Capítulo 42: Fiesta al estilo Delacroix (parte 2)

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—Es necesario esto —formulé molesta.

—Lo siento querida, pero hay que tener cuidado —mencionó François.

Habíamos bajado en el ascensor hasta el piso veinte. Y cuando llegamos a la entrada de una habitación, dos guardias nos revisaron con un detector de metales, si es que llevábamos algún arma de fuego.

Pero era tan estúpido, porque yo llevaba mis pendientes, collar y los anillos y Derian sus colleras y reloj. Sin embargo ahí fue que me percate que venía desarmado.

Esto me inquietaba más.

Entramos a la habitación y era la más extraña que había visto. 

Era un cuarto decorado solo en tonos blanco y negro. Pero no había una cama ni nada parecido. Si no que una mesa de metal en medio, adornaba aquel lugar, en la cual había grilletes adheridos a su superficie. Abajo había una alfombra roja de terciopelo y en el techo había un espejo gigante, pero a la misma altura de la mesa. Alrededor había sillones de cuero en color negro. En el lado derecho, había una puerta de metal que tenía un código de acceso. Y en la pared izquierda, había distintos tipos de accesorios colgados.

¡Mierda! era un sádico y un voyerista. Fue lo primero que se me vino a la mente.

Pasé saliva, al ver los diferentes tipos de cinturones y látigos que estaban en la pared, incluso algunos con solo mirarlo te daban escalofríos, uno en particular me revolvió el estómago, era de cuero rojo, pero estaba cubierto de pequeñas puntas metálicas. Ese artefacto te tocaba y te desgarraba la piel, en un solo latigazo.

En otra parte de la pared, estaban colgadas esposas de diferentes tamaños, texturas y colores. Sogas, navajas, pinzas y otras cosas que nunca en mi vida vi, también completaba aquel cuadro tan poco convencional.

Enterré mis uñas en la muñeca de Derian, pero este no me hizo caso. Lo solté y comencé a retorcer mis dedos.

—Quiero ver cómo te la follas —dijo François —pero quiero ser yo el que de las malditas órdenes.

—Por mi está bien —contesto él.

Tenía ganas de decirle que no haría nada de eso, que si quería tener sexo conmigo, que lo hiciera, pero no delante de más personas y que al puto francés retorcido se busque otra fantasía. Sin embargo, callé porque recordé a Lukyan.

Derian sostuvo mi cintura y me alzo para sentarme en la mesa. El frío metal traspaso la tela de mi vestido erizando mi piel. Solo lo mire a él, pero con odio, decepción y una tristeza que invadía mi pecho.

—Ábrele las piernas —ordeno el francés mientras se sacaba la corbata y el saco del traje. Se acomodó en un sillón teniendo vista a nuestros perfiles.

Derian hizo lo que le pidió, corrió con delicadeza la tela y yo di vuelta mi rostro para mirar hacia la pared izquierda, por lo menos procuro que no se me viera nada y se metió entre mis piernas. Yo mantuve mis manos apoyada en la mesa.

—Quiero que la masturbes con tus dedos —menciono François con notable excitación en su voz. 

Esto era asqueroso, mire a Derian, ¿de verdad me iba a exponer así? Me mordí el labio, porque me dieron unas inmensas ganas de llorar.

Apretó los dientes, pero siguió, su mano bajo a mi intimidad.

Mi respiración se aceleró y junte mis rodillas, apretándome a sus caderas. Pasó sus dedos lento por mi monte de venus y luego con su pulgar acaricio mis pliegues. Apreté el borde de la mesa, cuando mi cuerpo reacciono y sentí contraerme de forma involuntaria. Junte mis labios en una línea fina para ocultar mi gemido, a pesar de la circunstancias, me sentía húmeda.

Eternamente Nosotros [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora