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Jimin vestía esa mañana una sudadera rosa pálido, regalo de cumpleaños de su exnovia, que tenía particular obsesión con regalarle ropas y accesorios a juego con los suyos. Una costumbre bastante común entre las parejas y que Jimin encontraba particularmente tierna, de los pocos gestos que apreciaba de su expareja.

Era raro verlo vistiendo ese color, ya que se inclinaba por tonos oscuros que lo hacían ver más maduro y acentuaban la blancura de su piel.

A Jungkook no le pasó desapercibido. Los colores tenues resaltaban en él la fragilidad de su cuerpo y la delicadeza de sus rasgos faciales, dándole el aspecto de ser aún más joven.

En un nervioso monólogo interior Jungkook no dejaba de preguntarse el motivo de tal recibimiento. Pensaba en cómo romper el hielo mientras seguía el paso lento de Jimin. Un cumplido que suavizara el ambiente hostil con que lo había recibido quizás funcionara.

—Te queda bien ese color. —murmuró indeciso.

Jimin fingió no escucharlo. Doblaron a la derecha, hacia el elevador que llevaba a la zona del edificio donde se encontraban las oficinas de administración. Este hecho tensó a Jungkook aún más, que empezó a atar cabos en su mente y sintió la amenaza creciente a medida que avanzaba. El recibimiento de Jimin y el hecho de decirle que cerrara la boca debía tratarse sin dudas de un asunto con el CEO.

Se le ocurrió que quizás Jimin debía saber de antemano de lo que se trataba, y por eso lo esperaba en la entrada. Quería intentar ayudarlo "que me salvaría dijo, pero de qué". Si se trataba de Seokjin con seguridad se quedaría con la boca cerrada.

Afuera de la oficina de contratación había dos personas sentadas esperado. Jimin las miró de reojo y pensó que habrían venido para la entrevista del puesto que quedaría vacante.

—Siéntate y espera aquí. —dijo señalando una de las butacas distribuidas en el salón.

—Espera. —Jungkook habló en voz baja y esquivó la mirada fulminante de Jimin— Voy a ser despedido, ¿verdad? ¿Es eso?

—Has llegado doce veces tarde sólo en este mes, Jungkook... ¿Qué crees?

—Sí, lo siento. Es que estoy teniendo problemas.

—A mí no me tienes que explicar. No soy yo quien va a despedirte.

Jimin dio media vuelta y se encaminó hacia la oficina al final del pasillo.

El CEO era hombre de costumbres bastantes sencillas para la fortuna que poseía en la actualidad. Había heredado de su abuela paterna un teatro declarado en peligro de derrumbe y para cuando se decidió a crear la compañía de danza se había endeudado con cuanto banco le dio crédito para levantarlo.

Los chicos de ese barrio se metían a escondidas a fumar y uno que otro había tenido su primera experiencia amorosa entre las paredes de cemento carcomido.

El hombre había tenido una voluntad indomable de crear algo hermoso con el legado de su abuela muerta. Quien en el lecho y a sus ochenta y dos años, había hecho jurarle que le daría un buen uso a dicho terreno y que no sería un perdedor como su padre.

Una señora tacaña y de mal carácter que habría preferido dejar su ya escasa fortuna a las monjas de cualquier congregación, antes que a su hijo. Sin embargo, su inteligente nieto había permanecido a su lado los cuatro años que duró su penosa enfermedad para recibir lo único que ambicionaba de entre sus bienes: el teatro.

Le había tomado diez años completar la tarea, pero las palabras de esa abuela se convirtieron en ley para Seokjin. Había impulsado su apellido a la cima de las familias más influyentes del país, convirtiéndose en uno de los líderes en el ámbito artístico. Contaba hasta el momento con ciento diecinueve cines y teatros distribuidos por todas las provincias del país.

ℭ𝔲𝔞𝔫𝔡𝔬 𝔰𝔢𝔞 𝔪𝔦́𝔬  ••𝗄𝗈𝗈𝗄𝗆𝗂𝗇••Donde viven las historias. Descúbrelo ahora