Capítulo #14

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No entendía cómo es que había sobrevivido a la segunda tanda de exámenes. Las cosas en la universidad se habían salido de control, primero fueron los susurros de la gente cada vez que pasaba por algún pasillo o entraba a algún salón, solían no ser tan obvios, sin embargo, siempre terminaba dándome cuenta cuando las personas hablaban de mí.

El clima que nos avisaba que el invierno se acercaba me había favorecido, porque había podido llevar suéteres a la universidad, al menos no dejaría que me observarán tan descaradamente si podía ocultar las vendas que aún tenía que usar para que no se llegará a infectar mi herida que seguía intentando cicatrizar.

Había intentado ser muy reservado en la universidad desde que habían iniciado las clases, no iba en plan de hacer amigos así que solía ser muy callado, pero si alguien me hablaba no dudaba en responder con la mejor actitud, sabía que, si tenía que conocer a alguien lo conocería de todas formas, así que mis planes en la universidad sólo eran relacionados con el aprendizaje y nada más. No imaginé que mi estrategia de ser muy reservado se fuera a tornar en mi contra, les puse el camino fácil para que creyeran en el rumor que se había esparcido ya por toda la universidad.

Después fueron los maestros los que me veían diferente y llegué a ver como el profesor de historia de la psicología y la profesora de psicología social hablaban de mi descaradamente sin dejar de observarme cuando estábamos en la cafetería; nunca sabía qué hacer en ese tipo de situaciones: pararme y enfrentar a las personas que descaradamente están hablando de mí, quedarme sentado y esperar a que se alejen o cambien de tema, o simplemente pararme e irme; siempre optaba por ignorarlos o al menos no demostrar ningún interés alguno en los rumores aunque dentro de mí no dejaban de atormentarme.

Cuando realmente sentí que las cosas se estaban saliendo de control fue cuando al llegar a la universidad me encontré con carteles con números de ayuda para la prevención del suicidio. Tenía ganas de arrancarlos todos, romperlos y después quemarlos. Sin embargo, aparte del hecho que no podía hacerlo sin llegar a ser expulsado, cuando vi a una chica que observaba el cartel tan pensativa desde una de las bancas del patio, me dio la sensación que tal vez para mí se sentían como la mayor burla que me habían hecho en toda la vida, para otras personas podría ser el empuje necesario para pedir ayuda. Ese no era mi caso así que sólo me sentía muy incómodo de tener que asistir a clases sintiendo que los carteles se burlaban de mi en todos los rincones de la maldita universidad.

Estaba aliviado de que fuera viernes y que al fin podría descansar de los carteles todo el fin de semana, no tenía ganas de pensar en ese tema jamás, quería que el tiempo pasará y la gente se olvidará del tema, quería que en la universidad se dieran cuenta de lo agresiva que era su forma de manejar un asunto de esa índole, porque al final día ellos no sabían absolutamente nada de lo que realmente había pasado. Estaba a punto de entrar en el loft cuando Maggie me interceptó para decirme que mi abuelo estaba en la casa y me estaba buscando.

—¡Está furioso! — me advirtió.

No entendía que estaba pasando, no sabía si estaba enojado conmigo o si solo estaba enojado en general; la única razón por la que pudiera estar enojado conmigo era que me estuviera yendo mal en la competencia o en la universidad, pero en los exámenes pasados me había ido muy bien y en estos podía asegurar que también, y con respecto a las sesiones con el Dr. Green todo estaba bien, o al menos desde mi punto de vista, todo estaba bien. Cuando entré en la casa vi a mi madre sentada en el fondo de la sala junto a mi hermana y las dos me observaron con una mirada de terror.

— ¿Qué pasa? — pregunté preocupado. Parecía que algo terrible está a pasando.

Mi abuelo dio unos pasos hasta que pudo verme, y su mirada se sentía tan potente y tan perversa que me intimide con tan solo verlo. Él se acercó a mi casi corriendo diciéndome con la mirada que me quería matar, la agresividad de su mirada y el hecho de que mi madre de pusiera de pie y avanzara detrás de él, me hizo sentir miedo por unos instantes. Se acercó a mí, tomó mi brazo y levantó la manga de mi suéter, y apretó tan fuerte mi antebrazo cuando vio las vendas en mi muñeca; me apretó tan fuerte que mi primera reacción fue intentar liberarme, pero entre más intentaba liberarme, más fuerte me apretaba.

Piérdete En MíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora