Capítulo 30: Límites

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Capítulo 30: Límites

Toqué la puerta de la casa de los padres de Luke antes de que pudiera arrepentirme. Porque conociéndome empezaría a darle vueltas al tema y me quedaría esperando como una idiota, para que al final alguien se percatara que estaba allí y abriera la puerta dejándome como una imbécil.

La que supuse que era el ama de llaves abrió la puerta.

-¿Desea algo señorita?- preguntó cortés.

Venga Jo, es tu momento.

-Yo... he venido a ver a Luke Murphy- me mordí el labio.

Ella asintió.

-Me temo que el señorito no está ahora mismo en casa, en un rato volverá y podrá venir a visitarlo- con una sonrisa más falsa que un bolso de los del top manta fue a cerrarme la puerta en la narices.

Ah no, me negaba a irme de allí.

Ya había llegado muy lejos para que dejara pasar mi oportunidad, si hacía falta pensaba subir a su habitación y esperarlo todo el día hasta la noche.

Así que puse el pie para evitar que la cerrara.

La mujer me miró enfadada al ver que me estaba entrometiendo en sus labores del hogar, abrió la boca muy dispuesta a gritarme por ser una chica maleducada, pero una mujer apareció detrás de ella y se quedó mirándome fijamente.

-¿Pasa algo Margaret?- preguntó ella.

El ama de llaves dejó de hacer fuerza en la puerta por lo que conseguí abrirla.

-Lo siento señora, ha venido a ver al señorito Luke y cuando le he dicho que no estaba, que podría volver más tarde ha puesto el pie para que no cerrara la puerta.

Me mordí el labio nerviosa.

Ahora que lo decía en voz alta sí que sonaba como una maleducada.

-He venido a ver a Luke- dije firme- y no me voy a marchar hasta que pueda hablar con él.

La mujer que tenía ante mí sonrió, una sonrisa dulce que me recordó a la de Luke. Fue entonces cuando me percaté en su parecido con sus dos hijos, ambos habían heredado los rasgos finos y delicados de su madre además de su pelo rubio, sin embargo, los ojos marrones solo los había heredado Hunter. Era más que evidente que el hermano menor era quien se parecía más a ella.

-¿De qué conoces a mi hijo?- preguntó interesada.

-Soy su compañera de clase.

Asintió.

-¿Por qué no pasas y lo esperas?- comentó amable- es la hora del té, también tenemos pastelitos.

Era tan amable... ya sabía de dónde había sacado su personalidad Luke, y también Hunter aunque se empeñara en ocultarlo.

-Será un placer.

Le dirigí una mirada de superioridad al ama de llaves, indicándole que en esta ocasión había ganado yo. Ella por su parte lanzó un pequeño gruñido tan bajo que la madre de Luke no había podido escucharlo. Creo que me había ganado otra enemiga.

Pero yo solo podía pensar en que me encontraba más cerca de mi meta.

La madre de Luke me condujo a una pequeña salita que daba al enorme jardín con piscina, había una pequeña mesa de cristal en medio con pequeños taburetes blancos a su alrededor. Encima de ella habían dos tazas de té humeantes y un plato lleno de dulces.

Pero quien me llamó más la atención fue el hombre que se encontraba sentado.

Era un tipo bastante algo y marcado, ya que el traje que llevaba se le pegaba perfectamente a su figura indicando que estaba hecho a medida. Su pelo era rizado y le caía graciosamente por la frente, y del color del alquitrán. Lo más llamativo de sus rostro, además de sus rasgos duros, eran sus ojos azules.

Electricidad y magnetismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora