capítulo treinta y seis.

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Había sido una tarde bastante agitada en la cafetería, y más sin Wonwoo allí. Como ningún otro día se les llenó el lugar de clientes y no les alcanzaban las manos para atenderlos. Wonwoo había pedido la tarde libre por asuntos privados, no había dado tantos detalles para alimentar la curiosidad de sus amigos, pero cuando el menor le hizo pucheros y ojos de cachorro a Seungcheol no pudo decirle que no. Así que se habían visto obligados a estar ellos tres en el mostrador, con Junhui, Joshua y Jeonghan repartiendo los pedidos, al mismo tiempo que Jihoon y Mingyu limpiaban las mesas cuando se iban los clientes. Gracias a ellos, pudieron atravesar aquella tarde de prueba.

—Por fin —Jeonghan, cansado, se sentó en una silla a descansar sus piernas y pies—. Siento que voy a morir. Nunca pensé que sería tan difícil trabajar.

—¿Le llamas trabajar a coquetearle a cada persona que veías? No ayudaste en nada Jeonghan —Minghao entornó sus ojos.

—Oye, que mantener esta cara linda es mucho trabajo ya —Jeonghan apuntó su rostro—. ¿Sino cómo piensas que ganaron más dinero e incluso propinas?

—No es excusa —Jihoon atacó—. ¡Ni siquiera te moviste para entregar las órdenes! Tu cara va a dejar de ser linda de una sola patada.

—¡Admitiste que tengo una cara linda! —el rubio exclamó, sonriendo—. Gracias, Jihonie.

El mencionado entornó sus ojos y le lanzó el trapo sucio hacia su rostro, no teniendo éxito ya que Seungcheol lo había atrapado. No sabía cómo sucedió, pero había pasado tan rápido que ni tiempo para reaccionar tuvo.

Por otro lado, Jun estaba limpiando una de las últimas mesas en la esquina de la cafetería, Minghao se acercaba a pasos lentos hacia él cuando notó que el chico al enderezarse frotaba su espalda baja, acentuando que ahí le dolía.

—Jun... —Minghao llamó, a lo que el mencionado rápidamente volteó a verlo. Una sonrisa habían en aquellos labios finos—. Ya no es necesario que sigas limpiando, hiciste mucho por nosotros hoy. Luego me encargaré yo de eso.

—No, está bien. De todos modos esta es la última mesa —el castaño respondió mientras levantaba la única silla que quedaba en el suelo apoyándola sobre la superficie. Volvió a mirar a Minghao—. Hoy fue divertido.

—¿Enserio? —Hao estaba sorprendido por aquel comentario. Desde que Seungcheol les pidió para que los ayudaran con la tienda la paso horrible porque sentía que los estaba obligando y tal vez ellos tenían cosas más importantes para hacer; pero al escuchar de Jun que no era así, sino todo lo contrario, se tranquilizó—. Aún así lo siento. Nos tuvimos que haber encargado nosotros tres, se supone que es nuestro trabajo y sabemos cómo lidiar con el.

—Minghao —el mayor se acercó hacia él, con voz y ojos dulces, rodeó con sus brazos los hombros del menor—. No hay nada por qué disculparse. En realidad, me gustó mucho ayudarlos.

Minghao no sabía muy bien si por los ojos ajenos que lo observaban de una manera tierna, o si por la cómoda sensación de su cuerpo ser rodeado con tanta calidez, que se le colorearon las mejillas de un carmín leve. Jun al percatarse de aquello, sintió su corazón arremeter contra su pecho, enfermo de ternura. El menor quería correr de vergüenza porque, ¿cómo con su simple cercanía podía achicarse de timidez? Era absurdo.

—Debo... —Minghao dijo en cuanto pasaron segundos y Jun no daba indicios de querer separarse de él—. Debo ir a limpiar-ahm, ¡por allá! 

—Pero-

Minghao para ese entonces había, literalmente, salido corriendo para esconderse en el mostrador. Los demás aún continuaban discutiendo de vaya a saber que, el único que estaba con él era Chan, lo sorprendía cuan callado estaba, y eso era raro porque Chan no era de las personas que permanecían calladas por mucho tiempo. Sin embargo, sus preguntas se esfumaron en el momento que el chico volteó a verlo.

𝙏𝙍𝙊𝙐𝙑𝘼𝙄𝙇𝙇𝙀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora