Capitulo 45

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- Tengo que irme. – balbuceó ella, sin ganas si quiera de moverse de esa posición. Estar cerca de él era delicioso.

- Ya lo sé, ya lo sé… - susurró él, sin despegarse de ella.

- Perderé el avión, Justin.

- Ya lo sé…

Sabiendo que él no cambiaría su posición, tuvo que colocar ambas manos sobre las de Justin, haciendo que poco a poco este las baje de entre su rostro. Así quedó liberada, pero todavía tenía sus manos enredadas con las de Justin. El contacto con su piel le hizo estremecer. La mirada de ________ bajó primero hacia las manos de Justin, entrelazadas con las suyas, y luego subiendo hacia su mirada, llena de fe en ambos. Sin antes poder reaccionar, se inclinó un poco hacia él, poniéndose de puntillas para poder llegar a la altura de su boca, pero antes de que pudiera besarlo, su móvil empezó a sonar entre sus bolsillos traseros del jean.

Justin se quejó en voz alta.

- ¿Hola? – saludó ________ contestando la llamada. Se limpió las mejillas y trató de mejorar su voz.

- ¿Sigues en tu departamento? – le preguntó Max en la otra línea.

__________ miró hacia Justin, que empezaba dar vueltas en todo el departamento. Lucía algo cabreado por la reciente interrupción.

- Sí, ¿por qué?

- Espero que esto no te moleste, pero me he pasado por tu edificio para recogerte. Estoy abajo. – le dijo en un tono amable.

Ella abrió un poco los ojos. Joder…

- Preferiría irme yo sola. – le respondió ________, tratando de bajar la voz en lo posible para que Justin no le escuchara, pero este se volteó de inmediato al escucharla decir esa frase.

- Vamos, es mejor irnos juntos a que llegues sola.

- Max, de verdad puedo irme sola.

“Max”… ese nombre quedó estancado en el ambiente y en los oídos de Justin. Y es que ahora empezaba a entenderlo todo. La versión que ___________ le había dado respecto al viaje a Washington era sumamente diferente. Sí, sabía que iba por una oferta de trabajo, pero no tenía idea de que Max le acompañaría en el viaje, lo cual definitivamente cambiaba la cosa.

- ¿Qué puedo hacer para que aceptes mi oferta? – suplicó Max, todavía hablando por teléfono.

- Es que ya he pedido un taxi, muchas gracias, de verdad. – se disculpó _________. Pero ahora mismo no prestaba atención a la reacción que Max pudiera tener después de su negativa a ir con él, sino en Justin, en cómo la miraba. – Vale. Sí. Nos vemos allá. – colgó la llamada y el silencio sepulcral duró apenas un par de segundos.

- Dijiste que él no iría contigo.

- Sí, pero…

- ¡Me lo dijiste! – gritó él, totalmente empedernido. Ahora mismo no se parecía nada al Justin de hace unos minutos. – ¿Quiénes más irán?

- Cálmate, por favor.

- ¡¿Quiénes más van a ese maldito viaje?! – gritó otra vez. Las venas en su garganta lo podían decir todo. Estaba cabreado. Cabreadísimo con ella.

- Sabía que reaccionarías así.

- ¿Te sorprende? Ese imbécil irá contigo y creo que tú mejor que nadie sabe las intenciones que tiene.

- ¿Piensas que voy a dejar que pase algo? Quizá Justin, tengo mejores planes que liarme con mi propio jefe. – ella alzó la voz, mirándole sin detenerse ni un solo segundo.

- Oh claro, claro… eso lo dices ahora, pero sé perfectamente lo vulnerable que eres __________.

- ¡Basta! – gritó ella. Él sabía exactamente cómo lograr hacerle poner totalmente furiosa. – Tú y yo no tenemos nada, ¿Qué te parece si vas a acostumbrándote a la idea?

- Sí… - él susurró, hundiendo la mirada en el suelo. – Tienes toda la razón. Tengo que acostumbrarme a la idea de qué seguramente vas a follar con ese tipo.

- Eres un imbécil, Justin. – le dijo sin ataduras. Mirándole fijamente. – Un completo imbécil. – tragó saliva. Al observar su rostro notó que sus palabras le dolían más de lo que había llegado a imaginar. De pronto no era el Justin que hace unos segundos intentaba herirla, sino un Justin indefenso que necesitaba de ella. Pero vamos, no podía quebrarse en ese momento. – Piensa lo que tu mente de mierda quiera pensar, yo tengo que irme.

