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Maratón 2/7

Seokjin y su esposa tenían más de veinticinco años de casados y no habían podido tener hijos. Mei se había enfermado en la juventud de lo que parecía un quiste operable en un ovario y resultó un tumor maligno que la llevó a la infertilidad, siendo urgente extirpar todo el sistema reproductor interno.

Había pasado por muchos momentos de desesperanza y después de años de batallar, había logrado superar este revés a pesar de que la posibilidad de la maternidad quedó fuera de su alcance. Mei se había encariñado con Jimin desde la primera vez que Jin le hablo de él. De cómo lo encontró durmiendo en un cartón dentro del teatro en reparación. Poco tiempo después Jimin había empezado a visitar su casa los fines de semana y Mei preparaba toda la comida que le podría gustar a un adolescente, incluso tomó clases de repostería por internet para aprender a preparar dulces.

Ambos, consientes del talento innato de Jimin para la danza, habían acordado costear sus clases con un profesor privado, muy en desacuerdo con Jimin, quien aseguraba no necesitarlo. Sólo lograron convencerlo bajo la promesa de que si se esforzaba, un día sería capaz de devolver cada centavo invertido en él. Así fue como la vida de Jimin dio un giro de ciento ochenta grados, sin él ser del todo consciente de la suerte que había tenido.

Podría decirse que estaba en su destino. Cada uno de los hechos precedentes se habían amoldado como eslabones de una misma cadena, para dar lugar a la vida lujosa que llevaba hoy día. Un padre abusivo, bajos recursos, una personalidad tenaz, todo eso había empujado a Jimin a ese encuentro con Seokjin, la persona que sin tener edad para serlo, se había convertido en un padre para él.


Una tarde después de los ensayos, Tae Hyung pasó a recoger a Jimin por la agencia, con la excusa de ir a tomar un trago juntos para celebrar que ya Jimin estaba recuperado de la lesión en la costilla. Al principio Jimin se negó. Había hecho planes de ir a ver a Mei y quedarse al menos a cenar, pero Tae insistió tanto que tuvo que darse por vencido y acortar la visita a un café. Jimin se cambió de ropa apresurado y se fue usando sólo unos jeans ajustados y una playera negra muy común, a pesar de que la temperatura había refrescado bastante. La prisa de Tae Hyung no le dio tiempo siquiera a recoger su chaqueta que se quedó olvidada en el camerino cuando regresó de la casa del CEO.

—Hay un bar nuevo en el centro. —Tae llegó al camerino anunciando las buenas buenas a Jimin— Abrió la semana pasada. Es de un chico guapísimo como no tienes idea. Es alto, bueno no tan alto, como de mi tamaño y tiene una sonrisa preciosa. —argumentó Tae queriendo ganar puntos en su presentación para compensar el haber hecho que Jimin regresara antes de tiempo de la visita a su tía.

—Y tú, ¿cuánto has ido que ya incluso sabes que el dueño tiene una sonrisa preciosa? —preguntó Jimin. Estaba frente al espejo arreglándose el cabello y se puso un poco de maquillaje para disimular la barba un poco descuidada.

—Pues... la semana pasada cuando lo inauguraron. —Tae tomó asiento en una de las sillas y quedó de frente al espejo, viendo cómo Jimin se arreglaba con pocas ganas.

—¿Cuántas veces has ido desde que lo inauguraron? ¿Todos los días ¿verdad? —Jimin siguió el interrogatorio a pesar de que no necesitaba preguntar nada más para entender lo que estaba sucediendo debajo de aquella aparente invitación casual.

—¿Tú cómo sabes? —agregó Tae sonriendo con cara de culpabilidad.

—Kim Taehyung, te conozco malditamente bien como si te hubiera dado a luz. No te enamores de otro heterosexual o estarás en problemas. Deja de estar tan desesperado por conocer a alguien, cuando sea el momento encontraras a la persona indicada.

ℭ𝔲𝔞𝔫𝔡𝔬 𝔰𝔢𝔞 𝔪𝔦́𝔬  ••𝗄𝗈𝗈𝗄𝗆𝗂𝗇••Donde viven las historias. Descúbrelo ahora