Capítulo 30: Lágrimas ardientes de un sol apagado

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Puedo sentirlo, el aire rozando contra mis tapas, el frio ya no es tan intenso como hace unos instantes pero aun así, resulta en una sensación desagradable. Desde que salimos de la aldea, Veigar no ha mencionado ni una palabra. Pese a que intentado hacerlo reaccionar de todas las maneras posibles, no ha habido manera.

Después de haber caminado durante un buen rato, por fin decidió pararse a descansar. Nuevamente traté de manera inútil de dirigirle la palabra. Quería saber....¿por qué había hecho lo que había hecho? me refiero..... al dejar atrás a todos los que le importan sin ninguna clase de miramiento.

Morello: maestro.....dígame por favor..... ¿Qué le ha llevado a actuar de esa manera? ¿no ve acaso que lo único que conseguirá con esto es que todo vuelva a ser como hace tantos años? - ni una sola palabra, nada salía por la boca del mago oscuro, que solo miraba hacia el suelo con los ojos vacíos.

Morello: por lo menos.....piense en ella señor, piense en Lulu ¿Cómo piensa que debe de estar sintiéndose ahora mismo? de seguro....su marcha le ha provocado una gran tristeza ¿es que acaso ya no es capaz de mantener la promesa que le hizo? -en ese preciso instante con una furia inconmensurable Veigar cogió su báculo para apuntarlo contra el tomo mágico.

Veigar: ¡¡¡¡cállate de una vez!!!! ¡¡¡solo el hecho de pronunciar ese nombre hace que me ponga enfermo!!!! ¡¡¡nunca ha sido nada para mi y nunca lo será. Ahora lo único que me importa es alcanzar el poder que por derecho me ha pertenecido desde mi nacimiento, el poder con el que de una vez por todas pondré al mundo a mis pies!!! - gritó con fuerza provocando un estallido de energía alrededor.

Morello: el desear poder nunca lo ha conducido a nada bueno, eso ya lo sabe. Me limitaré a seguir sus órdenes como hasta ahora, solo le recomiendo que tenga en cuenta mis palabras- los consejos de Morello cayeron en oídos sordos, pues al dejar de mencionar a Lulu, fue como si algo en le cerebro del mago se apagara. Pudo eso si, llegar a fijarse que mientras la había mencionado, las manos de Veigar habían temblado con fuerza y no es porque estuviera furioso, pues cuando eso le solía pasar solía simplemente gritar fuerte y punto, nunca antes de conocer a Lulu había temblado de semejante manera.

Pasados un par de minutos Veigar decidió que ya era hora de que volvieran a ponerse en marcha. Al detenerse lo habían hecho a los pies de una de las tres montañas. Un poco más adelante se levantaba un monumento de piedra, similar a un menhir en el que habían gravadas una serie de runas incomprensibles para Veigar. Así pues, abriendo a Morello por una de sus muchas páginas, el Yordle pronunció un conjuro que provocó que aquellas inscripciones se ordenaran de manera que él las pudiera entender. El tomo mágico se sorprendió enormemente, pues su amo jamás había practicado conjuros de desciframiento, es más, las runas antiguas eran especialmente difíciles de leer, más aun para alguien que nunca les había echo demasiado caso.

Veigar: jejeje.....parece que el primer paso para mi regreso está justo delante. - dicha inscripción decía: incautos que ansiáis el poder milenario que mora en estas montañas, cesad en vuestro empeño de proseguir vuestro camino, pues la magia que dormita en lo alto del templo arrasará con los indignos de poseerla. En lo más alto de este pico reposa el "Sello oscuro" un artefacto con el poder suficiente como para arrasar el mundo conocido. Volved la mirada atrás y recordar a aquellos importantes para vosotros y si aun queda algo de ellos en vuestro corazón no trataréis de continuar con esta empresa inútil.

El mago, tras obviamente hacer caso omiso de la inscripción gravada en aquella piedra pasó entre dos estatuas. Dichas estatuas, representaban a una Yordle de cabello largo, con un vestido que llegaba hasta los pies, en la cabeza tenía colocada una tiara adornada por doce estrellas y la Figura tenía las manos sobre su pecho, como si rezara algún tipo de oración. En sus orejas además, habían esculpido dos pendientes diferentes con las imágenes del sol y la luna respectivamente. Al verlas Morello se quedó estupefacto y entendió de inmediato de quien se trataba, cosa que su amo Veigar no hizo.

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