Todos iban al parque en que Mark y su amiga habían acordado verse. Eliza tenía un auto lo suficientemente grande para que todos lograrán acomodarse, el cual era de un modelo un tanto viejo, pero Eliza se había acostumbrado a él.
Eliza conducía, Jade iba a su lado, Penny y Javier iban en el maletero, Lucy iba sobre las piernas de Ackerley, pues era la más pequeña, y Dominic y Amelie iban en los otros asientos.
Cuando llegaron al parque, Eliza se estacionó y todos bajaron rápidamente. Hacía un calor inmenso adentro, era verano y ocho personas en un auto no era algo agradable aún con las cuatro ventanas abiertas.
—Bien, este es el plan —Jade se puso unos lentes de sol y colgó los binoculares en su cuello—. Fingiremos que somos gente normal que vino al parque y evitaremos que Mark nos vea.
—Eres brillante —dijo irónica Lucy.
Todos comenzaron a caminar por el lugar, pero Penny jaló de la mano a Ackerley y comenzó a llevarlo a otro lado.
—¿Qué haces, Penny?
—Quiero ir a los columpios y necesito que alguien me empuje.
Cuando llegaron a los juegos, Penny se sentó en un columpio y Ackerley se puso detrás de ella.
—¡Empuja! —pidió con emoción.
Ackerley comenzó a empujarla de mala gana. Definitivamente él no estaba de acuerdo con ir al parque, primero, porque odiaba salir en verano y que la gente viera sus brazos desnudos y segundo, porque estaba lleno de niños jugando, ellos eran los únicos adultos en esos juegos.
Penny amaba los niños, por algo estudiaba obstetricia, quería ayudar a traer bebés al mundo... Ackerley pensaba que ese mundo no necesitaba más población de la que tenía.
Ackerley observaba todo a su alrededor con desconfianza. No era como que jamás saliera de la casa, cuando no estaba de vacaciones iba cinco días a la universidad, pero simplemente iba, se sentaba en un puesto y hacía lo que tenía que hacer. El problema de los lugares como el parque, además de que el sol en verano quemaba su pálida piel, era que estaba lleno de personas desconocidas gritando y haciendo cosas impredecibles.
De pronto, una adolescente se sentó en un columpio frente a ellos y un chico, que debía ser de su edad, la comenzó a empujar. Ambos reían felices y parecían divertirse con una actividad que para Ackerley era tan ridícula. Después de unos minutos, la chica tiró la cabeza hacia atrás y el chico se agachó un poco para darle un pequeño beso en los labios.
Ackerley dejó de empujar a Penny.
—¿Por qué te detienes?
Penny se giró a verlo con algo de tristeza.
—Tienes pies, puedes hacerlo sola.
—El chico de allá la empuja a ella —dijo, apuntando a la pareja de enfrente.
Claro, ellos eran una pareja. Jugar en un juego infantil les parecía romántico, a él en cambio, no le parecía agradable empujar a Penny.
Sin decir nada, Ackerley comenzó a alejarse y Penny salió corriendo detrás de él.
—¿Qué pasó, Acky?
—Ni siquiera Amelie me pone apodos, evita hacerlo.
A él jamás le habían gustado los apodos, pero cuando salían de la boca de Penny, era mucho peor para él. A todos los demás podía dejarles pasar esos apodos horribles, pero a Penny siempre le pedía que no los usara.
Penny agachó la cabeza, sabía cómo era su amigo, por lo que simplemente camino en silencio a su lado.
Ackerley se detuvo de golpe.
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La Casa de los Universitarios Locos
HumorJade, una estudiante de enfermería, necesita encontrar un lugar para vivir después de que su familia deba irse de la ciudad en donde ella estudia. Gracias a una prima conoce a Eliza, otra universitaria que tiene una casa que comparte con seis chicos...