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Aquí estaba nuevamente chocando accidentalmente con el mismo chico de siempre, nuestros hombros se habían golpeado levemente haciendo que perdiera la fuerza de mi agarré en mis libros cayendo dramáticamente al piso como una película adolescente. Suspiré y me agaché con dificultad y juró que escuché como mis rodillas tronaban por el esfuerzo, realmente necesitaba mucho más cardio.
El chico de rulos castaños me comenzó a ayudar a recoger mis cosas en silencio, pero nuestras manos no chocaron de un modo cliché, si no más bien el tomo mi mano ayudándome a estar de pie nuevamente. Le agradecí con una pequeña sonrisa sin querer mirarle por mucho tiempo, tome mis cosas de sus brazos y partí como rayo por el pasillo casi vacío por el timbre que había sido tocado hace una segundos justamente cuando había chocado con el chico, del cual no sabía su nombre, pero tampoco era algo que me interesara, él no parecía de esos tipos que hablaban demasiado y yo no quería molestarlo, así que mejor era tomar distancias. Pero como el mundo me odiaba siempre, porqué siempre me tropezaba con él al menos una vez al día, sin excepciones.
Algo realmente raro.
Entre en el gran salón de música vacío ¿Como que no había nadie aquí?
Quizás la clase sería en el auditorio.
Bufé por lo bajo girándome sobre mis talones, pero un cuerpo me tapó la salida haciendo que me golpeara sin previo aviso con un cuerpo largo que identifique al segundo cuando levanté mi mirada desde el piso, había caído de culo al piso.
— Auch — me quejé en un susurro haciendo una mueca en la boca.
— Lo siento — se disculpó el chico regalándome una de las voces más lindas que había escuchado hasta hoy. Y si, no había escuchado su voz hasta ahora, era la primera vez que se disculpaba verbalmente.
— No, lo siento yo — sonreí de lado y me levanté entre gemidos de dolor, realmente me había golpeado fuerte.
— ¿Estás bien? ¿Quieres que te lleve a la enfermería? Nunca te habías caído en ninguno de nuestros tropiezos.
— No, estoy bien, eeeh... — le miré con los ojos entre cerrados ladeando mi cabeza a un lado junto a mi cabello buscando su nombre en su rostro.
— Ricky — se presentó con una sonrisa tímida rascándose la nuca — Ricky Bowen.
— Okeey, soy Evie.
— Lo sé — murmuró el chico bajando la cabeza.
Fruncí mi ceño, claramente se había susurrado para sí mismo, pero yo lo había alcanzado a escuchar. ¿Como era eso que sabía mi nombre? Yo no era para nada conocida en la preparatoria y no tenía amigos vinculados con él, tampoco le había dicho mi nombre.
— ¿Como lo sabes?
— Voy a todas tus presentaciones, me gusta como tocas el piano — explicó el chico en susurros mirando todo mi alrededor menos a mi con sus mejillas tomando un lindo color carmesí.
— Oh ¿Y porque no me has hablado? Es decir, nos hemos dados unos buenos tropiezos en lo que va de año — le pregunto casualmente intentando contener mis ganas de gritar de ternura al verlo sonreír arrugando su nariz ¿Porque no había visto antes lo guapo que era? Era muy evidente.
— Soy tímido — al fin llevó su mirada a la mía dejándome ver sus hermosas orbes color avellana que me cautivó al instante dando un vuelco en mi corazón.
— Yo también, pero... No lo sé, es cómodo hablar contigo. Quizás sea por los miles de tropezones que nos hemos dado.
El chico soltó una carcajada dulce que endulzó mi corazón, sonreí hipnotizada observándolo detalladamente cómo nunca había hecho.
Ahora solo espero tropezar más con él.
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