Una mujer de rojizos cabellos seguía a su esposo por toda la casa, rogándole por millonésima vez poder adoptar un gatito. Diego se negaba rotundamente a ello, pues no le parecía necesaria una mascota.
—Vamos~ por favor, adoptemos un gatito. Uno de la calle, que esté solo y necesite una familia.—
—No no no, sé cómo funcionan esas cosas.—Diego terminó de tomar su café y caminó hasta la entrada de la casa—. Empiezas con un gato y cuando te das cuenta tendrás 5 más.—
—Solo será uno, yo lo cuidaré y-
—¡no quiero un puto gato, ____!—exclamó el hombre ya un poco cansado.
Su ceño fruncido se suavizó al ver que su mujer se había afligido un poco con aquello. Se había pasado.
—¿sabes? No era necesario ser tan brusco.—abrió la puerta.
—Lo siento, cariño.—Diego salió—. Pero no-
¡Bam!
La mujer le cerró la puerta en la cara, dejando a Diego más que frustrado.
Diablos... todo por un gato que ni siquiera tenemos.
°•°
Durante todo el día, Diego se sintió pésimo. Su esposa sólo quería una mascota y él se sacó de quicio sin razón.
La cagué...
—Por el ceño fruncido deduzco que volviste a cagarla con tu esposa.—el jefe del departamento policial se acercó a Diego—. ¿otra vez pasaste la noche afuera?—
—Ella quiere un gato...—
—Pues dale un gato, es preferible eso a que pida un niño...—
—Bueno, es un buen punto.—
°•°
Un fuerte chaparrón empapó por completo la ciudad, haciendo que el notable mal humor de Diego empeorara.
—Helado de chocolate y fresas...—el hombre corrió hasta su auto—. Esa será mi salvación.—
El segundo de los Hargreeves condujo hasta la heladería favorita de su esposa y tras comprar un pote enorme de sus sabores favoritos, salió nuevamente a la lluvia. Acomodó el helado en el asiento del acompañante y, cuando pretendía subir al auto, unos leves maullidos le llamaron la atención. Siguió el débil llamado, encontrándose con un pequeño gatito en el callejón junto a la heladería. El animalito se encontraba refugiado en una caja a punto de derrumbarse, tiritaba de frío.
—¿esta es la parte donde me da pena y te llevo a casa?—el gatito lo miró con curiosidad, haciéndolo sonreír—. Ven... algo me dice que necesitas una familia tanto como yo necesito una ofrenda de paz.—
°•°
____ miraba el canal de noticias algo aburrida, cuando escuchó la puerta principal abrirse. Si conocía a su esposo -y lo hacía muy bien- llegaría con algo de helado y la cola entre las patas, arrepentido de haber sido tan idiota. Suspiró antes de levantarse e ir a recibirlo.
—¿pero qué...?—
Cuando se acercó a la entrada y se encontró a Diego completamente empapado con un gato en brazos, no pudo evitar sonreír.
—Estás empapado...—
—Sí, la lluvia está muy fuerte y-
—Ven, te secaré.—
Ignorando al hombre, ____ tomó al animalito y rápidamente lo envolvió en una toalla.
—... ¿de verdad seré reemplazado por un gato que ni conoces?—Diego se quitó la chaqueta y la lanzó al cesto—. Estoy ofendido... y algo celoso.—
—Ya, solo quería molestarte.—____ se le acercó y besó dulcemente sus labios, haciendo que Diego sonriera tontamente—. Gracias...—
—Lindo... por cierto, ya tiene nombre.—
—¿ah si?—
—Se llama Número Cero.—alzó las cejas divertido—. Cool ¿no?—
—Lo que tú digas, Número Dos... ¿qué te parece si te das un baño y luego cenamos?—
—¿me acompañas en la ducha?—____ rió dulcemente.
—Como quieras, pero primero veamos qué le podemos dar de comer a Cero. No compraste nada para darle.—
—Helado... tiene cara de que le gusta el chocolate.—
—¡no!—
El pequeño gatito miraba confundido como el par de humanos se abrazaba y reía dulcemente. Sin duda tenía un nuevo hogar, con una familia no muy grande pero que desbordaba cariño.
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