Capítulo 38: Pesadillas que Atormentan

5.2K 350 58
                                    

Derian 

Estoy parado en la oscuridad.

A lo lejos escucho una voz tan dulce y angelical que me trae paz en medio de este tormento. 

Esa voz dice mi nombre con tanto cariño, repite mi nombre, el cual nunca me gusto, lo odiaba con todo mí ser, porque me consumía más en la mierda cuando lo escuchaba, ese nombre solo me traía dolor y recuerdos amargos.

Y ahora esa voz... me traía los mismos recuerdos, una mezcla de desesperación y anhelo, calma en medio del caos.

—¡Derian! —Escucho a lo lejos — ¡Derian! —Vuelvo a escuchar y ahora siento una mano suave que acaricia mi pelo, mi rostro.

Busco a la dueña de esa voz, miro para todos lados pero no la encuentro, solo veo oscuridad, me toco el rostro para ver si puedo sentir sus cálidas manos, pero tampoco hay nada... y no quiero estar aquí, no quiero que esa voz desaparezca, volví a sentir la calma de ella... no quiero que también me deje solo, no otra vez, ¡por favor no te vayas! suplico al aire ¡no me abandones otra vez! 

Pero ya no la escucho más, sino que ha sido sustituida por un pitido estruendoso que cala en mi interior, tampoco se de dónde viene, pero el dolor de cabeza es tan intenso que tengo que doblarme de rodillas, me tapo los oídos, pero ese ruido retumba una y otra vez en mi cerebro... 

Dejo de oírlo después de una eternidad. Me siento agotado y mareado. Me vuelvo a levantar y esa oscuridad se ilumina con un recuerdo que me atormenta, lo que aparece frente a mí, es la imagen de aquella mujer que me dio la vida, Lucia con su cabello largo hasta las caderas y cada hebras se asemeja al oro, esta en medio de la habitación vestida de blanco, un blanco que resplandece en medio de las sombras, que podría iluminar hasta la más oscura tinieblas. Parece un ángel, sin embargo su mirada está cargada de odio, desprecio y rencor... su mirada se dirige a un niño.

—¡Mamá! —Le grita el crío —por favor no lo hagas... yo te amo. —Le suplica lloriqueando.

Su voz es tan angustiante, que me produce una punzada en la garganta asfixiándome.

—¡Yo jamás seré tu madre! —Ella le grita con fuerza, derramando lágrimas, su rostro esta desfigurado y él pequeño esta encogido de hombros, su cuerpo no deja de temblar. — ¡Eres un maldito bastardo que nunca debió haber nacido, debí abortarte cuando tuve la oportunidad! —escupe con rencor.

Mi corazón está palpitando fuertemente y mis puños están apretados, intento acercarme hacia el mocoso, pero cuando voy a moverme para jalarlo y decirle que deje de rogar, que no merece la pena, desaparece.

Ahora Lucía me mira con ojos vacíos.

Algo caliente me recorre los pies, trato de levantar mis piernas, pero no puedo, estoy pegado al suelo y ese líquido viscoso color carmesí sigue subiendo llegando hasta mis rodillas. Es tan espeso y el olor metálico inunda mis fosas nasales.

Quiero detener a la mujer que esta frente a mí, pero no puedo y me desespero. Tampoco puedo gritar, no tengo voz, mis músculos se paralizan y solo puedo parpadear. 

El niño vuelve aparecer e intento decirle que corra, pero él esta pasmado mirando fijo aquella mujer que esta con un cuchillo, Lucía le regala una mirada escalofriante y perturbada, le sonríe mientras se hace un corte vertical en su brazo, del cual brota mucha sangre y se mezcla con el mar  teñido de rojo que nos inunda, su vestido se mancha, el crio grita y luego...

Sangre.

Más sangre.

Y un disparo.

Eternamente Nosotros [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora