Capítulo #11

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Estábamos a días de empezar la segunda tanda de exámenes del semestre y esta vez tenía más cosas que hacer que el primer mes; había estado sin dormir terminando un proyecto que aún tenía pendiente, me gustaría decir que las horas pasaban volando por lo metido que estaba en el proyecto, pero mientras pasaban más minutos más pesado se volvía, la buena noticia es que estaba haciéndole los últimos ajustes para al fin terminar y descansar las horas que me quedaban del fin de semana. Noté la hora y vi que ya era hora de salir y ver a Lía y relajarme un poco como lo habíamos estado haciendo desde que había llegado a la finca; cuando me puse de pie me di cuenta de las muchas ganas que tenia de hacer pipí, supongo que con lo concentrado que estaba en acabar no me había dado el tiempo si quiera de pararme al baño. Corrí hacia el baño y por la prisa tiré un vaso que tenía para enjuagarme la boca y se hizo pedazos en el suelo mojando todo el piso. Cuando terminé de hacer del baño salí con mucho cuidado del baño para salir a un pequeño patio que tenía detrás del loft para tomar una escoba y un trapeador.

El agua que se había esparcido por el piso abarcaba cada vez más espacio, pero yo no me había dado cuenta de ello. Al poner un pie dentro del baño resbalé y caí. No sabía si había sido mi cuerpo o la escoba o que había pasado pero el espejo que tenía en la entrada del baño se había hecho añicos. Los dedos de mi mano izquierda comenzaban a arder, al igual que mi palma y mi muñeca; al voltear a ver mi brazo note que el piso comenzaba a llenarse de sangre. Me senté golpeando mi espalda a la pared, no podía dejar de ver mi brazo bañado en sangre.

—¿Todo bien? — escuche la voz de Lía a lo lejos— ¿Camilo?

—Todo... bien—. Grité aún hipnotizado por la sangre saliendo de mi piel.

—¿Puedo pasar? — escuche como abría la puerta del loft.

—Si, ahora salgo.

Mi cuerpo comenzaba a sentirse en llamas y mi cerebro aún no procesaba bien lo que estaba pasando. Me di cuenta que tenía una parte de vaso aún enterrada en la palma de la muñeca y fue ahí cuando entendí que me estaba desangrando.

—Lía—. Intente gritar, pero mi voz salió entre cortada.

No sé cómo fue que me escucho, pero la vi entrar en el baño y creo que jamás podré borrar esa mirada que puso, estaba aterrada.

—Mierda. Mierda. Mierda.

La vi directo a los ojos y me saque el pedazo que aún tenía encajado, y mi cuerpo se empezó a sentir tan frío que sentía que en cualquier momento comenzaría a temblar.

—¡No! ¿Qué haces? — me preguntó mientras tomaba una toalla y comenzaba a hacer presión en mis cortadas—. ¿Qué pasó? — preguntó al borde del llanto mientras marcaba a alguien.

Yo deje de escuchar poco a poco y mi visión se comenzó a tornar oscura, como si enfocará y desenfocara una cámara, pero todo en cámara lenta, hasta que mi visión sólo se tornó en una completa oscuridad. Lograba sentir lo helado de mi cuerpo, sin embargo, se sentía como un cuerpo ajeno al mío. Hasta que poco a poco regresaba el calor a mi cuerpo y me volvía a sentir en control de mi cuerpo. Me di cuenta de que mis ojos estaban cerrados, permanecí de esa manera unos minutos más sin recordado si quiera porque los había cerrado el primer lugar. Al abrir los ojos noté que no estaba en mi habitación y no entendía que estaba pasando.

—Despertó—. Escuché la voz de mi hermana Ana que se puso a pide de la cama.

En ese momento lo entendí, estaba en un hospital.

—¿Qué pasó? — pregunté realmente confundido.

—Tuviste un terrible accidente—. Dijo mi madre como si se tuviera que convencer y mi hermana me observaba con mucha atención.

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