Capítulo 36: Oscuridad

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Al momento de recibir los mensajes de Jimin, Jungkook corrió a despertar al señor Park y Taehyung.

—¿Hay que esperar a la policía? —preguntó Tae.

—Jimin dijo que tiene un arma. Mis padres son capaces de cualquier cosa, yo no esperaré a la policía —negó Kook.

—No irás solo. Tae prepara el auto —el mayor le entregó las llaves al chico y llamó a la policía para avisar lo sucedido.

—Yo entraré primero —habló Jungkook. Los tres iban en camino a la casa de los Jeon y sabían que estarían en peligro al entrar allí, pero Jimin ya estaba en peligro.

—Taehyung y yo podemos entrar por detrás de la casa, ¿hay puertas o ventanas? —inquirió el mayor.

—Sí, hay una puerta que da a la sala de estar y al patio. Hay una ventana en la planta baja que da al cuarto de limpieza; en la planta alta hay tres ventanas y una puerta con balcón: todas dan a las habitaciones y la que tiene balcón es la principal, la de mis padres.

—De acuerdo, ¿hay forma de subir? —Tae realizaba un boceto de la casa sobre una hoja.

—Hay algunos tablones incrustados a ambos extremos de la casa, los pusieron para que sirvan de escalones y así poder subir. Solo espero que sigan ahí. Sobresalen unos centímetros y están bien agarrados, es fácil escalar.

—Listo.

El señor Park estacionó su auto una cuadra antes de llegar a la casa y Tae les enseñó su plano del lugar. Discutieron algunos detalles y bajaron del auto. Los tres caminaban juntos, intentando verse tranquilos y sin llamar la atención. Pero cualquier persona llamaba la atención si caminaba a las siete de la mañana, un domingo, en una calle desierta.

—¿Qué haremos con el tema del arma? —cuestionó Taehyung, cuando doblaron en la esquina.

—¿Crees en Dios? —preguntó Jungkook.

—No —respondió.

—Podría ser un buen momento para creer en Él.

Jungkook introdujo la llave en la cerradura del frente y la giró: internamente, dio gracias por no haber tirado aquella copia.

—Iremos por detrás —susurró el mayor, desapareciendo junto a Tae.

El castaño abrió la puerta y entró. La casa estaba a oscuras y no se escuchaba ni un ruido. Con cuidado, bajó al sótano: vacío. Entró a la cocina, el comedor y no había nadie.

Se quitó sus zapatos y subió la escalera a paso lento, intentando que las escaleras no crujieran bajo su peso. Al llegar arriba, había cinco habitaciones: la de Jungkook, la de su hermano, una para invitados, el baño y la de sus padres.

Primero entró a su cuarto y sintió sus ojos cristalizarse al ver la habitación totalmente vacía. No había ninguna silla, no estaba la cama, ni siquiera sus pósters estaban en la pared. No parecía que él hubiese vivido allí alguna vez. Ignoró el dolor en su pecho y se reprochó por sentirse mal cuando Jimin seguro estaba peor que él.

Luego entró al baño, al cuarto de invitados y a la habitación de Jungwoo: todas estaban vacías, solo quedaba la principal.

—Dios, sé que nunca te hablo ni nada pero por favor ayúdame —suspiró en voz baja.

Caminó los pasos que lo separaban de la habitación y giró el pomo. El ruido de un disparo lo hizo entrar de golpe, preocupado.

El señor Park parecía recién haber entrado al lugar por la ventana y su madre debió haber intentado dispararle, pero ahora el arma apuntaba al pecho del castaño. Con una destreza sorprendente, Jungkook se movió a un costado, esquivando la bala que fue a perforar la puerta. El padre de Jimin golpeó la parte trasera de la rodilla de la mujer y cuando Jen cayó de rodillas al piso, Jungkook pateó la mano de su madre, quitándole el arma.

Canta para mí [SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora