acomodada debajo de varias sudaderas.
Eran las cinco menos diez y Jungkook había olvidado envolver el regalo de Jimin.
Con rapidez, buscó la cinta adhesiva, un moño y el regalo del rubio. Dobló la manta amarilla por la mitad repetidas veces hasta dismunir su tamaño, la apoyó sobre un papel de regalo (azul oscuro, cubierto de estrellas pequeñas), pegó todos los extremos y, cuando tuvo un perfecto paquete, colocó un moño blanco.
Suspirando, tomó asiento y con una letra prolija escribió "para el ángel que me salvó, Jimin", junto a un corazón. Abrochó la tarjeta en un extremo de la bolsa y guardó los dos regalos que tenía para Jimin: la manta y los boletos.
Dejó la bolsa sobre la cama y salió de la habitación cerrando la puerta detrás de sí, ya habían tocado el timbre: eran las cinco en punto.
Presionó el botón de apertura para que Jimin pudiese entrar al departamento y subir hasta su piso. Las manos del chico temblaban levemente y no podía quedarse quieto.
Jungkook caminaba de un lado de la sala a otro cuando tres golpecitos en la puerta lo hicieron sobresaltar.
Ya era hora.
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Canta para mí [SIN EDITAR]
FanfictionCuando el odio de su familia logra destruir sus sueños, Jungkook comienza a trabajar en un supermercado. Sintiendo el peso de las mentiras sobre sus hombros, intenta huir de su pasado que poco a poco lo consume. Jimin es un joven bailarín contemporá...