A la mitad de la noche desperté, una historia se había creado en mi mente y debía escribirla. Yo era escritora, desde muy pequeña inventaba cuentos y se los contaba a mi tía predilecta. En la escuela, me pulí y hasta llegué a publicar algunos poemas en un periódico local. Fui por mi laptop y comencé a escribir en la sala, pues sabía que si lo hacía en mi recamara, el sueño me ganaría la batalla. Las horas pasaban y pasaban, pero no podía parar, la idea no se me podía escapar. Llené páginas y páginas de Microsoft Word, y cuando caí en los brazos de Morfeo, por lo menos había terminado la página treinta.
El sonido de mi alarma me irrumpió en mis oídos, había dormido por lo menos una hora. Me vestí, desayuné y fui al trabajo. Saludé a Albert, a mis colegas y tuve que ir a la corte para abogar por uno de mis clientes. Afortunadamente ganamos el juicio. Amaba lo que hacía, pero hoy no pude disfrutarlo porque el cansancio me ganaba, y todo lo estaba haciendo por inercia.
Por haber estado en la corte toda la mañana ya no tenía ninguna labor más por ese día y me dirigí a casa a descansar. No fui capaz ni de llegar a mi recámara, caí rendida en el sillón.
No sé si habrán pasado horas, o como yo lo sentí, solo minutos pero mi celular terminó con toda la tranquilidad que estaba sintiendo. Casi nunca me fijaba en quien llamaba, y menos ahora que estaba adormecida.
--- Hola- dije con voz pastosa.
--- Emilia- pronunció con aquella voz grave y suave que lo caracterizaba- Estoy afuera de tu edificio, hay muchas fans y la prensa está aglomerándome de preguntas- dijo desesperado- ¿Puedes ayudarme?
Mi adormecimiento se desvaneció al instante.
--- No te preocupes Kyle, ahora llamo para que te dejen entrar.
--- Estoy en tu auto- me emocionaba saber que ese auto ya era mío.
--- Haré que abran la cochera, sube a mi departamento. Es en el quinto piso, el número 506.
--- Esta bien, gracias- y terminó la conversación.
Llamé al encargado y corrí a verme en un espejo. Mi cabello estaba hecho un desastre, lo único que pude hacer fue amarrarlo en una coleta alta. Unos minutos después unos toques en mi puerta me alertaron que mi visitante había llegado. Le abrí y ahí parado se encontraba aquel hombre de ensueño enfundado en unos jeans desgastados y una polo manga corta de color negro que resaltaba sus hermosos ojos. Me quedé observándolo unos segundos hasta que él se dio cuenta, sonrió y el color carmesí subió a mis mejillas.
--- Hola- dije.
--- Hola a ti- se acercó y me tomó por la cintura- Gracias por ayudarme.
--- ¿Le temes a las fans?- levanté una ceja en forma de pregunta.
--- No, bajé para buscar cual era tu departamento, pero antes de entrar al edificio me interceptaron algunas y estuve tomándome fotos con ellas y firmando autógrafos, pero entonces llegaron las más alocadas y empezaron a jalonearme, y luego la prensa hizo su aparición preguntándome que qué hacía aquí, si tenía a alguien especial y todo eso. Lo único que pude hacer fue esconderme en mi auto y llamarte para que me rescates- me miró tiernamente.
--- ¿Ahora soy tu súper heroína?
--- Podría decirse- depositó un corto beso en mis labios.
Sonreímos.
--- Y ¿tienes alguna persona especial viviendo en este edificio? ¿La conozco?-pregunté divertida.
--- Pues a decir verdad, sí y la conoces mucho porque eres tú, pero no le puedo decir a la prensa porque tengo miedo que te puedan dañar o quitar tu vida privada.- contestó protectoramente.
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Mientras Respire
RomanceEmilia como toda adolescente en su vida, estuvo obsesionada hasta los huesos con la boy-band más popular del momento. ¿Qué pasaría si años más tarde tuviera la oportunidad de vivir fuera del país? Y más aún, qué sucedería si esos ojos azules que la...