Ella hunde la mirada en el suelo, tensa, preocupada. Finalmente siento que suelta aire, y se alista para poder enfrentarme.
- Max se los ha regalado.
- Oh… - susurro. Guardándome mi expresión en lo más dentro de mí. __________ se queda quieta en su sitio, esperando obviamente otra actitud en mí. Pero hago caso omiso a su petición, y en cambio trato de concentrarme en jugar con Sofia. Aunque mi cabeza está en otra parte, sé que solo Sofia podría salvarme a _________ y a mí de una discusión más.
Los minutos han pasado rápido.
Le he prometido a Sofia que estaría aquí cada vez que ella lo pidiese, y que ________ me lo haría saber. Está tan grande. Puedo notar que se está empezando a parecer a __________ mucho más. Y está preciosa. Tiene el cabello más largo, y esos vestidos que su madre le pone le quedan perfectamente bien.
Al salir de la habitación, _________ está puesta de pie, observando los edificios en la ventana. Está puesta de espaldas, por lo que no puede verme. Y por lo que me permite observarla, sin ningún remordimiento. Suspira. Yo doy paso hacia atrás. Pero todavía no puede notarme, así que me concentro porque esto valga la pena. Mis ojos bucan un punto al que yo pueda aferrarme, y así lo hago, subiendo lentamente la mirada desde su pies hasta llegar a su cintura. Es mi chica. Todavía lo es. Y aunque sé que encontrará a muchos hombres mejores que yo, tendrá mis manos tatuadas en su piel así como su nombre reposa en la mía. Me centro en su espalda. Puedo imaginármela desnuda. Desnuda para mí. La he tocado tantas veces que podría jurar que he trazado un camino en ella. Y su cuello, suave, delicioso. Me pertenece. Al igual que cada parte de su boca.
- ¿Ya te vas? – ella se voltea, haciendo que tenga que cerrar y abrir los ojos al mismo tiempo. Puedo notar que se ha percatado de que he estado aquí, mirándola, por un largo tiempo.
- Sí… tengo cosas que hacer.
- Esta bien, puedes venir cuando quieras.
- Sofia tiene algo que decirte, algo que hemos quedado ella y yo.
- Seguro me lo hará saber.
Asiento. Volvemos a quedarnos en silencio. ¿Cómo es posible que hace una semana ambos éramos los mejores amigos y ahora no podíamos decirnos nada?
- ¿Te estás viendo mucho con Max? – frunzo el ceño suavemente. Mi tono de voz no delata celos, pero sus ojos sí delatan sorpresa. – No estoy preguntándote esto como una especie de reclamo, solo me sorprenden los regalos para Sofia.
Ella se queda callada, buscando una respuesta.
- Él se los dio directamente a ella, no pude decirle que no a Elisabeth una vez que ella había visto todas esas cosas…
- Vale. No te preocupes, así son los niños. – le sonrío. Ella hace lo mismo. Puedo notar por unos segundos que está mirando mis labios, lo que está pensando en ese momento la hace sonrojar muchísimo. – Tengo que irme. – repito, ella asiente rápidamente, con aire desilusionado en su mirada. Me duele saber, que estoy haciendo justo lo que ella no quiere que haga, pero que a la vez sabe que debo hacer.
Me acerco a ella a pasos lentos y cuando estoy lo suficientemente cerca, beso su mejilla derecha rápidamente. Sin ningún sentimiento extra. Aunque todo dentro de mí solo me está ordenando que acabe con todo el maldito hielo que ella y yo estamos creando entre nosotros. Su olor me evade. Huele tan bien, maldición. Pero logro mantener la concentración y me instinto interior hace que me separe de ella justo a tiempo. Estoy libre de ella. Me alejo, despidiéndome con la mano, abriendo y cerrando la puerta de su departamento. Y una vez fuera, me invaden las ganas de pasarme las siguientes horas fumando como lo he venido haciendo durante las últimas noches sin ella.
++
Estacionó la Harley Davidson, pero no se atrevió a bajar de ella. Con las gafas de sol puestas, se concentró en observar por el retrovisor todo lo que estaba sucediendo. De vez en cuando se movía para poder seguir la imagen. En el espejo, un Audi del año estaba estacionado bajo el edificio de Emily Prescot. Hace días que no sabía de ella. No tenía el suficiente valor para poder llamar o tal vez ir a por ella, una de esas noches que tanto había extrañado tenerla en sus brazos. Tenía que aceptarlo, lo había jodido todo de la peor manera posible. Y ahora… observaba fijamente, como el hombre dentro del Audi, besaba a Emily en la boca, devorándosela con ganas.
Sabía de esto.
Sabía que Emily había renunciado a muchísimos pretendientes de autos caros y buen calzado, por estar con él. Con un tipo ordinario con una vieja Harley Davidson, y que encima, se portaba como un cerdo con ella. Lo que estaba observando ahora, era como sus consecuencias se veían reflejadas en aquella imagen. Se lo había buscado.
Golpeó el espejo retrovisor, haciendo que este girara con brusquedad. Ahora no podía ver nada, más que la rabia irradiando en cada parte de su rostro. Giró las llaves de la moto y la hizo rugir fuerte. La poca gente de su alrededor se volteó a mirarlo. Pero aquella gente le interesaba demasiado poco como para preocuparse. Él solo quería que Emily clavara su mirada en él por última vez. Así que la hizo rugir más. Más y más. Hasta notar que ella y el tipo que estaba con ella en el Audi, se voltearon a mirarlo. Emily abrió los ojos, tapándose los labios con ambas manos. Pudo notar la furia de Travis, al sentir a sus fríos ojos azules a través de esas gafas de sol. Y quiso con toda su alma retenerlo, abrazarlo, calmarlo a base de besos… pero era muy tarde.
Lo siguiente que pudo ver, fue como Travis se acercaba a ellos, rugiendo sobre la Harley Davidson. Empedernido, aceleró con fuerza y calculó para que el extremo final de su moto chocara con la puerta en la que estaba el tipo que acompañaba a Emily, aboyando el auto. Y volvió a rugir la moto, acelerando con fuerza a quién sabe dónde. Y desapareciendo, hasta quién sabe cuándo.
++
- ¿Piensas mudarte a Washington? – preguntó Max, al otro lado de la línea.
- No lo sé… es algo que tendré que pensar seriamente. Todavía necesito hablar esto con Justin.
- Sí, claro, es entendible. – afirmó Max. Guardó silencio y minutos después de atrevió a hablarle. – Peterson… la empresa no quiere perderte, haces muy bien tu trabajo y he estado hablando con uno de los jefes de personal, dicen que no habría problema en que te trasladen a Washington. Así seguirías teniendo el mismo puesto.
- Por Dios… ¿es en serio? – preguntó ________, totalmente entusiasmada.
- Completamente. – reafirmó. – Lo único que necesito es que viajes conmigo y, obviamente, con un grupo más del personal del banco, a Washington este fin de semana. Sabes muy bien lo difíciles que son los jefes de banco en esa ciudad, necesitan evaluarte… pero no será la gran cosa, solo lo necesario. Lo harás bien.
Y aquello sonaba tan tentador.
- Por supuesto que sí, acepto. – dijo ella sin pensarlo dos veces.
- Será un buen viaje, Peterson. – Max sonrió al otro lado de la línea. Dentro de sus pensamientos, sabía muy bien por qué este viaje sería bastante bueno para ella. Y por qué lo sería para él. Y es que muchas cosas estarían a punto de descubrirse en ese corto fin de semana. Y ella… se lamentaría una y mil veces haber aceptado aquella oferta. – Un muy buen viaje.