Capítulo 24: Nuestro pasado en común

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Capítulo 24: Nuestro pasado en común

Pov Daenerys:

Mientras conducía no estaba pensando en nada, me limité a llegar hasta el maldito hotel y dar rienda suelta a todas las emociones que me embargaban. Estaba tan centrada en mi dolor que ni si quiera me sorprendí al ver a Jo en aquel bar de mala muerte, tan solo la cogí y la llevé conmigo.

Porque puede que mi mundo estuviera cayendo pero sabía que ella estaría ahí, dispuesta a sostenerme o caer conmigo.

Lo que se diera primero.

Aparqué en el sótano de abajo y un grupo de vigilantes del hotel se empeñaron en registrarnos a todas las ocupantes del vehículo. Jo no paró de temblar hasta que dieron el visto bueno, diciendo por un Walkie- Talkie que ninguna llevábamos la ropa que habían descrito.

Fui la primera en llegar a la habitación, sin embargo, no tenía las llaves así que no me quedó más remedio que esperar a mi amiga. Estaba más rara de lo normal, como paranoica mirando a todos lados en busca de cualquier peligro.

Estefanía no estaba por ninguna parte, cuando quisiera dejarse ver lo haría.

Jo me miró de reojo mientras abría la puerta, en un intento de ver de qué estado de ánimo estaba. Sería genial si ella lo pudiera averiguar porque yo no tenía ni puñetera idea, había tantas cosas que me daban vueltas en la cabeza...

Lo primero que hice fue tirarme en la cama para mirar el techo.

Jo por su parte cerró de nuevo la puerta y se sentó a mis pies esperando a que dijera algo, sin embargo, yo no tenía nada que comentar.

Bueno sí, que era una soberana gilipollas.

Me enorgullecía de mi actitud hacia el mundo, de que me daba igual lo que los demás pensaran de mí y sus estúpidos sentimientos. Me había construido un jodido muro alrededor de mi corazón, que solo habían sorteado dos personas.

La primera era la chica sentada a mis pies que esperaba que comenzara mi explosión de ira.

Yo no quería quererla, cuando llegué al internado estaba realmente herida y quería regocijarme en mi soledad. Pero ella con sus enormes ojos grises suplicantes, que me rogaban que fuera su amiga en ese infierno, logró lo imposible: que la quisiera.

Nunca se mereció todo el bullying que le hicieron, es decir, nadie se lo merece pero ella mucho menos. Era tan buena, no creía que pudiera tener malos pensamientos dentro de esa linda cabecita castaña. Todo debían de ser luces y colores. El único defecto que podía verle es que se infravaloraba.

Creo que por eso me gustaba.

Su bondad inherente contrastaba con toda mi mala leche.

Nunca me podría arrepentir de haberla dejado pasar, aunque dejáramos de ser amigas por falta de contacto no lo haría. Jo se había convertido en una importante parte de mis recuerdos.

¿Pero a Dylan? A ese sí que me arrepentía.

Era pensar en él y querer salir a su habitación con un palo de beisbol y reventarle la cabeza hasta que suplicara por su vida.

Lo peor es que yo sabía que tarde o temprano acabaría haciéndome daño, pero le dejé entrar pensando que el chico del que me enamoré seguía allí dentro.

Era una puta masoquista.

Dylan era la persona que había logrado que me enamorara por única vez, gracias a su sentido del humor y su dulzura. Sin embargo, también hizo que experimentara el dolor más grande de mi vida, cuando me rompió el corazón.

Electricidad y magnetismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora