"Capítulos 29 y 30"

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"Verás que tendrás un milagro…"

El sonido de la televisión la despertó. Abrió con lentitud sus ojos. Los talló. Efectivamente, la televisión estaba encendida. Era una película, quizá de terror. Se apoyó con las manos en el colchón y se sentó. Estaba cobijada. << ¿Qué hago aquí?>> Se preguntó. Era su habitación. Estaba en la casa blanca. ¿Qué? Trató de recordar algo. Estaba oscuro alrededor. Vió la hora en el reloj, eran las 8:13pm. Suspiró profundamente. Observó en el tocador junto a ella. Había una pastilla y un vaso de agua.

—Es para el dolor de cabeza, si es que lo tienes— Habló una voz masculina, que provenía de la oscuridad. Encendió la luz de la lámpara y lo vio. Su padre, sentado a unos metros de la cama.

—Papá… ¿Qué pasó?— Preguntó. Apenas habló le dolió la cabeza. Caray. Alcanzó el vaso y la pastilla. La bebió.

—Te desmayaste en el hospital, hija…— Recordó él. Fue ahí cuando la mente de Loraine lo recordó todo. El miedo regresó a ella como un flashback. La escena de Austin sangrando de la cadera, el aparato rítmico con una línea recta, un pitido que no salía de su cabeza, el doctor jalándola, todo, absolutamente todo se le vino a la mente de inmediato. Otro nudo estrujándole el estómago. La garganta, ni se diga.

—Austin… ¿Dónde?... él…— Ni siquiera podía formular las palabras correctas. Una lágrima rodó por su mejilla, la limpió al instante. — ¿Qué le pasó?— Preguntó. El cuerpo empezó a temblarle. No quería escuchar algo malo, no por favor, no Dios. Su padre se levantó de la silla y se sentó junto a ella en la cama. La tomó de la mano con fuerza. Loraine) lo miró con desesperación y terror en sus ojos. Estaba tan asustada.

—Escucha, hija. Esto es complicado— Fue lo primero que dijo. Le apretó más la mano.

— ¡Dímelo! Maldita sea, ¡Dímelo!— Imploró ella. Edward suspiró.

—Su sistema rechazó el trasplante. No por completo, pero sí una parte. Es por eso que su herida se abrió. Él se desangró en cuestión de segundos, hija. Fue demasiado para su corazón. No lo soportó. El…— Hizo una pausa. Incluso a él le costaba decirlo. —Está en coma— Finalizó.

—No…— Cerró sus ojos con fuerza. —No, no, no…— Empezó a negar con su cabeza. Se puso de pié, caminando hacia todos lados. Sus lágrimas empezaron a caer sin piedad. El dolor que sintió cuando su madre murió, estaba regresando. Esa parte de su corazón destruida. Su estómago estrujándose, apretándose, contrayéndose. Ese nudo en su garganta que crecía y crecía, que no la dejaba respirar. De nuevo. Más lágrimas. Este dolor era mucho, era demasiado. No pudo más, se tiró al suelo. Se hincó, puso sus manos sobre su cara. Sus lágrimas bañándola. Esto era lo peor, era más doloroso que ninguna otra cosa. Era algo impredecible. Algo que no podía controlar. Su padre llegó hasta ella e intentó levantarla, pero ella se resistió. Su cuerpo duro.

— ¡Déjame papá! ¡Largo de mi habitación!— Gritó, hundida en lágrimas. Las limpiaba y estas volvían a salir. Él la abrazó a la fuerza. —Largo, ¡Largo!— Volvió a gritar. Necesitaba sacar todo este dolor acumulado. Pero este no cesaba, no se detenía.

—Lo lamento, lo lamento Loraine… sé lo que sientes— Susurró, aferrándose a ella.

— ¡NO! Tú no lo amas, no sabes lo que siento… no tienes idea…— Dijo casi inaudible. Se ahogó en sus lágrimas. El sonido de su llanto llenó el silencio de la casa blanca. El silencio de dolor, de sufrimiento. A él se le cuajarón los ojos al escucharla decir eso. Al verla en ese estado.

—Si lo sé. Porque así estaba yo cuando murió el amor de mi vida… la única mujer a la que he amado con todas mis fuerzas…— Hizo una pausa, derramó una lágrima. —Tu madre…— Finalizó. Loraine se quedó en silencio un momento. Lo observó. Fue el fin para ella. No pudo más. Se lanzó a los brazos de su padre, con la mayor fuerza que pudo. La poca fuerza que le quedaba. Él la abrazó, la amarró a su cuerpo.

&quot;La Última Carta&quot; acmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora