Byron – Richmond, Virginia
Club Kabana, Dic 00:17amCuando entro en el reservado, el hombre que me recibe ni siquiera se levanta del sofá de cuero sobre el que está recostado revolviendo tranquilamente una bebida en una copa decorada con una sombrillita de cóctel. Junto a él, dos chicas con toda la apariencia de escorts le hacen carantoñas. Una de ellas, de cabello rubio y ondulado, viste con un vestido rojo y ceñido que le marca las voluptuosas curvas, y la otra, con una melena corta castaña y lisa, lleva un top plateado de lentejuelas y una minifalda negra. Ambas me contemplan un instante bajo sus largas pestañas postizas pero ni ellas ni su amo parecen impresionados o sorprendidos por ver a un hombre descamisado, sudoroso y medio sangrando en la puerta de su reservado.
Se trata de una sala de tamaño mediano con un cristal al fondo, detrás del sofá. Al otro lado se puede ver la pista de baile del club, con las luces de colores de neón danzando al mismo son que la música y la gente sobre los suelos de linóleo. Sin embargo, al entrar en el club, no recuerdo haber visto el reservado en lo alto del segundo piso, solo un espejo oscuro, por lo que deduzco que se trata de un cristal polarizado. La música se cuela en la sala como a través de un grueso muro. En el lado contrario de la estancia hay una pequeña barra con algunas botellas de alcoholes exclusivos y seguramente carísimos y un par de taburetes con asientos de terciopelo. Y, al fondo de la habitación, un acuario lleno de peces exóticos de diversos colores.
Méndez levanta una ceja al verme entrar en la estancia, pero enseguida la aparta.
– Tienes una pinta horrible – comenta despectivo.
– Deberías ver cómo se ha quedado el otro – replico.
Méndez vuelve a posar la vista en mí y juraría que veo un atisbo de sonrisa en su boca ante mi comentario. Se trata de un hombre de etnia latina, algo mayor que yo en edad pero sin llegar a los cuarenta, de tez tostada, ojos marrones, dientes blancos y perfectos y cabello oscuro y engominado. En su anular derecho porta un anillo de oro y, en la muñeca, lo que tiene toda la pinta de ser un Rolex último modelo. Viste con unos pantalones blancos, una camisa de seda de color azul oscuro metálico y los mocasines más limpios que he visto en mi vida. Tanto su apariencia, su club, su guardaespaldas, sus matones, su reservado, sus peces y sus putas demuestran perfectamente lo que es: uno de los traficantes más poderosos de la ciudad.
El hombre se gira entonces hacia una de sus acompañantes, la rubia.
– Amber, sírvele un trago a nuestro invitado.
Sin decir nada, la chica se levanta y obedece, dirigiéndose hacia la barra. Al pasar por delante de mí, me echa una mirada, mezcla entre lascivia, curiosidad y algo de asco. La ignoro y vuelvo a posar mi mirada en Méndez, que me señala vagamente con el dedo sin soltar ni su copa ni el muslo de su otra acompañante.
– Bonitos tatuajes – comenta.
Ni respondo ni hago el amago de mirármelos. Hace tiempo que los tengo y me los conozco de memoria. La chica castaña los contempla con curiosidad. Si pretende que le explique el significado de cada uno de ellos, puede seguir sentada. Méndez, en cambio, parece que espera algún tipo de respuesta por mi parte, así que me veo obligado a abrir la boca.
– Gracias. Te recomendaré al tatuador.
El tipo sonríe divertido, como si mi osadía le hiciera gracia. La muchacha señala entonces mi pectoral izquierdo.
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HUNTERS ~ vol.2
ParanormalHabiéndose revelado sus respectivos pasados, Byron y Nevi consolidan su alianza. Sin embargo, el plenilunio se acerca, y la situación de Caleb no augura nada bueno. Por otro lado, ambos cazadores saben que no podrán quedarse en Philadelphia para sie...