Capítulo 9: Enfrentar el pasado, juntos

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Ambos chicos se encontraban en el jardín de la casa de Jimin; pocos centímetros los separaban y era notorio el hecho de que ninguno quería que ese día terminara.

—Me divertí mucho hoy —habló Jungkook.

—También yo. Gracias por hacer esto juntos, ya sabes, patinar —sonrió Jimin.

Si observabas la escena desde lejos, no podías decir cuál de los dos estaba más nervioso y feliz.

—Gracias por invitarme —sonrió el castaño, apoyando una de sus manos sobre la columna del porche.

—No fue nada —se relamió los labios Jimin observando los ojos de Jungkook, quien se acercó aún más al cuerpo del pelinegro.

—Me gustó pasar tiempo contigo —la otra mano del castaño se posó en la cadera de Jimin, acariciándola— ¿Te duele?

—No —susurró Jimin.

—Que bueno...

—Me gustan tus ojos —exclamó en voz alta el pequeño Park Jimin, provocando una sonrisa sincera por parte de Jungkook.

—Y a mi —acercó su rostro al de Jimin— me gustan tus...

La puerta de entrada se abrió de golpe y ambos chicos se separaron rápidamente con las mejillas sonrojadas.

—Hola niños, no sabía que ya habían llegado -saludó el señor Park— ¿Qué tal les fue?

—¡Muy bien, papá! Jungkook es genial —sonrió Jimin observando al castaño a su lado.

—Oh —el padre del pelinegro sonrió y Jungkook tragó en seco—. Me alegro mucho porque había pensado en que podría quedarse a cenar hoy. ¿Qué dicen?

—¡Sí! —se apresuró a responder Jimin.

—No sé si sea buena idea —rascó su nuca el castaño y al ver la expresión del señor Park siguió hablando—. No digo que usted tenga malas ideas, no. Solo que yo no soy muy bueno socializando... Es decir, no creo ser muy...

Colocándose frente al castaño, Jimin hizo un tierno puchero que hizo callar a Jungkook.

—¡Porfi! —pidió abultando sus labios. Ignorando el mini infarto que acababa de sucederle, Jungkook respondió.

—Está bien.

El señor Park sonrió y dejó pasar a ambos jóvenes.

Apenas terminaron de sacarse sus zapatos, Jimin tiró de la mano de Jungkook para llevarlo a su habitación. Mientras, el muy amable señor Park cocinaba.

—¿Te gusta? —preguntó el más bajo.

La habitación de Jimin era cálida, tan cálida como el chico que vivía allí. Las paredes eran de un bonito color durazno muy claro; los muebles eran blancos y tenían detalles en rosa, rojo, azul y púrpura.

La cama era como para dos personas y poseía una colcha blanca con puntitos de todos los colores. Además, el ropero (que ocupaba media pared frente a la cama) tenía un bonito espejo de cuerpo completo y era de madera oscura.
El escritorio estaba bajo la ventana, frente a la puerta.

Si se observaba a detalle la distribución de los muebles, llamaba la atención todo el espacio libre que había en el centro de la habitación. Pero si sabías que Jimin era bailarín, entonces no era nada extraño.

—Es tan... tú —finalmente respondió Jungkook.

—¿Eso qué significa? —ladeó su cabeza con curiosidad Jimin.

—Significa que es tan cálida y hermosa como tú —"y pequeña" añadió para sí mismo; con una sonrisa, se acercó a Jimin.

El pelinegro retrocedió y su espalda chocó con el ropero, levantó la vista y sus ojos marrones se encontraron con los negros de Jungkook.

—Y a mi me gustan tus ojos —con su mano acarició el rostro de Jimin, hasta llegar a la barbilla del chico.

—Jungkook...

—¿Sí, Jimin?

—¿Qué estás esperando? —susurró apretando con sus manos pequeñas la chaqueta del más alto.

—Tengo miedo —apoyó su frente en la de Jimin y cerró los ojos, intentando ignorar las lágrimas que se acumulaban detrás de sus párpados—. Sólo nos conocemos desde ayer.

—¿De qué tienes miedo?

—De todo —una lágrima se deslizó por su mejilla, con ternura, Jimin la quitó.

—¿Qué es todo? —el pelinegro lo guió hasta la ventana y ambos se sentaron allí.

—Todo —negó con la cabeza mirando el piso.

—Jungkook... —con cariño, Jimin acarició los cabellos castaños de Jeon.

—Jimin —lo llamó Jungkook, volteando el rostro y observando los dulces ojos del pequeño Park—. No tengo nada para darte. No tengo una familia, no tengo mucho dinero, trabajo en una tienda ocho horas al día, vivo en un pequeño departamento, tengo un pasado que día a día me consume... Mereces a alguien mejor que yo.

—Conejo tonto —frunció el ceño Jimin.

—¿Qué?

—Eres un conejo tonto —se cruzó de brazos- ¿Quién eres para decir qué merezco y qué no?

—Bueno yo...

—¡No puedes decidir por mí! —enojado, comenzó a caminar por la habitación—. ¡No me importa nada de lo que dijiste! O sea, me importa pero eso no quita que tú me...

Al darse cuenta de lo que estaba por confesar, Jimin cerró la boca y abrió los ojos de par en par.

—¿No quita que yo te qué? —apresurado, Jungkook se acercó al pelinegro con miedo— ¿Jimin?

—Jungkook, ¿qué te hace pensar que yo no tengo un pasado doloroso que día a día me consume con una tortuosa lentitud? —preguntó con lágrimas en los ojos.

—No... No lo sé. Yo solo, creo que por cómo te acercaste a mí y cómo te preocupaste... pensé que estabas bien —agachó la cabeza el castaño, avergonzado.

—Pues no, Jungkook.

—Perdóname, por favor.

—No tengo nada que perdonarte -sonrió débilmente Jimin.

-Quizás... —con sus manos, Jungkook sujetó las de Jimin— podamos salir adelante...

—¿Juntos? —preguntó el más bajo, tragando el nudo en su garganta y alejando los feos recuerdos.

—Juntos —confirmó Jeon.

Poniéndose en puntas de pie, Jimin acercó su rostro al de Jungkook y lo besó.

—Siempre quise hacer eso —rió Jimin.

—¿Un beso esquimal? —sonrió con ternura Jungkook.

—¡Sí! ¿No es tierno?

—Demasiado. ¡Quiero otro! —pidió el castaño, emocionado.

Con una cálida risita, Jimin acercó nuevamente su naricita a la Jungkook y la acarició, dándole un beso esquimal.

Canta para mí [SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora