CAPÍTULO 45: TÚ NO ERES ASÍ.

198 23 11
                                    

          Casi una hora más tarde, cerca de la hora de cenar, Maite entró a la alcoba; Camino se estaba cepillando su aún mojada y larga cabellera sentada frente al espejo vistiendo su bata.

          Maite se derretía cada vez que veía a Camino vestir su bata; su intención era retomar la conversación que habían empezado cuando volvieron del paseo. Ninguna de las dos decía palabra, podía respirarse la tensión sostenida en el aire. Camino, sin dejar de cepillarse el cabello rompió el silencio.

- Si vienes para seguir discutiendo lamento decirte que no estoy interesada de forma gentil pero severa aclaró la castaña mirando a Maite a través del espejo.

Yo tampoco quiero discutir, pero...Camino, me ha dolido mucho que me compararas con tu madre, especialmente después de todo lo que hemos tenidos que pasar para estar juntas.

- La mujer de la que yo estoy enamorada no es así afirmó seriamente Camino.

- ¿AH no, y cómo es? Cuestionó con firmeza parada bajo el umbral de la puerta.

- Esos absurdos ataques de celos te están convirtiendo en otra persona, espero que no empieces a compórtate así, porque ya he tenido celos y recriminaciones suficientes en mi vida con otra persona dijo la castaña haciendo alusión a cuando vivía con su madre.

          La pintora bufó como un toro embravecido y se cruzó de brazos era notable que el enfado volvía a tomar sitio dentro de ella. Camino lo notó, apoyó su cepillo para el pelo sobre el mueble y se volteó hacia Maite apoyando su brazo derecho sobre el respaldar de la silla.

- Lo mismo le pasaba a mi madre; justificándose que lo hacía por mi bien y terminó actuando de forma irracional e inescrupulosa y yo no quiero verte así.

- ¡NO, NO, NO! No sé cómo puedes decir que entre Felicia y yo tenemos nada en común exclamó ofuscada la morena dando un par de pasos largos hacia dentro de la habitación.

- ¿¡Nada?! Sorprendida dijo Camino. ¿La incapacidad de confiar en mí o en el malhumor que se os pone cuando yo hago lo que quiero? puntualizó la joven.

- No tengo porque estar escuchando estas tonterías desestimó la pintora volteándose en dirección de nuevo hacia la puerta.

- Tú puedes pasar con Sophie horas y horas, pero yo tengo que pedirte permiso para poder ir a un simple baile enfadada marcó la joven poniéndose de pie y de brazos cruzados.

- ¡Camino no seas exagerada!

- ¡Por dios Maite! Si cuando logro hacer un amigo, un simple amigo, tengo que pedir una bula papal para que me dejes pasar tiempo con él exclamó impotente la castaña.

- Las cosas no son así como las cuentas.

- ¿Me puedes explicar en qué se diferencian tus celos y cuestionamientos de los que me hacia mi madre? Confrontó la castaña tratando de mantener las formas.

- ¡NO, NO VOY A CONTESTAR A SEMEJANTE ESTUPIDES! A viva voz respondió Maite. Porque estas sacando las cosas de quicio.

- No, no Maite, eres tú la que no entiende nada, porque me estás haciendo sentir confinada y controlada, siento que no me dejas ser yo misma incómoda confesó la joven.

- Camino yo no soy tu madre y esto no es una cárcel... pero te juro que si lo fuera la puerta está siempre abierta con la voz afectada aseguró la morena sosteniéndole una mirada rígida.

          Camino guardó silencio y un instante después Maite salió de la habitación. La joven secó con rapidez las lágrimas que inevitablemente salieron de sus tristes ojos. El estómago se le cerró y el apetito ni rastro dejó. La joven se sacó la bata y se metió a la cama, había tenido demasiada discusión con Maite por un día y a pesar de intentarlo una crisis de llanto se hizo presente y la almohada blanca se tiño de impotentes y amargas lágrimas.

          La pintora bajó hasta su estudio y se vistió con irritación su bata roja, cogió un lienzo en blanco, lo colocó sobre el atril y cogiendo un recipiente de pintura rojo bermellón lo arrojó sin más contra el lienzo. Inevitablemente salpicó pintura por varios lugares, incluso su bata roja fue receptora de varias salpicaduras. Dejó de un fuerte golpe el frasco sobre la mesa.

          La pintura comenzó a escurrirse a lo largo del lienzo. Maite se arremangó y mientras cogía el lienzo con su mano izquierda con la derecha se encargó de esparcir toda la pintura en el lienzo, no dejó un poro ni del lienzo ni de su mano sin teñir de color rojo .

          Mientras hacía esto en su cabeza disputaba una batalla contra sí misma... ¿en quién me estoy convirtiendo? Se pregunta a sí misma. Jamás había sido una mujer posesiva mucho menos controladora, pero algo había en la relación de Camino y Marco que la pintora no era capaz de controlar y tenía claros problemas para controlar su arrebato. 

          La pintora sólo buscaba cuidar de Camino, que estuviese bien, pero con sus palabras y actos estaba logrando lo contrario, la sobreprotección no es buena, Maite lo sabe y quiere enmendar sus equivocaciones para con Camino.

          Las horas pasaron una tras otras y cerca de las tres de la madrugada Maite terminó su obra; una pintura visceral, intensa que trasmitía vívidamente eso que Maite experimentó ese día. Con la cabeza un poco menos enroscada de ideas, celos, inseguridades, dudas, etc., la pintora se quitó su bata característica, la dejó caer sobre el respaldar de la silla frente a su escritorio, cerró su estudio y subió las escalares para irse a dormir, sentía que el cuerpo no la seguiría acompañando, al menos ese día.

          Se dio una ducha muy rápida, se vistió su ropa de cama y con cuidado se metió dentro de la cama tratando de no despertar a Camino que estaba dormida al otro lado abrazada a su almohada. Maite estaba acostada boca arriba, parecía que a pesar de tener el cuerpo cansado el insomnio no pensaba desaparecer.

          No pasaron más que un par de minutos que la pintora no aguantó más, se volteó hacia Camino y se acurrucó sobre la espalda de la castaña posando su brazo izquierdo sobre la cintura de Camino, quien dormida tomó inconscientemente la mano izquierda de la morena y la colocó debajo de su brazo acercándola a la altura de su pecho dejando escapar un profundo suspiro.

          La parisina coló delicadamente su otra mano por debajo de la almohada de la castaña y cerró los ojos, esa noche el insomnio no tendría efecto. Entre Maite y Camino podían haber muchas discusiones pero a pesar de todo ninguna de las dos podía dormir sin descansar la una en la otra.

"Maite & Camino" Siempre nos quedará París...Cartas Maitino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora