Capítulo #8

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No habían sido unos buenos días para mí, la universidad cada vez se ponía más intensa, y mi cuerpo cada vez se sentía más enfermo. El estrés me estaba consumiendo de una manera que nunca antes había experimentado, sin embargo, hacia hasta lo imposible para poder seguir adelante y es que no podía permitirme colapsar durante la primera tanda de exámenes del semestre. A decir verdad, no tenía permitido colapsar nunca, al menos no durante temporada de clases. Necesitaba, debía y quería que no fuera a ser así, pero ni yo mismo puedo hacerme caso nunca, porque a veces en las madrugadas sólo me dejaba arrastrar por los malos pensamientos, pero los dejaba ir una vez que entraba en el hermoso y protector mundo de los sueños.

Me sentía satisfecho con mi rendimiento en los exámenes, pero había sido un esfuerzo sobrehumano y estaba agradecido de que había terminado y que podía relajarme un poco. No era el único al que le habían generado estrés los exámenes porque Jess había estado como loca toda la semana y a Lía no la había visto casi nada; a decir verdad, nada había vuelto a ser lo mismo desde ese día en la alberca, pero notaba que lo estaba intentando y tenía en mente que los exámenes y la competencia empezaban a hacer estragos sobre todos nosotros, así que intente no pensar de más sobre el tema, aparte que no tenía la energía para hacerlo.

Fue hasta que estábamos con Manu y Jess cuando las cosas comenzaron a cambiar, al menos su forma de ser. Tal vez el alcohol o tal vez la sensación que sentíamos de haber terminado la primera tanda de exámenes satisfactoriamente. Podía notar que estaba muy relajada, su postura y la sonrisa la delataban, aunque todos estábamos igual que ella. Estábamos disfrutando de la noche, el clima era perfecto, el cielo estaba despejado y ese día había luna llena. Los cuatro estábamos sentados en el piso, tomando, escuchando música a un volumen moderado y viendo la luna que se encontraba justamente sobre nosotros; Jess estaba contándole a Lía experiencias vergonzosas de nosotros y ella no paraba de reír.

— Se puso tan borracho que se asustó y se encerró en uno de los cuartos de la casa que ni si quiera los papás de la chica de la fiesta usaban. Al principio estábamos muy asustados, no sabíamos si se había ido o que había pasado, pero conforme pasaba el tiempo más nos queríamos convencer de que se había ido para al fin disfrutar de la fiesta.

— Y sí que lo hicieron—. Interrumpí a Jess dirigiéndome a Lía.

Jess no pudo evitar reírse tanto, hasta el punto de soltar unas cuantas lágrimas.

— Resulta que a Manu y a mí se nos ocurrió lo mismo que a Camilo, tal vez no para hacer lo mismo, pero si se nos ocurrió buscar un cuarto de los que sabíamos que nadie usaba, así que nos dimos a la tarea de encontrar una habitación para darnos un poco de amor—. Al decir eso se comenzó a reír—. Me gustaría decir que nos dimos cuenta a tiempo de que este señor estaba dormido en una esquina, pero no, me tuve que dar cuenta hará que estaba buscando uno de mis zapatos. Me sentí tan agradecida de que estuviera dormido.

Lía se soltó a reír como loca al igual que Jess, disfrutaba mucho verlas convivir de esa manera, a diferencia de dos semanas atrás, ahora parecían congeniar muy bien y hacían juntas que el ambiente siempre fuera relajado y positivo. Manu llegó del baño cuando Jess acaba de terminar de contar la historia, se agachó para colocarse detrás de mí, me rodeo con sus brazos y colocó su cara a un lado de la mía.

—Lo rescaté y lo llevé a dormir a mi casa—. Me dio un beso en la mejilla y se paró para acomodarse en su lugar—. Les juro que no le hice nada.

Los tres comenzamos a reír y Jess le paso la mano por el pelo rizado y alocado que tenía Manu.

— Tienen la amistad más extraña que he visto en toda mi vida—. Dijo Lía mientras nosotros nos volteábamos a ver.

Piérdete En MíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora