capítulo treinta y cinco.

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Mingyu lo había llevado a tomar un helado, Wonwoo se sentía lo suficientemente feliz como para que algo o alguien pudiera arruinarlo. El menor había recibido cientos de mensajes del resto del grupo preguntando en dónde se encontraban, los habían visto correr tan rápido que hasta llegaron a pensar que algo malo pudo haber sucedido; Wonwoo envió una foto de él y Mingyu comiendo helado y eso bastó para responder todas sus preguntas.

Si bien se sentía un idiota vistiendo cuadros y rayas, no le importaba en lo absoluto porque Mingyu diciéndole que se veía lindo lo convenció de que no estaba tan mal. Ahora mismo se encontraban caminando de regreso a casa, y ya que no se hallaba ningún alma merodeando por las calles, el mayor aprovechó y tomó su mano. Wonwoo le repetía que no lo hiciera, que le daba vergüenza, pero al fin y al cabo se acostumbró a la calidez de Mingyu.

Al saber que faltaban unas cuadras para finalmente llegar a casa, Mingyu se dio cuenta de que estaba tan cómodo con el pelinegro que no quería dejarlo ir todavía. Además de que se sentía culpable por haber faltado al evento —el cual seguramente él se estuvo esforzando muchísimo—, se sentía también profundamente encariñado con su presencia. Mingyu quiso estar todo el día con Wonwoo, el chico que amaba, pero una visita inesperada arruinó sus planes.

Se trataba de Seungjae, otra vez.

Ella quería ver a Minhee, sin embargo, él no la dejó porque sentía que aún no era el momento —o tal vez nunca sería el momento— y para ese entonces la niña no se encontraba con él, sino que con la abuela Jeon; por lo que Seungjae inició una discusión que le tomó bastante tiempo solucionar. Parecía apropósito que esto ocurría en el momento que él tenía cosas importantes para hacer. En la mañana tuvo que dejar a Minhee en la casa de la abuela Jeon porque tenía que viajar lejos y no podía llevarlo con él, ya que no quería que su hija cargue con un día tan pesado como ese. Después cuando estaba por llegar a su casa para recogerla, vio a Seungjae parada frente a su puerta, esperando visiblemente hace minutos a que alguien la recibiera. Mingyu le preguntó algo que claramente ya sabía, pero que no mataba a nadie afirmar la duda, y como recompensa se ganó una discusión. Al pasar alrededor de dos horas, ella se había ido, así que eso le dio la oportunidad de ir a ver a Wonwoo. Cuando lo había visto caminar con ese atuendo que lo hacía lucir más adorable que cualquier otro día, a Mingyu le sobraban las ganas de correr hacia él y comérselo a besos; pero por la forma en la que se sentó en una silla, cansado, y se sacó su gorro de manera frustrada, lo hizo sentir mal. La llamada que le llegó minutos después fue lo que devolvió la sonrisa al pelinegro.

Antes de que pudiera darse cuenta, ya habían llegado a casa de Wonwoo. Ambos pasaron sin hacer mucho ruido ya que, sorprendentemente, era un horario tarde y lo más seguro era que Minhee y la abuela Jeon se habían ido a la cama.

—¿Qué vas a hacer? —preguntó Wonwoo luego de que hayan entrado a la cocina. El pelinegro le sirvió un vaso con agua.

—¿Qué voy a hacer con qué? —Mingyu le devolvió la pregunta, no había entendido muy bien a qué se refería.

—Minhee está dormida, ¿vas a despertarla? —Wonwoo apoyó su cuerpo en la mesada, bebiendo un sorbo de su vaso—. Digo, tal vez estás cansado y quieras solamente llegar a tu casa y dormir.

Mingyu lo miró mientras buscaba qué responderle. No había pensado realmente en volver a casa, allí con él se sentía cómodo y —honestamente— no le daban ganas de dejarlo. Sentía la necesidad de quedarse.

—No realmente —Mingyu le respondió—. Lo que no quiero es despertar a Minhee. Espero que no te moleste que me quede.

Wonwoo alzó las cejas, lo había tomado por sorpresa. Mientras jugaba con el vaso entre sus manos debatía en su cabeza si aquello era buena idea, aunque sinceramente no le podía decir que no.

𝙏𝙍𝙊𝙐𝙑𝘼𝙄𝙇𝙇𝙀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora