No pasó mucho tiempo antes de que decidiera trasladarme a la parte de atrás de la casa, si iba a seguir llorando prefería hacerlo en un sitio donde no pudieran verme.
Me senté en una silla en el porche de atrás y me hice un ovillo para seguir llorando a gusto.No sabría decir cuanto tiempo pasó, estaría llorando una hora antes de quedarme a gusto y llamar a mi padre para saber cuando vendría para abrir la puerta. Pero no me cogió el teléfono, lo llamé dos veces más antes de darme por vencida.
No sabía que hacer, llovía, estaba empapada, cansada, hambrienta, muy hambrienta y me dolía la cabeza de la llorera. Mientras me intentaba decidir entre seguir llorando o ponerme a leer un rato, se me ocurrió una idea. La ventana de mi habitación estaba abierta, era una de esas ventanas que se abren hacia arriba, así que no se abriría por si sola y no quería ponerle el pestillo porque era un poco viejo y no era capaz de sacarlo sin hacerme un corte en algún dedo.
Analicé mis posibilidades, las cuales no eran muchas, más bien dos. Esperar a que mi padre llegara sentada en el porche, mientras seguía mojada y hambrienta, o mover la mesa de jardín para poner una silla encima y así conseguir subir al porche, para poder llegar a la ventana de mi habitación.
No fue una decisión difícil, prefería romperme una pierna a seguir ahí fuera.
Me subí a una silla, de ahí a la mesa y después a la silla. Respiré hondo y decidí subirme al porche antes de echarme atrás. No era mi mejor idea, ya que yo era todo lo opuesto a una persona ágil y atlética, y aun menos lloviendo, pero ya era tarde para echarme atrás, porque ahora era literalmente imposible que consiguiera volver a bajar sin romperme algo en el proceso.
Seguí avanzando lentamente por el tejado del porche hasta llegar a la ventana y abrirla.
Cuando me tiré dentro de la habitación me estiré en el suelo y me quedé mirando el techo sin pensar el la tontería que acababa de hacer.A los 10 minutos decidí levantarme y meterme en la ducha, estaba calada hasta los huesos y necesitaba un buen baño caliente.
Cuando salí de la ducha me puso a hacer algo para comer, estaba muy hambrienta. Mientras comía un enorme bocata me puse a pensar en mi día, en lo horrible que había sido y en lo mucho que necesita un abrazo ahora mismo, pero no había nadie, ni aun que estuviera mi padre podría pedírselo, aun no habíamos llegado a eso, no estábamos tan unidos. En ese momento en rostro de Carlisle me vino a la mente, no sabía lo que éramos, pero éramos algo, nunca nadie me había gustado tanto como él, sabía que no estaba enamorada, pero tenía la certeza de que pronto lo estaría.Sin pensarlo demasiado cogí el teléfono y marqué su número. No sonó ni dos veces antes de que contestara. Su voz sonó tan hermosa como siempre.
-Hola Lucía -solté un suspiro por lo bien que sonaba mi nombre saliendo de sus labios.
-¿Estás trabajando? -pregunté.
-Ahora mismo no, ¿pasa algo? -preguntó un poco preocupado.
-Entonces, ¿crees que podrías pasarte por mi casa? -pregunté.Mientras no respondía comencé a sentirme cada vez más nerviosa y avergonzada por haber preguntado.
-No importa -dije después de su silencio - seguro que estás ocupado.
Podía sentir mi cara ardiendo por la vergüenza y mis ojos comenzar a llenarse de lágrimas. Corté antes de que pudiera inventarse una excusa que me hiciese más daño. Esto fue la guinda del pastel en el día de hoy.
Dejé mi plato en fregadero y subí a mi habitación, para hacerme un ovillo debajo de mis mantas y sacar toda mi frustración y el dolor del rechazo, de la persona que se estaba convirtiendo en una de las más importantes para mí.
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Carlisle Cullen
VampirYa estaba contando los días para poder volver a casa cuando mi mirada su cruzó con la suya. En ese momento caí. Lo supe, estaba perdida, no volvería a casa.