Decidida, cogió el aza de la maleta e hizo girar las ruedas hasta encontrarse de bruces con la puerta principal. Cerrada. Dispuesta. Lista para que se fuera y esta vez en los peores términos con él. Esto definitivamente había sido todo. Ya ni siquiera cabía en ella un mínimo rayo de fe. Había acabo. Esta vez sí había acabado.

- Haz esto rápido. – le dijo él con ira en los ojos. Sabía muy bien que había hecho todo lo posible por no salirse de control, pero hoy más que nunca, había sido demasiado tarde. – Si quieres irte con él, solo hazlo, pero antes déjame decirte algo… - subió la mirada hacia ella. Hecho fuego. Convertido en una bestia con ganas de hacer daño. Esta vez sin pensar en nada. Ni en él. Ni en ella. Ni en Sofia. Ni siquiera en el mundo. Estaba completamente cegada por los malditos celos, y por la jodida ira que siempre terminaba manipulándolo. – Si te vas, nunca más me volverás a ver.

Sus palabras quedaron en al aire, cuando en vez de observar a ____________ regresar hacia él, la observó cerrando la puerta de un portazo.
Dejándolo solo, una vez más, pero esta vez con una promesa que cumpliría: no lo volvería a ver jamás.


++

En serio había sido todo…

Podía sentir las últimas palabras de Justin chocando fuerte contra su débil corazón. Y pensar que segundos antes de la llamada de Max habían estado a punto de besarse de nuevo. En cambio, ahora ella estaba a tres horas de él. A 350 kilómetros de él. Lejos. Totalmente lejos y fuera de su alcance. No había recibido ninguna sola llamada en lo iba del día. Y sabía muy bien, como lo conocía, que no la recibiría. Que esta vez verdaderamente no había ningún camino por el cual ambos pudieran luchar por tenerlo todo de nuevo. Se había acabo.

¿Y qué iba a hacer ahora? A pesar de sus tercos intentos por creer que tenía una brújula que podía guiarla, en ese momento no podía evitar sentirse perdida. Él era su brújula. Su “camino a casa”. Nunca le había dicho algo así, y ahora mismo lloraba porque nunca más tendría la oportunidad de decírselo.
Todavía sollozando, buscó entre su ropa algo adecuado para la cena de esta noche. Tenía que pensar, que en algunas horas debía cambiar completamente de postura. Aunque estuviera totalmente destruída, sabía bien que un ejecutivo de banco no iba a contratar a una deprimida, cuya vida no tenía sentido, pues el hombre de su vida acababa de decirle que jamás lo volvería a ver. Sollozó de nuevo.

- Eres un desastre. – se dijo a sí misma, mirando su ropa desordenada sobre la cama. Frente a ella, un espejo que cubría un cuarto de toda la pared, llegaba hasta el piso y la dibujaba a ella en el mismo estado en el que se encontraba. Tenía el maquillaje corrido, ojeras pequeñas y el cabello desordenado.

Sin ganas de nada, se tumbó de espaldas sobre su ropa. Ni siquiera el techo de la habitación de hotel podía darle tranquilidad. Tenía un diseño de ángeles que se daban la mano con otros ángeles, en lo que parecía una orgía o algo así. Toda la habitación estaba cubierta del mismo tapiz. Y era malditamente perturbador. Sin embargo, según Max, aquel era uno de los hoteles más ostentosos de todo Washington. Quizá era cierto, pues omitiendo los ángeles perturbadores, había un plasma gigante en la pared frente a su cama. Y la cama, guau, parecía sacada de un cuento de hadas. Era enorme, blanca, blanda y preciosa. Se sentía tan pequeña en ella. Pequeña e indefensa. Dando un suspiro, estiró su mano derecha para poder alcanzar el mando del televisor. Había más de cinco controles sobre la cama. ¿Pero qué era esto? Si a esto llamaban lujo, ella prefería volver a casa. Intentando, uno de los controles logró encender la televisión.

Se quedó quieta observando la televisión por un buen rato, pasando de canal en canal, aunque en realidad no buscara nada. Mientras lo hacía, su atención se posó en el noticiero nocturno. Acababa de empezar justo hace cinco minutos.

Tentation 4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora