Capítulo 7: Infidelidad

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Dominic estaba sentado en la cama de Jade con una caja de pañuelos en la mano; Jade estaba a su lado, sacando pañuelos como loca; y al otro lado de ella, estaba Ackerley con un vaso con agua.

Ya había pasado una hora exacta desde que Jade había comenzado a llorar y el poco tacto que tenían Dominic y Ackerley no estaba ayudando a que se detuviera.

—¿Quieres comer? —preguntó Dominic. Jade negó sonándose la nariz—. ¿Quieres algo?

—Quiero conocer a un hombre que no sea una basura —dijo, apenas entendible por su llanto desconsolado.

Ackerley y Dominic se miraron mutuamente, ninguno de ellos se sentía suficientemente bueno para decir que ellos eran esa clase de hombre.

Dominic era muy poco estable y muy pocas veces en su vida había sentido algo realmente serio por alguna mujer y, para su mala suerte, siempre terminaba mal; por eso, siempre había preferido las relaciones esporádicas y sin un compromiso serio. Por otro lado, Ackerley había tenido una sola novia por un par de meses cuando iba a la escuela y todas sus demás relaciones se reducían a sexo de una vez, y estaba seguro de que jamás se había enamorado.

Ambos eran hombres con mal tacto ante las emociones femeninas y era probable que Jade ya lo hubiera notado, pues ni siquiera habían logrado hacerla sentir un poco mejor.

—Debiste ser lesbiana —dijo Ackerley.

Dominic le dio un golpe en la nuca y él lo miró con furia.

—Ya sé quién puede ayudarte —dijo Dominic con una sonrisa.

—No quiero hablar ni con Eliza, ni con Penny —advirtió Jade.

—¿Por qué no? Ellas deben haber salido con alguna basura también.

Para Dominic era difícil entender los sentimientos de Jade, pero estaba seguro de que las demás chicas de la casa, al menos a las que les gustaban los hombres, debían entenderla mejor.

—A Penny le gustan los coreanos, no los hombres comunes y corrientes y Eliza parece enamorada, no quiero hablar con alguien que sea feliz —Jade sacó otro pañuelo de la caja y se secó las lágrimas.

—Yo soy feliz, ¿me puedo ir? —preguntó Ackerley.

—No —respondió Jade—. Saber que no tienes vida amorosa me da tranquilidad... no puedes ser feliz de la manera en que yo quiero serlo.

Ackerley pasó por su cabeza todas las groserías e insultos que se le ocurrieron, mientras Dominic vio su reflejo en un espejo que tenía Jade y comenzó a acomodar su cabello rubio. Estaba más preocupado de lo guapo que se veía que de lo triste y dolida que estaba Jade.

—¿Pretendes que no durmamos o algo así? —preguntó Ackerley, de pronto.

Jade comenzó a llorar más fuerte como si eso le hubiera dolido.

Los dos chicos volvieron a mirarse, sabían que ninguno de los dos dormiría plácidamente esa noche.

[...]

Dominic despertó al sentir que algo le impedía respirar. Un pañuelo usado y roñoso estaba sobre su boca.

Se enderezó rápidamente, escupió el pañuelo y procedió a limpiar su lengua con el borde de su camiseta negra y sin mangas. Prefería sentir mil veces el sabor de su camiseta al de un pañuelo con lágrimas y, quizás, mocos ajenos.

Ackerley estaba en el otro extremo de la cama, durmiendo abrazado a la almohada y Jade estaba en el suelo como si alguien la hubiera empujado.

«Si se da cuenta, le diré que fue Ack», pensó Dominic.

La Casa de los Universitarios LocosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora