—Mil quinientos treinta y dos, mil quinientos treinta y dos...—repetía en voz baja el peliazul, observando los números de las casas.
Afortunadamente, ese día no hacía frio ni calor, así que podía caminar tranquilo. Era miércoles pero no había mucha gente en la calle ya que era horario laboral.
Luego de haber almorzado con su padre, Jimin le había dicho que iría al parque con Jungkook y pasaría la noche en la casa del menor... lo cual no era del todo mentira, ya que planeaba ir a la casa de los Jeon, más no planeaba pasar la noche allí.
—Mil quinientos treinta y dos, genial. Es aquí —exclamó observando los números dorados.
La casa de los Jeon se veía elegante y bonita por fuera. Las paredes eran blancas sin ninguna mancha de barro o humedad; tenían un jardín en el frente con pequeños arbustos pero sin flores; las rejas eran mucho más altas que Jimin y estaban pintadas de dorado. La puerta de entrada tenía los números en dorado, los cuales combinaban con las rejas, además de un pequeño timbre negro y plateado.
Más ansioso que nervioso, el peliazul apoyó su mano en el pomo de la puerta de reja que, como si huebiese escuchado su ruego, cedió ante su tacto. Siguiendo el sendero de piedras blancas, Jimin evitó pisar el césped. Una vez frente a la puerta, respiró hondo y tocó el timbre.
—Cinco segundos, no más, sino es considerado grosería —susurró para sí mismo, acomodando su gorra negra y recordando las palabras de su padre.
—Hola joven, ¿en qué puedo ayudarle? —preguntó una mujer, abriendo la puerta.
Jimin frunció el ceño, sin duda aquella era la señora Jeon, la madre de Jungkook... pero se veía tan buena y amable que tardó unos instantes en reaccionar.
—Oh, mil disculpas si la interrumpo —hizo una reverencia y sonrió—. Soy Jimin, un amigo de Jungwoo, estudiamos juntos durante el secundario. Hace unos días hablamos por Instagram y me dijo que aquí vivía, así que pensé en pasar a saludarlo.
—Oh, lo siento pero mi hijo está en la Universidad de Busán ahora. Se marchó anteayer. Pero pasa, puedo ofrecerte un poco de té y galletas.
—Muchas gracias.
Inclinándose con respeto al pasar junto a la mujer, Jimin se adentró a la casa de los Jeon.
Si por fuera parecía hermosa, por dentro era aún mejor. Las paredes eran de un suave color tostado, el techo blanco y todas las habitaciones estaban separadas con puertas; solo la entrada y la sala se conectaban, al igual que la cocina y el comedor.
De camino al comedor, Jimin distinguió unos cuantos portarretratos sobre los diferentes muebles. En todas las fotografías, se veía a una mujer junto a un hombre muy parecido a Jungkook y un niño que en otras fotos ya era todo un adolescente. El peliazul sintió un sabor amargo en la boca al notar que no había ninguna foto del castaño.
—Así que, Jimin, ¿a qué te dedicas? —preguntó la mujer alisando la falda de su vestido azul. Ambos habían terminado sus tés con galletas dulces.
—Estudio literatura, aquí en la Universidad de Busán —sonrió, intentando ocultar su nerviosismo.
—Oh, qué interesante. A mi marido siempre le ha gustado leer, pero yo prefiero escuchar música.
—¿Le gusta la música, señora Jeon?
—Por supuesto, querido. Es una de las pocas cosas que tenemos en común mi esposo y yo —respndió la mujer, cubriendo su boca con una servilleta al reír levemente.
—También adoro la música, antes solía ir a karaokes con mis amigos de la Universidad pero ya no tengo tiempo por todos los exámenes y las materias —suspiró intentando verse afligido; el mismo Jimin estaba sorprendido por lo bien que actuaba.
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Canta para mí [SIN EDITAR]
FanfictionCuando el odio de su familia logra destruir sus sueños, Jungkook comienza a trabajar en un supermercado. Sintiendo el peso de las mentiras sobre sus hombros, intenta huir de su pasado que poco a poco lo consume. Jimin es un joven bailarín contemporá...