CAPÍTULO 18: ALGO HA CAMBIADO.

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          Con los ánimos caldeados por la discusión que Maite inició, Camino salió a tomar un poco el aire, así que tomó su sobrero y su bolso y salió a recorrer las calles de una Francia intensa y agitada. Aún no podía recorrerla como deseaba, porque estaba esperando que Maite se encontrase totalmente recuperada para recorrer cada calle, cada plaza, cada lugar tomada de su mano, sin Maite Camino se sentía incompleta, faltaba eso que hacía que todo se viera más hermoso, más brillante, más maravilloso.

- ¿Camino? ¿Estás aquí? preguntó Maite volviendo a la sala principal una hora después de haberse ido de ese mismo sitio molesta.

          La maleta de Camino seguía en el mismo lugar y sin rastros de la muchacha la pintora deduzco que habría salido un rato, así que se dispuso a poner en agua los hermosos lirios que le había regalado que habían quedado sobre la mesa.

          Mientras buscaba el mejor florero para poner el ramo, Maite pasó por la habitación que era su estudio, habían pasado poco más de un mes desde la última vez que había estado en esa habitación pintando. Maite apoyó sobre un mueble con espejo ubicado en medio del pasillo las flores y entró a su estudio a dar un vistazo; ahí estaban sus últimas obras, las que había estado pintando mientras esperaba la respuesta de Camino a sus cartas, cartas que jamás llegaron, los cuadros que formarían parte de la exposición que había organizado con Sophie y también el último cuadro que pintó antes de terminar hospitalizada, el cual estaba totalmente cubierto pero que Maite podía reconocer incluso con los ojos cerrados.

          A Maite se le empezaron a llenar los ojos de lágrimas y un pesado nudo se presentaba en mitad de la garganta. Caminó lentamente hasta el cuadro que estaba apoyado contra la pared en el suelo. Lo levantó, lo puso sobre un atril que seguía en pie a pesar de tener ya sus años. No se animaba a destaparlo, se tomaba de los brazos tratando de quitar del cuerpo la desagradable sensación que la había invadido. Extendió la mano derecha tomando la sabana que cubría el misterioso cuadro cuando de repente...

- ¿Maite? Camino la tomó por total sorpresa encontrándola en su estudio.

          Maite se sobresaltó y rápidamente soltó la sábana sin develar la pintura y secó como pudo las lágrimas de su rostro.

- ¡Camino! me asustaste, no te he odio entrar confesó mientras volvía a poner el cuadro en el lugar donde estaba cubriéndolo con un par de cuadros más para camuflarlo y salió con prisa del estudio.

- ¿Te encuentras bien? has estado llorando indagó Camino.

- No, no, que va, no es nada, no te preocupes se justificó Maite haciendo salir con apuro del estudio, casi a los empujones a Camino.

- Estaba por poner las flores que me regalaste en agua, pero no he podido dar con un florero, es todo expresó la pintora mientras cogía el ramo y contempló por un momento su triste reflejo en el espejo, la alegre y enérgica Maite ya no estaba en ese reflejo.

          Camino no se creía la historieta de Maite pero no buscaba armar una nueva discusión con ella, ya había tenido suficiente con la de hace un rato, así que optó por mantenerse en silencio y siguió los pasos de su amada hasta el comedor principal.

          Mientras Maite continuaba en la búsqueda del bendito florero Camino la contemplaba de pie con rostro preocupado.

- ¿Y bien, qué tal has encontrado París, te gusta? preguntó Maite mientras daba finalmente con un bonito florero guardado en un modular.

- Si, es una ciudad encantadora reconoció Camino sin mucho entusiasmo.

- No suenas muy convencida Camino remarcó Maite.

          Camino hizo una pausa y Maite seguía sin cruzar mirada alguna con ella, se notaba que se estaba escondiendo detrás del ramo de lirios.

- ¿Hasta cuando piensas actuar así Maite?

          Desviando la mirada incómoda hacia un lado Maite intentó mostrarse confundida por la pregunta de la joven.

- ¿A qué te refieres? dijo sin levantar la mirada y manteniendo aún las distancias.

          Camino, que sabía leer perfectamente el lenguaje corporal de Maite no dudó en tomar la posta y ser ella quien acortara las distancias, así que fue hasta ella y tomándola de la cintura la giró hacia ella.

- Mi amor, ¿qué te pasa? preguntó Camino con una dulzura que conmovió a Maite.

          Maite simplemente se mantuvo en silencio, sentía como si la garganta se le hubiese convertido en una catarata de arena, no podía articular siquiera dos letras, entonces Camino, con una mirada de amor puro selló con un profundo beso los labios de Maite y en ese beso supo que su amada no estaba bien animicamente y que no estaba pudiendo expresar en palabras lo que le pasaba.

          Maite, rendida en los labios de su amada Camino no pudo contener la emoción y un par de lágrimas se escaparon de sus ojos; sentía que ese tierno y dulce beso le daba un breve aliento de vida.

- Lo siento amor mío se disculpó Maite luego del beso.

- No pasa nada Maite, no tengo nada que perdonarte...

- No, de verdad, perdí los papeles por completo y saque las cosas de quicio, lo siento.

          Maite continuaba esquivándole la mirada a Camino, era como si la pintora no pudiese soportar verla a los ojos. Entonces fue la misma Maite quien se refugió en los brazos de Camino. La joven extranjera supo que algo no andaba bien en Maite pero no quiso acosarla con preguntas porque era muy probable que diera excusas, así que simplemente la abrazó y así estuvieron por un buen tiempo. La mirada esquiva de Maite será una de las dificultades que Camino tendrá que afrontar.

- Hay abrazos que curan y esos no los receta un doctor murmuró Maite.

- Por eso estoy aquí mi vida, para abrazarte fuerte, como nunca nadie te abrazó, para amarte tanto, como nunca nadie más la hará.

          El resto de la tarde de ese día fue atípico para la pareja porque las palabras no fluyeron entre ellas como acostumbraban, simplemente se abocaron a hacerse compañía la una a la otra. Esta situación comenzaría a tener mayor presencia entre ellas... Camino sentía que Maite no era la misma de antes, que algo en ella había cambiando y comenzaba a preocuparse porque no sabía que le pasaba ni como podía ayudarla, le aterrorizaba el hecho de pensar que pudiera volver a cometer una locura; no se perdonaría nunca no haber ayudado a su amor.

          Esa noche la pareja durmió abrazada como si sus vidas dependieran de ello, Camino se aferró a la espalda de Maite quien no soltó ese abrazo en toda la noche. A pesar de que Camino moría por yacer con Maite nuevamente entendió que tendría que esperar un tiempo más, hasta que Maite estuviese totalmente recuperada, pero ese momento tardaría más de lo esperado en llegar.

"Maite & Camino" Siempre nos quedará París...Cartas Maitino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora