Reencuentro

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Sofía se talló los ojos y observó a Hugo parado del otro lado de la reja.

~¡Yo te amo más que a mí vida, Sofía!

~¡Te estaba esperando! Gritó, mientras apretaba los barrotes.

~Perdona mi actitud de hoy, yo no quería que esto pasara... Pero mi padre decidió mi destino

~¿A qué te refieres?

~Debo casarme con Isabella, la boda será en una semana, no tengo otra opción... Por eso vine, para verte una última vez e intentar salvarlos de este encierro.

Los ojos de Sofía se llenaron de lágrimas e intentó tomar su mano, pero él dió un paso en retroceso.

De su bolsillo sacó unas llaves y abrió la celda.

~Uno de mis sirvientes engaño al guardia y logró quitarle las llaves, deben salir antes de que los descubran.

La familia real salió rápidamente y Roland le hizo una reverencia a Hugo, provocando que este bajará la mirada por vergüenza.

~No lo merezco, por mi culpa están en esta situación.

~Eres un buen hombre, no mereces sufrir. 

Cuando Sofía salió, se abrazó a su pecho para escuchar los latidos de su corazón.

~¡Siempre te recordaré! Prométeme que serás feliz, Hugo. Sonrió intentando ser fuerte.

~Tú también debes serlo, mi querida Sofía.

Sofia asintió y tomó su brazo con cariño.

~Si mi padre no hubiera vuelto, todo sería diferente... Yo jamás hubiera accedido a casarme con Isabella, pero debo hacerlo, porque... Tenemos una cuenta pendiente con su padre, es mi deber como príncipe de Albuquerque.

~No me des explicaciones Hugo, será mejor si guardamos esto como un recuerdo hermoso, nada de reproches o tristeza. Nuestro destino ya está escrito y no podemos hacer nada para cambiarlo.

Hugo tomó sus mejillas y la miró fijamente a los ojos.

~Me gustaría besarte, pero no puedo hacerlo.

Sofía se paró de puntitas y junto sus labios con los suyos.

~Este será nuestro secreto. Sonrió con felicidad.

Las mejillas de Hugo se enrojecieron y desvió la mirada.

~Debo irme, refugiate en algún reino aliado.

~Iremos a Marcilia.

~¿Por qué no vas a Zumaria? Sé que Vivían te ayudará con gusto.

~El rey Estefano nos ofreció su ayuda... Antes de que llegarás envío a un mensajero, él iba a salvarnos, pero ahora que estamos libres, nos espera en su castillo, ¡No temas! Es una buena persona.

~No veo al rey como una amenaza. Comentó entre dientes.

~¡Sofía! Debemos partir. Gritó Amber, desde uno de los carruajes.

Hugo se quitó el saco y cubrió a Sofía, pues está temblaba de frío.

~Conservalo como un recuerdo.

~Gracias Hugo, ¿Amigos? Mencionó extendiendo su mano.

~Sabes que eso no es posible, Sofía, somos más que eso. Sonrió mientras la veía alejarse de su lado.

Cuando la princesa se encontraba en el carruaje, se abrazó del saco y olfateo su aroma, Hugo ya no estaría a su lado, pero estaba feliz de haberlo conocido.

~¿Te encuentras bien? Preguntó Amber.

~¡No estoy bien! Yo no quería dejarlo, pero tuve que hacerlo... Él no debe seguir conmigo... Si lo hace, su padre hará cosas peores y lastimará a más personas.

~¿Pero vale la pena sacrificar tu amor? Exclamó Amber.

~Claro, ahora lo más importante es salvar a Encantia. ¡Nuestro reino merece toda la atención!

Amber acarició el cabello de su hermana y recostó su cabeza sobre sus piernas.

Una hora después, el carruaje encubierto, atravesó Albuquerque y la familia real sintió miedo por su destino, ya que si eran descubiertos, el castigo que les esperaba era la muerte.

Un guardia de Albuquerque divisó el carruaje y rápidamente se acercó para inspeccionar.

Sofía se cubrió el rostro con sus ropas, mientras sus padres fingían dormir.

El corazón de la princesa castaña latió con fuerza y rogó al cielo no ser atrapada.

En ese momento, el cochero descendió y se acercó al hombre. Luego de dialogar por un rato, el guardia se retiró.

Cuando pasaron la frontera entre Albuquerque y Marcilia, la tranquilidad se asentó en sus corazones.

~¡Estamos a salvó! Gritó Amber con felicidad.

El carruaje se detuvo frente al castillo y el rey Estéfano salió a recibirlos.

~Siento mucho no haber intervenido antes. Le mencionó a Roland, mientras palmeaba su hombro.

El rostro del rey Roland lucía cansado y parecía haber envejecido al menos cinco años en las últimas semanas.

~No te preocupes, viejo amigo, sé que hiciste todo lo que estuvo a tu alcance.

~Entren y descansen, preparé sus habitaciones. Comentó con felicidad.

La familia real entró al castillo, sin embargo cuando Sofía se disponía a seguirlos, el rey Estefano pidió hablar con ella a solas.

Al encontrarse en el estudio, la princesa sintió que algo no estaba bien.

~Debes estarte preguntando por qué te llame.

~Asi es, rey Estefano ¿Hay algún problema?

~Nada, simplemente quería ofrecerte ser la reina de Maldanio.

Los ojos de Sofía se ensancharon y sus manos comenzaron a temblar.

~¿Quiere que me case con usted? Gritó horrorizada.

~No me malinterpretes, quiero que desposes a mí hijo Esteban.

Sofía suspiró aliviada, antes de analizar las palabras del hombre.

~¡No puedo casarme con su hijo! Él y yo hemos tenido muchos problemas. Incluso me ha faltado al respeto de tantas formas, que ni siquiera puedo mirarlo a los ojos sin sentir repugnancia.

El rey apretó el puente de su nariz y se acercó a la ventana.

~Dime ¿Qué es lo que hizo?

Sofía apretó su vestido y bajó la mirada.

~Él... Intentó... ¡Ni siquiera puedo decirlo!, Yo me encontraba sola en uno de los laberintos de mí castillo, me perdí y él me encontró, me acorraló y comenzó a besarme sin piedad, ¡Sin importarle mis sentimientos!

El rey golpeó la mesa de su escritorio y comenzó a negar.

~Te pido disculpas, de mi parte y de parte de mi hijo, pero ¿Por qué nadie me informó de esto?
Ya no sé cómo lidiar con él y no puedo echarlo, ya que es mi único hijo y heredero al trono.

~Usted no tiene la culpa, sé que es un hombre recto y honesto, ¡jamás me atrevería a juzgar sus métodos de crianza! Esteban ya sabe diferenciar entre el bien y el mal, ya no es un niño y está creando su propio destino.

La venganza del pasado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora