Capítulo 10: Castigo

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Capítulo 10: Castigo

Como los domingos eran días libres el comedor ampliaba sus horarios. Ahora se podía ir a desayunar hasta las doce de la mañana, luego a la una volvía a abrir para ofrecer el almuerzo cerrando a las cuatro y la cena era de siete a once de la noche.

Eran mis días favoritos.

¿Por qué? Por una vez podía quedarme durmiendo hasta tarde, sin importarme que Danny vaya a desayunar sin mí, y aún así cuando por fin me ponía en pie a eso de las nueve no había ni un alma en el comedor.

Me corrijo, había una persona: Luke.

Durante mis años en Élite habíamos adquirido la costumbre de esperar al otro para desayunar los domingos. Gracias a ello pudimos acercarnos más y ser tan buenos amigos, algunas veces incluso se unían Danny y Dylan.

Aunque no con gusto. Danny odiaba tener que esperar para ir a desayunar, mientras que el pelirrojo era más de aparecer justo cuando estaba a punto de cerrar el comedor.

Fue ahí donde comencé a desarrollar mi tonto enamoramiento.

A pesar de verlo en mis clases avanzadas nunca me fijé en él especialmente, no fue hasta que un día se sentó junto a mí cuando comprendí que no era una cabeza de chorlito como pensé.

El resto supongo que es historia.

Después de contar todo este rollo os estaréis preguntando cómo es posible que esté desayunando a las ocho, un domingo. Y no estando sola, sino junto a todos mis amigos.

Bueno esa pregunta es fácil de responder.

Estábamos castigados.

Puede que Anna no nos hubiera prohibido volver a salir, como había temido en un principio, pero nos había impuesto castigos para que aprendiéramos de nuestros errores. Y todos teníamos que presentarnos temprano a nuestras tareas.

La verdad es que podía ser peor, teniendo en cuenta que nos habían metido en la cárcel la directora podría habernos hecho la vida imposible. Pero optó por pequeños castigos.

Me llevé una tortita a la boca y gemí.

Estaba deliciosa.

Danny rodó los ojos.

-¿En serio Jo? Estamos castigados y en lo único que puedes pensar es en las tortitas.

Me encogí de hombros.

-Están ricas- dije todavía con la boca llena.

André soltó una risita.

-¿No te han dicho que una linda damita no habla con la boca llena?

Danny y yo intercambiamos una mirada. Ambas nos metimos lo primero que vimos en nuestra bandeja en la boca y para su sorpresa dijimos a la vez.

-Nunca lo hemos escuchado.

André frunció el ceño.

Logrando que tanto Danny como yo nos echáramos a reír, lo que llamó la atención de cierto pelirrojo sentado en la mesa de al lado que no dejaba de lanzarle mirada llenas de odio a mi mejor amiga.

Tuve que reprimir una risita.

Dylan había estado gran parte de la noche limpiándose la cara, sin mucho éxito. Tras frotar tanto que la cara se lo quedó roja consiguió difuminar el pene pintado en su mejilla, sin embargo, la palabra en su frente todavía era legible.

Luke suspiró desde su lado y me lanzó una mirada de auxilio.

Nada más llegar el pelirrojo lo había obligado a levantarse de nuestra mesa para ir junto a él a otra.

Electricidad y magnetismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora